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Retratos sin tiempo

La muerte como compañera de trabajo

El sepulturero sevillano Juan Carlos Burgos reivindica una profesión invisibilizada, más en tiempos de covid

Juan Carlos Burgos trabaja como sepulturero en el cementerio de San Fernando de Sevilla Kiko Hurtado

Cuando el coronavirus comenzó a habitar entre nosotros, otro virus se expandió a velocidad incluso mayor: el miedo. Con él metido en el cuerpo recorría Juan Carlos Burgos el trayecto en autobús que separa su pueblo, Camas, de su trabajo en el cementerio de San Fernando de Sevilla, donde ha dado sepultura a miles de personas en los últimos 17 años. No ha olvidado la primera vez que inhumó un cuerpo; tampoco las innumerables que ha exhumado los restos de otros seres humanos, «todos los días hay alguna». Antes fue jardinero o asfaltó calles, hasta que optó a una plaza de sepulturero en un camposanto singular construido en 1852 y con 18 hectáreas de superficie. Es escueto compartiendo su experiencia, una labor invisibilizada socialmente cuya importancia reivindica. Como oficial de primera, acompaña a las familias a ver la sepultura «para comprobar las medidas porque cada una es diferente. Tienes que solucionar los problemas que surjan». Con la covid, muchos más. «Había familias que no aceptaban la limitación para entrar, querían despedirse y yo lo comprendía, pero estábamos expuestos a contagiarnos». El dolor infinito de la muerte multiplicado, como los fallecidos en este último año, especialmente desde Navidad.

Mientras el país entero permanecía confinado en sus casas, Juan Carlos y sus compañeros convivían con el desconocimiento de la enfermedad, él pegado a diario a la televisión para estar al tanto de cualquier noticia nueva, y sin poder evitar la sensación de que en cualquier momento sería quien metiera el virus en casa. A la sombra del paseo imponente de cipreses llega uno a olvidarse de que a sus pies yacen tantos sevillanos, ilustres cada uno en su particularidad, hasta que se cruza con las expresiones de dolor de quienes vuelven ese día de la ceremonia del adiós. Será por eso, o por creer que ya ha habitado demasiados años entre esas tumbas, que tiene claro que él será ceniza a las pocas horas de morir.

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