Viajes
Tazones, el pueblo asturiano por excelencia
Esta minúscula localidad a las orillas del Cantábrico es hogar de los mejores mariscos y las anécdotas más interesantes de la región
Escribo con los ojos todavía llorosos después de haber visto el anuncio de la lotería de Navidad de 2016. Los hacen siempre tan tiernos, tan humanos y esperanzadores frente al futuro. Me he obligado a aguantar las lagrimillas hasta el final, no quería que me emborronaran la pantalla, porque hoy toca hablar de uno de los pueblos donde se grabó este emocionante anuncio, Tazones, y era importante que no se me escapara siquiera una esquirla de información. Hoy hace un frío del demonio en Toledo, desde donde escribo, pero el anuncio ha conseguido devolverme el calor que me transmitieron sus lugareños al visitar por última vez esta localidad maravillosa, encajonada con maestría centenaria entre dos pequeñas colinas a las orillas del mar Cantábrico. Considerada también como uno de los pueblos más bonitos de España.
No hace falta viajar necesariamente a destinos extravagantes, coger dos aviones de cinco horas cada uno, intercambiar los euros por cualquier moneda cuyo cambio nunca llegamos a cuadrar, sumergirnos en culturas estrambóticas para encontrar el culmen de la belleza humana. Basta con ir a Tazones. Allí, en Asturias, muy cerquita de Villaviciosa.
La llegada de Carlos V
Tazones ya era un pueblo floreciente en el siglo XVI, cuando un jovencísimo Carlos V, todavía príncipe educado en Flandes y desconocedor absoluto de las costumbres y métodos españoles, se vio obligado a interrumpir su primer viaje a España debido a una furiosa tormenta. Su intención era atracar en Santander pero ya sabemos que los planes no suelen salir como acordamos, ni siquiera para aquél que estaba destinado a ser el hombre más poderoso de su época. Los vientos del norte arrastraron su embarcación hasta la costa de Tazones, donde fue inicialmente confundido con un pirata. No sería hasta pasados unos minutos de caos delicioso que los lugareños descubrieron qué fantástico personaje había caído, quizá por azar, podría ser que por voluntad divina, a un tiro de piedra de su lonja de pescadores.
Cada mes de agosto se celebra esta curiosa odisea real, en una divertida fiesta local donde no escatiman la sidra ni los ropajes vistosos de la época del Emperador. Pero resulta que esta anécdota no afectó en demasía a Tazones (no vaya a creer el lector que aquí termina la importancia del pueblo) que, lejos de tratarse de una humilde localidad asturiana habitada por confusos, se consideraba en realidad un importante punto de amarre para embarcaciones que navegaban a lo largo de toda la península y más allá, hasta los puertos más concurridos de Inglaterra, Holanda y Francia. Por esta razón confundieron a Carlos V y su extravagante séquito con una partida de piratas. Su riqueza comercial había convertido Tazones en blanco habitual de los temidos corsarios, y ya conocemos el refranero popular: más vale prevenir....
Un breve paseo por su puerto original, construido en el siglo XVIII, nos permitirá rememorar estos tiempos pasados. Todavía se amontonan las redes enmarañadas de los pescadores en cualquiera de sus rincones, ansiosas por volver a saborear la sal del mar, empapadas por los aromas frescos de sabrosos mariscos y pececillos desafortunados. La Plaza del Riveru, situada junto a este mismo puerto, hacía las veces de lonja para los pescadores, de zona de despiece para las imponentes ballenas que cazaban en sus durísimas travesías y de punto de encuentro para sabordar (sacar del agua) y botar (meter en el agua) las embarcaciones de los valientes marineros.
Un breve paseo Tazones (marisco incluido)
Este tipo de localidades, cuyas casonas parecen vivir adormiladas bajo las nubes plateadas del cielo asturiano, deben visitarse al mismo ritmo con que respiran. Calmadas. Exprimiendo cada paso. Estableciendo una relación de hermandad con el mar oscuro rizándose hasta el horizonte. Si llegara a visitarse rápido, como tachando un producto de la lista de la compra para seguir empujando el carrito de los viajes por el supermercado, la magia que Tazones transmite quedará irremediablemente mermada.
Despacio podría encontrarse la Casa de las Conchas, muy próxima al puerto y deliciosamente original. Cada concha que cubre por completo sus muros exteriores se colocó con esta calma tan importante, y representan a su vez la profunda conexión, casi milenaria, que se ha fraguado entre los habitantes de Tazones y el Cantábrico. Merece la pena dedicar unos minutos a buscar los azulejos diseminados entre las conchas, donde aparecen inscritas frases cortas de una sabiduría extraordinaria. Aunque esta casa tan divertida es en realidad la guinda del pastel, igual de llamativa que la cereza escarchada, cuando el sabor completo de este plato suculento deberíamos buscarlo todavía más abajo. Quizá en su playa cuando baja la marea, donde pueden encontrarse huellas de dinosaurios datadas en millones de años, en el Yacimiento Jurásico del Puerto de Tazones. Algunas de ellas siguen un pequeño rastro que puede llevarnos a lanzar la imaginación a volar, mientras pensamos qué perseguían, o de qué huían estas bestias misteriosas para pisar tan hondo en la tierra.
Pero el mejor método para comprender cualquier lugar que visitemos es a su vez el más sencillo, el más visceral y primitivo. Masticar, desgarrar, saborear, tragar. Así conseguiremos introducir en nuestro interior, sin metáforas ni flautadas, pedacitos de Tazones que llevarnos a casa. Al menos por unas horas. A lo largo de los numerosos establecimientos que pueden encontrarse junto al puerto, cualquier visitante podrá degustar los famosos mariscos y pescados de Tazones, fresquísimos, riquísimos, arrancados de las entrañas abundantes del océano para ser presentados con la sencillez de todo producto de calidad en nuestro plato. Esto es un privilegio. En El Centollu, El Pescador de Tazones, La Tortuga, El Portal de Tazones,Mar-Bella. Busca y seguro que encontrarás.
Escapada dentro de la escapada
Si se viaja a Tazones, resulta casi imprescindible aprovechar la escapada para visitar la conocida localidad de Villlaviciosa. Que fue precisamente la segunda parada de Carlos V en su primer periplo por España. De esta manera podría empaparse uno de pequeños detalles artísticos o monumentales que la reducida geografía de Tazones no permite, como pueden ser la Iglesia de Santa María de la Asunción (datada del siglo XIII y equilibrando los estilos gótico y románico), el Santuario de Nuestra Señora de Lugás (construido para apacentar el espíritu de cualquier criatura), o alguna de sus clásicas casonas de indianos, cuya belleza arquitectónica encaja a la perfección con la naturaleza asturiana. Y si el tiempo acompaña, merece la pena conjugar la visita con un agradable paseo por la Playa de Rodiles cuando baja la marea.
Tampoco debe faltar una excursión a la sidrería de El Gaitero. Porque en nuestra lista de clichés entra probar el sushi en Japón, visitar un cementerio en Transilvania, bailar sevillanas en Sevilla, degustar el queso Camembert en Normandía y, por supuesto, beber sidra en Asturias. Y si se hace después de una excelente visita guiada en las bodegas del Grupo Gaitero, donde se incluye una degustación de su sidra espumosa, pues tanto mejor.
Cada aventura a la que nos lancemos en este nuevo año debe ser una completa, sin cabida a errores ni deslices como aquél que sufrió Carlos V. Al contrario que el emperador, nosotros elegimos visitar Tazones por voluntad propia, aunque brille el sol y el mar fluya plano, dispuestos a exprimir cada gota de su esencia.
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