Medio Ambiente
El cambio climático amenaza las praderas de posidonia del Cabo de Gata en Almería
El estrés térmico altera un ecosistema único en aguas del Parque Natural almeriense
El clima en la cuenca Mediterránea está cambiando a un ritmo mayor que en el resto de las regiones del mundo y los efectos ya se notan en la biodiversidad del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar. En la actualidad, la temperatura media ambiente y del propio mar es 1,5 grados centígrados más alta que en la época preindustrial, situándose la media anual en los 17,9 grados.
Según señala el doctor en Geografía, Alfonso Rafael Viciana Martínez-Lage, esto supone “el principal factor de riesgo para la posidonia oceánica, con una situación muy próxima al umbral límite de supervivencia de un magnífico hábitat para la biodiversidad de fauna y marina en la zona”.
El estudio publicado por el Premio Extraordinario de la Universidad de Granada en 2001 en el último número de la revista que edita la asociación Amigos del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, señala que “la alteración y destrucción de esta joya de nuestra naturaleza tendrá multitud de consecuencias, como la erosión, el incremento de los oleajes y la pérdida de los recursos pesqueros”. Además de fijar los sedimentos en el lecho marino, la posidonia es una fuente de alimentación de material para las playas, al suministrarle “aportes biogénicos, tales como restos esqueletales, fragmentos de conchas y caparazones”.
El presidente de la asociación Amigos del Cabo, Antonio Hermosa, colectivo que reivindica la conservación del Parque Natural Marítimo Terrestre; reconoce “preocupación por el debilitamiento de las praderas de posidonia, las principales aliadas en la eliminación del anhídrido carbónico y responsables de mantener cristalinas las aguas”. La incidencia del cambio climático también estaría afectando a “campos de coral, elementos muy valiosos para mantener la biodiversidad” y sería una de las amenazas más serias para que “muchas generaciones puedan disfrutar de este entorno privilegiado, ejemplo de pureza y salubridad en el medio marítimo”, advierte.
La fauna y flora del Cabo de Gata se enfrentan, además, a un aumento en la letalidad provocado por la acción humana. José Ignacio Domínguez, coordinador provincial de Ecologistas en Acción, denuncia “problemas concretos dentro del parque, como ataques a la posidonia por parte de embarcaciones que fondean encima de las praderas y que con el ancla arrastran toda esta riqueza ambiental”.
Aunque se estarían acotando playas para separar las zonas de baño de las de navegación, “no se protege el medio ambiente, sino a los bañistas. Pedimos mayor conciencia porque en zonas como Aguamarga, los fondos marinos están llenos de bloques de cemento que pierden los barcos en sus amarres y que destruyen los ecosistemas marinos “. Piden la colocación de boyas ecológicas que delimiten y protejan las zonas con “mayor presencia de estos organismos”.
Irreversible ya el cambio climático, se teme ahora que el aumento del nivel del mar modifique también el espacio litoral y los frentes costeros, que en zonas urbanas han sido intervenidos por la acción humana “eliminando cauces, estrechando ramblas o taponando con edificaciones e infraestructuras áreas de evacuación de caudales fluviales al mar”; según apunta el estudio publicado en ‘Eco del Parque’.
“Todo el mundo quiere construir en Cabo de Gata, tener su hotel o su chalet aquí. No podemos permitir que esa masificación continúe”, dice el vicepresidente del Grupo Ecologista Mediterráneo, Antonio Fernández, que alerta de “avances poco sostenibles de la agricultura en la zona y un interés urbanístico en auge ante el atractivo del parque”. Según el GEM, habría “un millón de visitas en el Cabo de Gata cada año y tenemos que conjugar el turismo con la sostenibilidad medioambiental. Nos oponemos a que cada pequeño cortijo abandonado se convierta en una plaza hotelera y que se salpiquen zonas de paso de vehículos en el entorno natural. Ya hay espacios urbanos suficientes en San José, Rodalquilar y las Negras para construir. No vamos a permitir que destruyan un paisaje que es único en Europa”.
Con varios proyectos turísticos a la espera de autorización ambiental, el más polémico en la playa de Los Genoveses, el litoral almeriense se encuentra también con la posibilidad de que se construya un parque eólico marino con veinte generadores y en un área de 70 kilómetros cuadrados. Ya hay 14.000 firmas contra un proyecto a 6,5 kilómetros de la costa, visible desde playas tan conocidas como la de Los Muertos y que pretende utilizar el transformador de la ahora desmantelada central térmica de Carboneras.
“Hay que buscar el equilibrio”, explica Antonio Hermosa, quien sostiene que “estamos a favor de las energías alternativas, pero a través del autoconsumo. Nos sorprende que se quiera apostar por infraestructuras que alteran gravemente el paisaje y atentan contra el modo de vida de los vecinos de la zona y de la fauna y flora autóctonas”. Múltiples desafíos para un destino turístico que engloba algunas de las consideradas ‘playas más bonitas de España’.
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