Viajes
Tanatoturismo: Nyos, el lago asesino de Camerún
Uno de los destinos más macabros para los aficionados al turismo oscuro lo podemos encontrar al noreste de Camerún, en el lago que asesinó a 1.746 personas en una noche
21 de agosto de 1986. Los habitantes del pequeño poblado de Nyos y sus alrededores se despabilan pronto en la madrugada para despertar a sus ganados y comenzar su rutina de pastoreo, allí donde la vegetación es verde y fresca. Uno a uno los lugareños abren los ojos, con la naturalidad de un día cualquiera. La noche anterior muchos de ellos experimentaron náuseas muy fuertes y algunos asegurarán días después a los expertos que llegaron a perder la conciencia sin razón aparente. Y son los más madrugadores quienes descubren los cadáveres. Familias enteras de la región pierden a uno, dos, tres, a todos sus miembros en la noche que se desliza desde el 20 de agosto hasta el 21, como si los fallecidos hubiesen sido elegidos por algún tipo de azar macabro. En las camas de matrimonio queda un superviviente, en ocasiones ninguno, otras veces se han despertado vivos los dos. Nadie entiende qué ha ocurrido ni qué tipo de castigo podría ser este, tan extraño, donde unos amanecen con facilidad mientras que otros no se despertarán más.
La mayoría de los niños han sobrevivido. Muchos adultos, sin embargo, serán encontrados boca arriba en la calle a lo largo del día, y ya nadie podrá hacer nada para salvarlos. ¿Qué tipo de castigo será? Los hombres más fuertes se han derrumbado en las puertas de sus casas mientras los niños, unas criaturas débiles, aparecen con los ojillos asustados pero rebosantes de vida.
El misterio del lago Nyos
Al noroeste de Camerún, junto al lago Nyos, 1.746 personas y cerca de 3.500 cabezas de ganado perdieron bruscamente la vida durante la noche del 20 al 21 de agosto. Nadie supo por qué. Los cadáveres fueron encontrados en las calles y los campos que rodeaban a los poblados con claros síntomas de asfixia, pero tan lejos de donde viven los científicos importantes no había nadie en la región que pudiera explicar el significado de este horror. Solo podía tratarse de algún tipo de brujería o peor, de un castigo de Dios.
Los campesinos que exprimieron las últimas horas del 20 de agosto fuera de sus casas aseguraron haber escuchado un temblor que manaba de la tierra, parecido “al grito de muchas voces” y pudieron observar un viento repentino que soplaba entre las delicadas chozas del poblado. Halima Suley, una ganadera de Nyos, confesó a los investigadores que se desmayó “como una muerta” en cuanto el viento extraño la alcanzó, y no se despertó hasta la mañana siguiente. Había estado acompañada por sus cuatro hijos cuando llegó aquél viento precedido por el aullido, y sus hijos también se habían desmayado, aunque ahora había amanecido y sus hijos no se movían. Pidió auxilio a gritos pero no pudo hacer nada para salvarlos.
Los supervivientes comprobaron consternados que un nuevo tipo de silencio se había adueñado de la región. Donde antes solían escucharse los cantos de los pajaritos madrugadores y el suave siseo de las criaturas que se arrastran entre los matorrales de la selva, el silencio en la mañana del 21 de agosto era absoluto, inquebrantable, palpable, viscoso, estremecedor. Parecía que el castigo misterioso había afectado a todos los seres vivos y los locales pensaron que este era un castigo extraño si perjudicaba a los inocentes, y que quizá no era un castigo de dioses de ningún tipo. Ifrain fue el primero en ver el lago. La visión del lago Nyos durante aquella mañana debió ser peor que la de cualquier pájaro silenciado. Donde antes brillaba el agua azulada y cristalina, ideal para abrevar a las reses sedientas, ahora podía apreciarse de un tono arcilloso, rozando el color rojo, como envenenado por una mano vengativa.
Supongo que en ese momento estuvo claro para todos que el lago Nyos había sido el culpable de este crimen. Pero nadie supo reconocer cómo lo hizo, ni por qué quiso hacerlo.
¿Fue un terremoto?
Fueron semanas de investigación hasta que comenzó a resolverse el misterio. Investigadores de todo el mundo se presentaron en la región, sacudidos por la misma incertidumbre que azotaba a los lugareños de Nyos, y comprobaron rápidamente que el lago era la causa de este desastre. Resulta que el lago Nyos es de origen volcánico, está situado en lo alto de un volcán inactivo en la llanura de Oku, y una enorme bolsa de magma que palpita en su parte más profunda libera de manera intermitente grandes cantidades de dióxido de carbono, transformando el agua limpia en ácido carbónico.
Los lugareños aseguraron haber olido un aroma parecido a los huevos podridos durante la noche fatídica, lo que llevó a los investigadores a pensar, hilando este hedor con la naturaleza volcánica del lago, que probablemente se había engarzado el azufre de los volcanes con el aire que respiramos y volviéndolo sumamente tóxico. Esto podía explicar que los niños hubieran sobrevivido en una proporción mayor a los adultos, ya que los pequeños perdieron antes la conciencia y no respiraron tan profundamente el gas venenoso; esta idea también se apoyaba en el hecho de que la mayoría de los fallecidos hubieran sido quienes estaban por aquél entonces fuera de sus casas. El doctor británico Peter Baxter confirmó en el programa Witness de la BBC que “cuando nos acercamos al lago Nyos, al que se llegaba escalando una pequeña colina, vimos que sus aguas estaban muy calmadas, inalteradas, pero había peces y vegetación muertos en la superficie en los márgenes del lago [...]. La única vida que pudimos ver en el agua eran ranas, que son muy resistentes a las alteraciones y parecían estar prosperando en estas aguas”.
Enormes trazas de vegetación que parecían haber pertenecido a las orillas del lago estaban ahora en el agua, flotando, lo cual llevó a pensar que una enorme ola había arrasado el entorno para luego retroceder de vuelta a la cuenca del lago. Las aguas fueron analizadas pero, para sorpresa de los expertos, no encontraron azufre en ellas. No sería hasta semanas después que descubrieron que el lago llevaba décadas aguantando enormes cantidades de dióxido de carbono en su parte más profunda, una nube letal que no había salido a la superficie debido a que las aguas estaban estratificadas y no se mezclaban las capas superiores con las inferiores. Tuvo que darse esta ola de aproximadamente 40 metros para mezclar las aguas y liberar la nube de dióxido de carbono. Probablemente causada por un terremoto. Por tanto la teoría más aceptada (aunque no ha sido comprobada todavía sin posibilidad de error) fue que un terremoto sacudió la burbuja de dióxido de carbono que el magma había liberado en las profundidades del lago, provocó una enorme ola y liberó al gas al entorno.
“El gas te provoca la inconsciencia rápidamente y los que sobrevivieron sintieron que estuvieron inconscientes durante mucho tiempo, 10 horas o más, antes de estar nuevamente conscientes, literalmente hasta que el gas -que estaba suspendido en el aire- se elevó cuando comenzaba el día y el sol calentó la tierra”, aseguró Baxter, “algunos de los sobrevivientes despertaron con personas muertas a su alrededor. Sobrevivir o morir debido a la exposición del gas realmente fue un hecho al azar”. Aunque el lago Nyos todavía es considerado como una amenaza para la región, desde que ocurrió la catástrofe se ha instalado un sistema de tuberías para que desvíen el dióxido de carbono a un fondo de seguridad. Convirtiendo este lago siniestro y asesino en una de las atracciones más macabras para los entusiastas del tanatoturismo.
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