Literatura

Pilar Eyre: «Yo pertenezco al bando de los vencedores»

La periodista recrea un romance en la Barcelona de posguerra salpicado de recuerdos familiares y personajes extraídos de la burguesía

La escritora y periodista presentó esta semana en Sevilla su último libro
La escritora y periodista presentó esta semana en Sevilla su último libroManuel OlmedoLa Razón

Pilar Eyre era una niña «feúcha y repelente» a decir del autorretrato que figura en su última novela, «Un perfecto caballero» (Planeta), donde desfila gran parte de su familia como personajes de la Barcelona franquista. «Yo era la lista en una familia de guapos», recuerda entre risas, pero fue muchas otras cosas. De estudiante fue «la roja» en un clan de falangistas que asistía con disgusto al despertar ideológico de una joven Pilar.

Su padre estuvo condenado a muerte y durante la guerra «despertaba cada mañana esperando que lo fueran a fusilar». «Tenía 18 años y era falangista. A los 96 murió sin hablar de aquello», rememora la periodista, que ha buceado en aquellas «historias pasadas» para realizar un retrato de los años posteriores a la contienda desde la cara menos abordada por la literatura. «Mi padre no hablaba nunca de aquella época, pero sí tengo muchos recuerdos familiares que ya no sé si son inventados, si me pasaron a mí o si me los han contado». «Con todo eso –explica– durante todos estos años fue cristalizando un libro dentro de mí que yo sabía que tenía que escribir. Si mis padres hubieran vivido no lo habría escrito porque aunque es una historia de ficción todo lo que pasa tiene una base real».

Personajes reales y ficticios desfilan por una novela que refleja los extremos de aquella Barcelona de obreros que dormían en el suelo de las fábricas por no tener a dónde ir y la de las «damas y caballeros» cuya mayor preocupación residía en encontrar un atuendo adecuado para su siguiente fiesta.

Eyre no deja de recordarse en voz alta que «pertenezco al bando de los vencedores», para a continuación lanzar una reflexión extensible a cualquier guerra: «No hay en realidad vencedores y vencidos, todos perdieron la posguerra. También llego a la conclusión de que hay gente honrada en los dos bandos». Como si tuviera la necesidad de justificarse, apunta que su familia no se enriqueció pese a las oportunidades que tuvieron como familia burguesa afecta a la dictadura de Franco.

Paradojas de la vida, la presentación de «Un perfecto caballero» fue el 24 de octubre del año pasado. Solo unas horas antes, el dictador había sido exhumado del Valle de los Caídos, cerrando la penúltima página de la negra historia reciente de España. Para Eyre, cerrar un capítulo no implica que el silencio caiga sobre una etapa. «Todo el día tendríamos que estar hablando de la Guerra Civil porque venimos de esa generación truncada. La sombra llega hasta nuestros días, solo hay que ver la política de hoy en día –mantiene–. Yo pertenezco al bando de los vencedores y hasta que entré en la Universidad creía cosas absurdas, como que habían sido los rojos los que habían empezado la guerra. La terminología de mi familia era siempre de los rojos y los nacionales». Creciendo en ese ambiente franquista, recuerda que «el maquis para mí eran unos bandoleros que robaban y mataban niños. Y luego me volví más roja que nadie, en un partido de extrema izquierda, para gran disgusto de mi familia. Por la ley del péndulo me fui al otro lado y ahora creo que estoy en medio», dice sobre su posición política. «En mi juventud vivía Franco y teníamos un enemigo claro al que combatir, no era esta cosa vaga de ir contra el sistema. Por todo eso también por un chico, que era de ideología de izquierdas y te vuelves más de izquierdas que nadie porque quieres compartirlo todo: amor e ideología».

De vuelta al presente, defiende la compatibilidad de su doble faceta de escritora y periodista y opina sobre una profesión, esta última, en permanente entredicho y en plena crisis.«El periodista independiente no ha existido nunca, seamos sinceros, porque trabajas en una empresa que necesita anunciantes y que necesita inyecciones de dinero. Si no fuera así, sería muy triste porque querría decir que dependes de una subvención del Estado o de algo raro. Yo hace cuarenta años que soy periodista y nunca se me ocurriría escribir contra un gran anunciantes de mi periódico porque es el que nos está dando de comer a todos. No somos kamikazes, estamos haciendo nuestro trabajo de la mejor manera posible».

Con su trabajo en la prensa del corazón, que tanta popularidad le ha dado, admite haber tenido «todos los problemas del mundo». «No soy amiga de los famosos, no se me ocurriría invitarlos a la boda de mi hijo. Ese para mí es el límite», dice. No ve nada reprochable en ese periodismo que toma un personaje y hace de él noticia. «Ellos representan un espectáculo y yo como periodista opino sobre ello. También tengo que aguantar que digan barbaridades de mí porque ahora con las redes sociales cualquiera puede decirlas», dice con cierta resignación, aunque en el fondo parece pasarlo bastante bien: «Yo más que afearles algo que hacen mal lo que hago es echarme unas risas. Ellos se lo toman a mal, pero mis lectores y yo no».