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Cultura

Remedios para los venenos más comunes, según Dioscórides

Resulta interesante conocer los remedios que el padre de la farmacología estipuló para solucionar algunos envenenamientos

Veneno. Tumisupixabay

Hace una semana me compré un libro tremendamente interesante y me gustaría compartir parte de su contenido. Resumido, hasta que el lector decida, si le apetece, hacerse con un ejemplar para profundizar en este apasionante tema sobre los remedios antiguos contra los envenenamientos más comunes. El libro de los venenos (Mármara Ediciones) incorpora textos atribuidos al griego Dioscórides, considerado como el padre de la farmacología, en una edición bellamente realizada y aderezada con los comentarios de Andrés Laguna, conocido médico humanista del siglo XVI. Entre sus páginas se encuentran remedios que según Dioscórides son efectivos a la hora de tratar posibles envenenamientos pero, ya aviso al lector, en el mundo que habitamos donde la medicina y la farmacología han evolucionado hasta límites insospechados, la mejor solución a la hora de encontrarnos con un caso del estilo pasa por llamar rápidamente a una ambulancia.

Ahora, esto no quita que los remedios aquí descritos sean de gran interés, pura delicia para las mentes curiosas, pequeños destellos de información que tomamos por el simple placer de manosearla e incorporarla a nuestro baúl del conocimiento. Y podría, quizá, salvarnos la vida si no cabe la opción de llamar a la ambulancia en uno de nuestros viajes más rocambolescos.

De los hongos

Coprinopsis Picacea, una seta peligrosa.Atlantiospixabay

Unas 400 personas se intoxican al año en España tras haber cocinado la seta que no debían. Es un problema porque las complicaciones pueden derivar en el fallecimiento del sujeto o en operaciones tan aparatosas como un trasplante de hígado. Según Dioscórides “las mismas peras, o las hojas del peral salvaje, cocidas con los hongos les quitan fuerza para ahogar; y comidas contra ellos son saludables”. Por otro lado asegura que no deben ingerirse cantidades elevadas de este preciado plato, porque al ser esponjosos por lo natural, pese a no ser dañinos a la salud en pequeñas cantidades sí pueden provocar ahogos peligrosos si uno los come sin medida.

De la leche que tiene mezcla de cuajo

Al beberse leche con cuajo, esta suele ahogar rápidamente debido a los cuajarones en los que se transforma. Dioscórides avisa de que no debe inducirse el vómito en el afectado, ya que aumentará las probabilidades de ahogarse, ni darle a cambio ninguna cosa salada, ya que cuajará todavía más la leche hasta tornarla en requesón. En cambio sí pueden dársele hojas de calamita secas y su zumo o su raíz, además de licor de silfio aderezado con vinagre. Vemos que algunos de los remedios del griego no podrían aplicarse en la actualidad, aunque nos atreviésemos a hacerlo, ya que el silfio se trata de una planta que ya no existe, aunque su uso en la botánica de la antigüedad era muy común.

De la cicuta

Cicutalarazon

Uno de los venenos naturales más famosos, causante de la desafortunada muerte del filósofo Sócrates, es a su vez una de las hierbas más comunes en la primavera de España. Crece por lo habitual al borde de los caminos. Su hoja tiene bastante parecido a la del perejil y, si uno juega a recoger el aderezo del almuerzo en el campo, puede llevarse un disgusto de no reconocer sus diferencias. Aunque el veneno de la cicuta se extrae principalmente del fruto, las hojas también tienen alcaloides tóxicos si se consumen en abundancia. Dioscórides no duda a la hora de señalar el remedio más útil: purgar de inmediato a quien haya ingerido la cicuta. Es decir, hacerle vomitar. Curiosamente, añade además que el remedio más eficaz posible para corregir los efectos de la cicuta, una vez purgada, no es otro que un vaso de vino puro. Aunque “igualmente sirven los ajenjos con pimienta” y “las hojas de laurel”.

De las sanguijuelas

Solo de pensarlo se me ponen los pelos de punta. Imagine el lector que se encuentra en una situación idílica inmerso en la naturaleza, donde los pajaritos cantan, el agua de un riachuelo fluye suave bajo sus pies. Sin pensarlo demasiado, dejándose llevar por el maravilloso momento, el lector bebe unos sorbos de agua fresca para sentir pocos minutos después que algo nos está chupando el estómago. Asqueroso. Horrible. Si uno experimenta esta sensación, podría ser que se ha tragado por accidente una sanguijuela. El griego asegura que es primordial despegarla de las paredes del estómago, lo cual puede conseguirse bebiendo vinagre o comiendo acelgas bañadas en vinagre puro. En caso de que se hayan aferrado a la garganta, bastaría con sumergir al infeliz en un baño de agua caliente para que la sanguijuela se relaje. Y, en ambos casos, una vez suelta la criatura, habría que purgar al afectado hasta que esta salga definitivamente de su sistema.

De la mandrágora

No fue una invención de la escritora de Harry Potter. La mandrágora se trata de una hierba real que puede provocar un sueño profundo, tan profundo que perdemos nuestra voluntad para mantenernos despiertos y “aparece tan pertinaz porfía de dormir que el tal accidente no difiere nada de la letargia”. Dioscórides asegura que es imprescindible actuar contra los efectos antes de que estos lleguen a un punto de no retorno, y para ello aconseja encarecidamente provocar el vómito del paciente y darle a continuación una bebida de aguamiel. Además habría que despertarle, moverle el cuerpo, ofrecerle pimienta o mostaza para respirar, abofetearle si hace falta con tal de que no caiga en ese sueño mortal. Andrés Laguna añade que en lo relativo al fruto de la planta traicionera, si se come maduro y libre de simiente tiene un gusto agradable que no resulta perjudicial para la salud; mientras que de consumirse verde y con pepitas abrasa la lengua y la boca y el cuerpo entero.

De la cura común a las heridas de las fieras que arrojan de sí ponzoña

Víbora áspid.OrchiCreative Commons

Dioscórides acepta que en caso de extrema necesidad se chupe el veneno de la herida, aunque advierte que “el encargado de tal oficio no debe estar en ayunas, sino bien almorzado y con la boca enjuagada de vino, porque así podrá chupar con seguridad, teniendo un poco de aceite en la boca”. Advierto al lector, en cualquier caso, de que en la actualidad se considera una mala idea chupar el veneno de una herida, aunque, llegada la ocasión, si la vida del infectado corre un grave riesgo, quizá queramos jugar a los héroes y arriesgarnos nosotros también. En cuyo caso las indicaciones de Dioscórides parecen ser adecuadas. Sin embargo la succión debe hacerse inmediatamente después de darse la mordedura, ya que más tarde el veneno habrá penetrado en el sistema y ya no podrá erradicarse si no es con el antídoto adecuado.

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