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«El viaje»: guía ilustrada para hablar de lo que nadie habla

Agustina Guerrero aleja del humor a su personaje «La Volátil» en una historia de autoconocimiento y amistad con el aborto y Japón de fondo

Agustina Guerrero
Agustina GuerreroMarta CalvoMarta Calvo

La vida de Agustina Guerrero (Chabacuco, Argentina, 1984) se escribe en viñetas desde hace una década, cuando sus vivencias se transformaron en «La Volátil», un personaje concebido como un diario íntimo que dio el salto a las redes sociales y después al papel impreso. Su última aventura es «El viaje» (Lumen), un recorrido por Japón que Guerrero tenía planeado convertir en el cuarto libro con su «alter ego» como protagonista. A la vuelta, la idea inicial de plasmar una historia sobre sus peripecias y las de su amiga Loly envueltas en la cultura japonesa quedó en un segundo plano por una vivencia personal que la atravesó y le hizo replantearse cómo había afrontado un aborto voluntario.

«El libro empieza con una ataque de pánico y fue literal así, estuve a punto de pegar media vuelta y volverme a Barcelona», confiesa la autora. «A partir de ahí empezaron a florecer de mi interior un montón de sensaciones que tenía negadas». Tuvieron diez días para recorrer las ciudades de Tokio, Hakone y Kioto, visitaron los templos de Sensoji y Daisho-in, los santuarios Fushimi Inari Taisha y Meiji Jingü y hasta durmieron en un hotel cápsula, todo fielmente reflejado en la guía de viaje que transcurre paralela al tránsito interior de las protagonistas.

«La primera noche me cogió otro ataque de pánico y le dije a Loly que pensaba continuamente en el aborto. Ahí tome conciencia de lo duro que había sido para mí silenciarlo, de cierta manera negarlo, y no transitar un duelo como se merece», reconoce la ilustradora. «Este libro apuesta por hablar de lo que nadie habla. Cuando yo empecé a contarlo a mi entorno fue algo muy loco porque amigas cercanas que habían pasado por lo mismo empezaban a contarme su experiencia, incluida mi mamá. El hecho de que yo lo hablara les ayudaba a sanarlo».

Guerrero no ahonda en los detalles del cómo, el dónde y el porqué vivió esa experiencia. «Me parecía irrelevante, pero quería contar qué viene después de eso, cuán necesario es poder hablarlo, sentirse acompañada y no experimentar todo ese camino sola porque hace que sea muchisimo más difícil».

El personaje que comenzó arrancando sonrisas por su peculiar y exagerada manera de mostrar el día a día de una mujer ha madurado a la par que su creadora, pero mantiene la honestidad en unas historias que han ganado complejidad. Guerrero dibuja emociones reconocibles y pone palabras a los viajes internos que implica crecer, tengan o no que ver con el episodio concreto que narra. «Es muy difícil convivir con la ansiedad, con el insomnio, pero fue la alarma de que tenía que hacerle caso a lo que estaba viviendo y empezar a nombrarlo», explica. En este trayecto cobra importancia su compañera, Loly, cuya experiencia real, opuesta a la suya, sirve de contrapeso. «Como hubo toda esta revolución interna entre las dos teníamos que decidir qué contar y qué no. Me dio el permiso para poder hablar de las dos versiones: del aborto voluntario y del involuntario».

Aunque el humor no está tan presente como al principio, Guerrero lo considera una evolución natural: «Tanto la tristeza como la alegría pueden ir de la mano», advirtiendo de que «el personaje se está encaminando en otra dirección». «Me sumergí como en un trance, nunca me había pasado algo igual y eso se refleja. El personaje ha dado un salto» y camina a su lado. «Desde que nació siempre me fui llevando por lo que estaba sintiendo», explica Guerrero sobre unos inicios que evocan a las «mujeres alteradas» de la también dibujante argentina Maitena, con los que su generación creció en sus dos países, Argentina y España, pero que avanzan hacia narraciones más profundas sobre la naturaleza humana.