Viajes

Atracón gourmet entre Zaragoza y el Monasterio de Piedra

En octubre, Aragón se tiñe de fiesta en honor a su patrona y la provincia invita a vivir al aire libre

Zaragoza
La silueta de la catedral-basílica de Nuestra Señora del Pilar mira al río EbroDreamstimeDreamstime

Aunque el veranillo de San Miguel está cumpliendo su fiel tradición de regalarnos unos días más de sol y calor, el otoño ya es una realidad que comienza a sentirse no solo en las horas de luz, sino también en la magia de los tonos con los que impregna el horizonte, de ahí que se convierta en la época perfecta para realizar una escapada. Y puestos a elegir un destino para este mes de octubre, nada mejor que decantarnos por la provincia de Zaragoza, engalanada en estas fechas para celebrar por todo lo alto su fiesta grande en honor a la Virgen del Pilar.

Poner un pie en la capital del río Ebro, ya sea por primera o por quinta vez, es un gustazo. La inmensidad de la emblemática Plaza del Pilar, con la imponente silueta de su basílica, siempre emociona y, en muchos casos, pone los vellos de punta. No es para menos, pues además de la grandeza de la construcción, mantiene intacto el encanto de sus 11 cúpulas azulejadas. Obligado, por supuesto, es adentrarse en su interior y recorrer la Santa Capilla, de Ventura Rodríguez, en la que nos aguarda la bella imagen de la Virgen rodeada de plata y flores. Si hay tiempo, merece la pena pasear sin prisa por sus infinitos recovecos y deleitarse con calma frente a los dos frescos de Francisco de Goya, uno de los aragonés más célebres de la historia. Además, si el vértigo no juega en su contra, no dude en animarse a probar el ascensor panorámico de la Basílica del Pilar, pues regala al viajero una de las panorámicas más espectaculares de la ciudad de Zaragoza.

Animado casco viejo

Desde ahí arriba resulta sencillo atisbar la belleza del río Ebro que camina sereno hacia su desembocadura, dejando a su paso un paisaje urbano único. Al otro lado, el casco viejo zaragozano queda dibujado por la estampa de la Catedral del Salvador (La Seo), convertida en la gran sorpresa de la ciudad, arropada por un sinfín de callejuelas estrechas y llenas de gente casi a cualquier hora del día. Se trata de El Tubo, el barrio insigne de Zaragoza en el que se suceden calles míticas en las que comer, beber y comprar en negocios típicos «de toda la vida».

Comer bien en Zaragoza siempre resulta una tarea fácil. De hecho, se convierte en una de las «obligaciones» de cualquier viajero viajero que se precie, ya sea en forma de tapas en la barra de una taberna clásica o en la mesa de un restaurante «de postín». La oferta resulta tan variada como buena, pero hay algunas direcciones que no hay que perderse. Es el caso, por ejemplo, de El Chalet, considerado por méritos propios como uno de los mejores –si no el mejor– restaurante de la ciudad. Parte del éxito reside en el saber hacer de su alma máter, el chef Ángel Conde, quien acaba de «colgar» el delantal para jubilarse y dejar paso a las nuevas generaciones. A los mandos de su cocina deja a un equipo joven pero muy bien formado, capaz de mantener el listón de uno de los mejores steak tartar que haya probado nunca. Si le gusta esta receta, no deje de probarla, aunque la carta es tan atractiva y sugerente que merece la pena probar más de un plato principal y, por supuesto, algún que otro postre.

Con las fiestas del Pilar como telón de fondo, la buena gastronomía está asegurada durante estas fechas en Zaragoza de la mano de PilarGastroWeek, que ofrecerá del 7 al 15 de octubre la mejor versión de algunas de las cocinas más importantes de los restaurantes de la capital y de la provincia.

La magia del agua

Zaragoza es mucho más que su capital. Por ello, en una escapada a la provincia, el viajero ha de seguir la senda del agua y de la naturaleza, que cobra todo su esplendor en el Monasterio de Piedra, caracterizado por sus espectaculares cascadas que nos guían a través de un paraje de ensueño.

Árboles de un color verde intenso acariciados por la armonía de los dorados que ya empiezan a dominar el horizonte, El Parque, Jardín Histórico, del Monasterio de Piedra, ofrece un inolvidable recorrido a través de una exuberante naturaleza. Un paisaje sorprendente donde caminos y senderos cruzan cascadas, arroyos, lagos y grutas, a la sombra de árboles centenarios y una excepcional vegetación que engatusa tanto a grandes como a pequeños.

Su insólito emplazamiento geológico, alimentado por el Río Piedra, da lugar a un espacio único con una asombrosa variedad de flora y fauna. No por casualidad se creó aquí hace 150 años la primera piscifactoría de España, y está considerado un ecosistema de extraordinaria riqueza biológica. Razones más que contundentes para que el Monasterio de Piedra se corone en la lista de algunas de las excursiones imprescindibles por la provincia de Zaragoza. Y esto es válido tanto para familias como para parejas, ya que este escenario posee una gran dosis de romanticismo.

Cañones y paredes verticales

Más allá de las cascadas, muchos son los lugares de interés que esconde el valle del Piedra aguas arriba del monasterio del mismo nombre, pues este valle, cada vez más despoblado, guarda un patrimonio natural y cultural excepcionalque deja atónito al viajero. Es lo que ocurre con el cañón del río Mesa, considerado como uno de los más espectaculares y desconocidos espacios naturales protegidos de Aragón. Entre las sorpresas con las que agasaja al visitante sobresalen las altísimas paredes verticales de más de 100 metros y un entorno natural privilegiado con abundancia de grandes aves rapaces que sobrevuelan el cielo azul, haciendo de este lugar una obligación para los amantes del turismo ornitológico.

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ZaragozaLa RazónLa Razón

Para recuperar fuerzas después de una buena caminata por la naturaleza, no hay que perder la oportunidad de darse un homenaje gastronómico en alguno de los restaurantes que salpican la provincia. Entre Zaragoza capital y el Monasterio de Piedra merece la pena hacer un alto en el camino en La Almunia de Doña Godina. En este coqueto pueblo nos espera el restaurante hotel El Patio, un refugio del buen comer gracias a los productos de la tierra que se sirven con maestría, pero sin grandes artificios, dejando al comensal el placer de disfrutar de los sabores de siempre. Obligado probar las acelgas rehogadas con jamón, sencillas pero deliciosas, así como el hígado de ternasco a la plancha, típico del lugar.