Coronavirus

Antonio Garrigues Walker: “No pierdo mucho tiempo con el miedo”

Recuperado del coronavirus, el abogado y jurista hace balance de lo que estamos viviendo y advierte de que “la Humanidad casi nunca aprende nada”

Antonio Garrigues Walker , abogado .
Antonio Garrigues Walker , abogado .© J. FDEZ. - LARGO

Salir de casa, entrar en un bar y pedir una caña. Esta es la sucesión de hechos que se le viene a la cabeza a Antonio Garrigues Walker (Madrid, 1934) para el día que nos levanten el arresto domiciliario. Abogado y jurista de prestigio internacional, el actual presidente de la Fundación Garrigues acaba de ser elegido por el ministro de Justicia para diseñar la nueva ley del derecho de defensa, un encargo que le tiene «entusiasmado». Aunque hace apenas un mes dio positivo por coronavirus, por teléfono se le oye a pleno rendimiento. Ha pasado el confinamiento pintando (adjuntamos prueba documental), escribiendo y leyendo. No le ha resultado un suplicio, pero desconfía de que hayamos aprendido algo de todo esto. La única predicción clara es que este verano volverá a reunir a su familia en una obra de teatro coral cuyo libreto ya le ronda la imaginación.

-¿Cómo está llevando todo esto?

-La verdad es que muy bien. A mí me gusta mucho leer, escribir y pintar. Aunque como es lógico me gustaría salir a trabajar, ver gente, hablar... Pero no lo considero ni un destierro ni una maldición.

-Supongo que también depende mucho del camarote, tomando la metáfora de que vamos en el mismo barco.

-Desde luego, los hay muy cómodos y muy claustrofóbicos. Y hay que respetar eso, aunque yo no me puedo quejar bajo ningún concepto.

-He leído que ha estado enfermo.

-Hace como veinte días di positivo y pasé un día en el hospital, pero ya estoy fuera. Me he dado el alta yo a mí mismo. Es que o lo hace uno o estás perdido. Ja ja ja, es una maravilla, te das de alta y te quedas tranquilo.

-¿Cómo lo afrontó? ¿Tuvo miedo?

-No hacían más que insistirme en que estaba en el grupo de riesgo y eso me tenía preocupado, pero la verdad es que nunca he tenido miedo a ese tipo de temas. No pierdo mucho tiempo con el miedo. Nunca lo he hecho, ha sido una máxima en mi vida. En eso me ayudó mucho mi padre, que repetía que solo hay que tener miedo al miedo. En cuanto uno se quita eso, se acabó. Hay que relativizarlo todo; si me muero, pues me he muerto. No hay que darle más vueltas. Cada día creo más que eso de descansar en paz debe de ser una maravilla.

-¿Es usted creyente?

-No soy creyente en el sentido dogmático religioso, tengo un sentimiento espiritual. No tengo la más remota idea de si existe otra vida, la verdad.

-¿Está aprendiendo algo de esta experiencia tan extraordinaria?

-En realidad, situaciones como esta no deben extrañarnos nada. De todas las pandemias se ha salido y saldremos también de esta. Otra cosa es si habremos aprendido algo en el proceso. La verdad es que la Humanidad aprende pocas cosas, en cuanto salgamos de esto volveremos a la normalidad, a las viejas costumbres y las viejas realidades. No creo que el ser humano vaya a mejorar o empeorar en forma alguna.

-Decía el actor Ricardo Darín que el mundo se ha parado porque solo consumimos lo que necesitamos.

-Si alguien cree que se va a limitar el consumismo a partir de ahora, se equivoca. Resurgirá con mucha fuerza, quizá se transforme en algo más selectivo pero cabe la posibilidad de que aumente incluso. Y esto no quiere decir que el ser humano sea deplorable, solo que después de una época de restricciones vendrá una de más consumo.

Pintura de Garrigues Walker
Pintura de Garrigues WalkerLa Razón

-¿No está contra las cuerdas el sistema capitalista?

-De todo hay que aprender y se pueden sacar conclusiones, pero que nadie crea que esto va a cambiar radicalmente el sistema. No lo va a hacer y es que tampoco hay muchas otras opciones desde el punto de vista económico. Admitirá retoques y sofisticamientos, pero eso es todo. No podemos darle a esta situación una dimensión trascendental ni trascendente. En cuanto pase el riesgo, volveremos a una normalidad bastante parecida a la que teníamos.

