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Buscamos un cementerio de la Guerra Mundial... en Cáceres

En la localidad de Cuacos de Yuste se encuentran las tumbas de 180 combatientes alemanes de ambas guerras mundiales

Cementerio alemán de Cuacos de Yuste. Alfonso Masoliver Sagardoy

En una esquina diminuta del universo crece un jardín de olivos y cruces negras. Todo lo demás se desarrolla con un estruendo infame pero aquí se mastica el silencio que nos falta en cualquier otro lugar, como si este cementerio dejado de la mano de Dios (quiero decir que el propio Dios olvidó donde lo ha dejado) hubiera robado la quietud al mundo. Mi suegra suele decir que los cementerios tienen las mejores vistas en los pueblos y hoy pienso que puede que tenga razón. La vista desde este cementerio es preciosa porque el color verde se resbala sin remedio por el valle y se traga a Cuacos de Yuste y luego continúa, como un río glauco que arroja todos los días su brillo sobre el sol.

Es el cementerio alemán de Cuacos de Yuste, en Cáceres. Puede que alguno ya lo supiera pero los que no lo conozcan deberían sopesar una visita, y los que lo conocen también podrían volver, y ya de paso echarle otra ojeada a la región. O prueben a mejorar sus fotos, yo qué sé, cualquier cosa menos que me joroben el artículo. En este cementerio están enterrados 26 soldados de un submarino alemán que se hundió durante la Primera Guerra Mundial y 154 marineros y aviadores de la IIGM que fueron encontrados muertos en España o que fallecieron en hospitales de aquí. Todos son alemanes y ocho tumbas pertenecen a soldados desconocidos.

Hermann Lange, cuarenta años; Heinrich Topp, treinta y cuatro años; Walter Velten, veintiún años, Ferdinand Oberdorfer, cuarenta y dos años; Lothar Kloos, veinte años; Willi Stegner, veintidós años; ocho tumbas de soldados desconocidos donde se puede leer la sentencia: ein unberkannter deutscher soldat…. Cada tumba entre los olivos es un prodigio miserable. Aquí descansan estos pobres héroes, son héroes de su patria a fin de cuentas, hijos y hermanos y padres de niños confusos. Que resulta que sus muertes probablemente fueron horribles pero lo bueno es que ahora descansan aquí en paz. Y la ubicación de nuestra tumba debe ser lo que importa durante un espacio de tiempo mayor (nuestro cuerpo pasará más tiempo aquí que en ningún otro lugar), entonces podemos tirar del utilitarismo, en cuyo caso bastaría con decir que los muchachos ahora pueden dormir satisfechos y que esto es motivo de alegría para ellos, porque a día de hoy de todas formas ya habrían muerto. Los olivos les cuidarán.

Un pensamiento de ese momento. ¿Es que todas las muertes en este cementerio fueron violentas? Si visitamos a un cementerio común allí se aglutinan decenas o puede que cientos de tipos de finales diferentes pero en el cementerio alemán, igual que en los cementerios aliados de Normandía, debe ser que la mayoría, si no todas las muertes, fueron violentas y espantosas. Por proporción imagino que muchos se fueron llamando a su madre. Entonces la muerte da un paso atrás en esta ensoñación y su guadaña sobresale tímidamente de las tumbas. Una bala rapidísima me pasa rozando, se puede apreciar el silbido y revienta contra la pared. Le siguen un crujido y un temblor. Allá sale agua a borbotones, estalla un artefacto, pueden verse las hélices del avión, asoma una mano, explosiones, ruidos, un buque dispara sus cañones a matar, chilla un hombre herido, se aferran a los retratos de sus novias, rezan el rosario, parece todo tan real que nos entran ganas de llorar y de irnos de allí corriendo. ¡Es tan injusto!

Vete si quieres al cementerio alemán de Cuacos de Yuste. No hagas el indio pero reza por los muertos, aunque les odies, aunque seas de otra religión, ora por ellos, y si eres budista puedes ponerles un pastelito o un platillo con incienso, lo que tu quieras, siempre y cuando reces por sus almas olvidadas en esta tierra tan lejana. Existe un tipo de amor especial cuando recordamos a las almas que nunca conocimos vivas. Piensa que se tratan de soldados caídos hace muchos años y muy lejos de Alemania, son una legión de fantasmas del valle que están asustados, con muñones de sangre y agua en los pulmones, sujetos a la tierra de Cáceres sin tiempo para regresar a casa. Pobrecillos. Sería un milagro si todavía se han atrevido a salir del ataúd.

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