Sociedad

Economía Digital

¿Cómo fabricar y viralizar un bulo en la red?

Sencillez, accesibilidad y reafirmación de la verdad, salpimentado con emociones diversas, ingredientes de éxito en los embustes online

La Junta impulsa una campaña en redes sociales para erradicar los bulos que circulan sobre migrantes
Campaña 'No des bola al bulo'.larazonJUNTA

¿Fabricar un bulo es misión complicada? ¿Cuál es el perfil de su ideador? ¿Qué nos impulsa a replicarlos rápidamente? ¿Por qué le otorgamos credibilidad? En realidad, fabricar un bulo online es un ejercicio sin excesiva complicación. La Humanidad lleva practicando el arte del engaño con algún fin desde sus orígenes. El antecedente más reciente, el de los juglares, que, en nombre del señor por un puñado de monedas, recorrían las aldeas esparciendo su mensaje cierto o ficticio. Ahora, siglos después, el embuste, la mentira, el camelo se propaga a la velocidad de un clic. Eso sí, siempre con el buscado deseo de conseguir movilizar al mayor número de personas en una dirección concreta.

¿Pero qué ingredientes debe tener el buen bulo o lo que muchos prefieren denominar fake news en señal de lo que saben que, en realidad, ignoran? Es bien simple. El mensaje inventado, manipulado o medio cierto debe ser “accesible, sencillo y reafirmar la verdad del colectivo con el que se va a compartir”. Si reúne estos requisitos, la comunidad online lo entenderá y lo compartirá porque creerá que es útil para el grupo. Es decir, será garantía de éxito y rápidamente cuasi a la velocidad de la luz se extenderá. Así lo asegura a La Razón José Antonio Alguacil, CEO de Ilusion Labs, experto en marketing y en la red.

Si, además, el bulo se salpimienta con emociones, el triunfo está más que avalado. Una desinformación que genera miedo, a lo desconocido, al futuro, a lo diferente... se abre paso como la pólvora, puesto que es un sentimiento que paraliza y mueve a la masa. La Humanidad enarbolando su bandera ha cometido las mayores tropelías una y otra vez. Los generadores de bulos que incitan al temor en la red buscan eclipsar la realidad. Mientras, se cultiva la polémica sobre una noticia falsa se desvía la atención del problema real. Esta técnica la utiliza, según Alguacil, con gran habilidad Donald Trump.

El bulo también puede estar cargado de esperanza, emoción que básicamente nos mueve hacia un lugar mejor y nos pide un esfuerzo para alcanzarlo. Por tanto, esa falsa noticia nos involucra como colectivo. Y, por último, y no menos importante, la información engañosa puede provocar deseo, es el sentimiento más usado en el marketing, es la apelación a la pulsión comercial.

Una vez comprobado que es fácil fabricar un bulo, la siguiente cuestión que surge es a quién interesa engañar a los demás. La respuesta es contundente, a cualquiera que tenga en mente conseguir un fin. Cualquier asunto que divida o genere dudas toca una fibra muy sensible al afectar a la identidad como colectivo, provocando que se posicione para reforzar el vínculo identitario.

A su juicio, políticos, empresas e incluso particulares pueden tramar un engaño online para su beneficio. Al final, España es el país del Lazarillo de Tormes y, por tanto, de la picaresca, que ahora se multiplica por infinito en la red, especialmente estos días, al calor del confinamiento. Con ella, se pretende influir, condicionar la opinión y manipular el comportamiento de los receptores de la misma.

Los bulos bien fabricados fluyen como torrentes por la red, porque confirman las creencias grupales en un sentido o en otro y, por tanto, fortalecen la pertenencia al mismo. El mensaje difundido online puede ser falso totalmente o consistir en una manipulación de contenidos reales. El presidente de Estados Unidos es un claro exponente de esta última estrategia durante la pandemia global, buscando el origen del covid-19 en un laboratorio chino.

La falsa noticia también puede construirse con un contenido engañoso ambiguo o directamente falseando la información o ninguneando ciertos datos. El bulo viene a cubrir incógnitas que oficialmente no se despejan en ese momento, como en el caso del covid-19 de dónde viene y cómo se cura. La desinformación se cuela por la red jaleada por esa ausencia de una repuesta oficial.

¿Pero se puede detectar y erradicar la falsedad online? Alguacil recomienda hacer del pensamiento crítico, que ya preconizaba Sócrates en la Grecia clásica, nuestro modus vivendi. “Hay que cuestionar y dudar toda la información que se recibe. Solo la lectura de lo opuesto a lo que pensamos nos alejará de los bulos”, asegura. Para este fin, “se puede utilizar la propia red. Si te llega una información de la que dudas su procedencia, busca por la web. Probablemente, no encontrarás nada sobre esa cuestión”.

Validación social

En los últimos tiempos, se han reproducido como hongos también las cuentas falsas en todas las plataformas de comunicación como estrategia de marketing para la validación social. Así, Facebook cuenta con unos 370 millones de cuentas falsas. Una de cada seis, lo son. Casi 50 millones de perfiles en Twitter son ficticios, lo que representa el 15% de la red. Mientras, Instagram tiene 150 millones de cuentas.

¿Qué se busca con estas cuentas falsas o comprando seguidores en internet? En realidad, se busca una validación social, que provoca un efecto domino y hace que más usuarios sigan ese contenido. Sin embargo, advierte contra esas prácticas, que, al final , terminan dañando el prestigio de todos. Como botón de muestra cita el vídeo didáctico para niños del Ministerio de Sanidad, que el 27 de abril pasado recibió miles de intereacciones ficticias en Facebook. “Nunca se sabrá cómo fue. Al final, ha quedado como algo deshonroso para desprestigio social de unos y de otros”. Por eso, previene contra cuentas con más de un 12% de seguidores ficticios por restar credibilidad a los mensajes.