-Aquí cada país se ha gestionado su propia pandemia. ¿Dónde deja eso a la Unión Europea?

-Ese fenómeno sí que es preocupante, la falta de solidaridad y de trabajo en equipo. Lo que está pasando en Europa es deplorable pero tampoco puede sorprendernos; nunca se ha unido para nada. Aceptémoslo. En EEUU está ocurriendo lo mismo entre los estados y el gobierno federal. Estamos en una época en la que necesitamos líderes con grandeza y no los tenemos. Ni de espíritu ni de ideas. Es una pena enorme. Estamos viendo una pequeñez de sentimientos y de soluciones realmente alarmante.

-¿Y nuestro Gobierno cómo lo está haciendo?

-España no habría podido tomar el liderazgo en esta crisis y, por tanto, hay que juzgarla por lo que podría haber hecho. Siempre menciono el caso de Portugal como ejemplo, con esa mezcla inglesa, española, europea. Hace todo bien, con calidad, sensibilidad y cultura. Tenemos mucho que aprender y, sin embargo, vivimos de espaldas a ellos. En general, los liderazgos están siendo inocuos, flojos, alguien tiene que demostrar alguna grandeza. Y no me refiero solo al Gobierno y a la oposición, sino a todo el mundo político y también al mundo empresarial y sindical, que, por otra parte, son los que mejor se han portado.

-¿Nos espera una ola de proteccionismo y nacionalismo?

-Espero justo lo contrario. Que la gente sensata se dé cuenta de que ante los problemas globales hacen falta soluciones globales. Si encima sacamos la conclusión contraria es que nos merecemos todo lo que nos está pasando.

-Parece usted una persona muy optimista.

-Totalmente. Creo además que es una obligación del ser humano. El derecho a ser pesimista está reservado a unos pocos y normalmente lo ejercen otros que no tienen motivo alguno. Es de las inhumanidades más tristes que se pueden ejercer. Además, es un aburrimiento.

-Mantener ese talante ante lo que se nos viene encima se antoja una empresa difícil...

-Que vamos a pagar un alto precio es indudable, pese a que los análisis del FMI siempre han sido muy discutibles. Espero sinceramente que tengamos una capacidad de recuperación fuerte, me niego a ser pesimista. Ahí es donde de verdad España tendría que utilizar esos datos, no para echarnos la culpa unos a otros sino para establecer la idea de acuerdo. Los Pactos de La Moncloa se quedan cortos, deben ser aún más exigentes. No nos podemos acobardar, hay que seguir luchando. Y los que estamos en un grupo de riesgo tendremos que aceptarlo. Así es la vida. No debemos dramatizar.

-¿Ha habido una batalla entre la supervivencia económica y la salud de las personas?

-Es verdad que ese es un tema muy delicado, una relación y un equilibrio difíciles, pero en este momento no hay ningún país en el mundo que esté dando lecciones de grandeza. Estamos todos como encerrados en nuestra propia crisis y habría que saber levantar la cabeza. Que no haya habido en Europa una capacidad de acción conjunta en una situación como esta le hace a uno perder la fe en Europa. Esa es la verdad.

-¿No le inquieta que el estado de alarma, tan prolongado, esté restringiendo demasiados derechos?

-Bueno, en todo caso es una situación que nos debe inquietar y ante la que debemos permanecer vigilantes. Sobre todo, para que no se modifiquen en ningún sentido nuestros derechos constitucionales. Dicho esto no tengo prueba alguna en sentido contrario y confío en que no se produzca.

-¿No es un momento idóneo para replantearnos prioridades vitales?

-Lo es para darnos cuenta de que sin ética no hay futuro. Hay que aceptar de una vez que con niveles bajos de ética, esto no funciona. Y no hablo de cuestiones espirituales ni de buenismo. Estamos bajando los niveles de una manera vergonzosa.

-¿Y qué hacemos con China?

-Hay que tenerla en cuenta. Europa nunca ha mirado bien al este, no se ha preocupado de su relación con China, ni con Japón, ni con Indonesia. Hay que involucrarlos mucho más en nuestros temas, occidentalizarlos. Convertirlos de alguna forma a nuestra causa. Tenemos derecho a pensar que Europa es un continente muy válido, con enormes valores. Hay que empezar a tener una relación más intensa, profunda y comunicativa con el este en su conjunto. Hay muchísima gente en Europa a la que el tema chino no le interesa lo más mínimo. Sin Europa la idea de un futuro civilizado es muy complicada.