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Opinión | Agricultura

Dinamitar la PAC es dinamitar Europa

Von der Leyen y sus comisarios demuestran una preocupante falta de rigor y sensibilidad social, actúan como si el campo fuera algo secundario

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen EP

La reciente propuesta del Marco Financiero Plurianual (MFP) de la Comisión Europea representa un torpedo directo al corazón del campo europeo. Lo que debería ser una herramienta para reforzar la cohesión, la sostenibilidad y la soberanía alimentaria, se ha convertido en un documento radical, cínico y desconectado de la realidad rural; redactado por una élite que legisla desde despachos con vistas a Bruselas, pero no al mundo real.

El 70% del territorio europeo es rural y la PAC es su política troncal. Nació para complementar la renta de agricultores y ganaderos, garantizar la producción de alimentos y mantener el medio rural con vida. Esta política troncal, que canalizaba en los años 80 un 70% del presupuesto total de la UE, ha quedado herida de muerte en la propuesta de la Comisón Von der Layen, que pese a incrementar el presupuesto global de la UE hasta los 2 billones de euros, reduce la partida de la PAC a poco más de 300.000 millones, el equivalente al 15% del nuevo presupuesto. Es decir: menos dinero para más exigencias, y menos margen para sostener la rentabilidad de las explotaciones.

La nueva estructura de fondos, en lugar de reforzar el modelo productivo europeo, lo debilita. Se eliminan los dos pilares que sustentan la PAC, los fondos FEAGA y FEADER, y queda todo diluido en un Plan Nacional de Recuperación, donde el gobierno de turno podrá decidir las prioridades, y la agricultura tendrá que participar en el reparto con el resto de sectores. Estaremos a expensas de su criterio político.

La PAC pierde su condición de política (P) al dejar de tener un presupuesto propio, una estructura y unos fondos; pierde su condición de agraria (A) al diluirse su apoyo económico con el conjunto de sectores; y pierde su condición de común (C), ya que las decisiones dejan de ser europeas y pasan a ser nacionales.

La presidenta Ursula Von der Leyen y sus comisarios han demostrado una preocupante falta de rigor político y sensibilidad social y actúan como si el futuro del campo fuera una cuestión secundaria, cuando, en realidad, es un pilar estratégico del proyecto europeo.

Mientras el Parlamento Europeo, que a diferencia de la Comisión sí cuenta con europarlamentarios elegidos por los ciudadanos, trata de mantener el equilibrio y proteger los intereses del campo, la Comisión «se otorga» carta blanca para modificar las reglas sin consultar ni informar. ¿Con qué autoridad moral o democrática lo hacen? ¿Quién les ha dado ese poder y legitimidad para redibujar el mapa presupuestario sin transparencia, sin diálogo y sin conciencia de lo que está en juego?

Andalucía –una de las regiones más productivas, biodiversas y sostenibles de toda Europa– está directamente amenazada por este marco. Con más de 250.000 explotaciones agrarias y un millón de hectáreas dedicadas a cultivos permanentes como el olivar, el sector agrario andaluz ha demostrado su compromiso con el medio ambiente, la calidad y la seguridad alimentaria. A cambio recibe desprecio institucional y recortes que ponen en jaque su viabilidad. Y no solo en el sur, sino en toda España, donde –el sector agroalimentario genera más del 9% del PIB y más de 2,2 millones de empleos– estas decisiones arrasan, cual DANA, la esperanza de agricultores y ganaderos.

Se ignora al agricultor profesional que ha realizado grandes esfuerzos por unirse y agruparse. Se le penaliza con ayudas degresivas. Se burocratiza la gestión agraria hasta extremos absurdos, inviables e incumplibles. Se le roban derechos al campo: se le exige más, pero se le da menos.

Desde aquí lanzo una propuesta: le cedería a Von der Leyen 11 hectáreas de terreno (y fíjense que digo «le cedería» que si tuviera que comprarlas, otro gallo cantaría…) para que, durante los siete años que dura el Marco Financiero Plurianual, se dedique a explotarlas como agricultora. Que se enfrente a todas las normativas que ella misma ha contribuido a imponer. Que viva de la tierra, que pague cada insumo, cada trabajador, cada factura, cada seguro, cada litro de gasóleo. Que cumpla la burocracia diaria, que justifique hasta el último metro cuadrado de cultivo, rotación, leguminosa y leñoso, que no falle ni un dato del cuaderno de explotación; que siembre, que trate sólo con los fitosanitarios permitidos, que pague salarios (si ha encontrado mano de obra, claro), Seguridad Social y Hacienda, que tenga un impecable plan de prevención de riesgos laborales y que no se le cuele ningún trabajador en régimen irregular… y después de las mil y una noches pendientes de su cultivo, que coseche a tiempo productos «top», y que, al final, venda su producción como pueda, a como esté el mercado, o como la UE le haya permitido, porque tendrá en Europa cantidades ingentes de productos de fuera de la UE sin control ni inspección en frontera.

Que la Sra. Von der Leyen pretenda vender su arroz en un mercado inundado de arroz de Birmania, o tomates de Marruecos o naranjas de Egipto. Y por último, que cobre la factura…y entonces, sólo entonces, que se siente con sus esbirros a legislar. Porque no hay más ciego que el que no quiere ver, ni más sordo que el que no quiere oír. Y le pediría, desde la dignidad del campo, que no muerda la mano que le da de comer. Basta ya de ningunear al campo.

Es hora de escuchar a quien tiene las manos manchadas de tierra

A esto se suma un acuerdo con Estados Unidos que huele más a cesión que a estrategia. Mientras Donald Trump impone aranceles del 15% a productos europeos clave, la UE responde bajando la cabeza y, lejos de imponer a su vez aranceles, exime a las producciones agrarias estadounidenses de pagar los que ya estaban fijados.

Y por último, con el intento a la desesperada de partir en dos el tratado con Mercosur para aparcar las cuestiones políticas –esenciales para el campo–, y desgajar las cuestiones comerciales con el objetivo de evitar que el tratado deba pasar la aprobación en todos los parlamentos nacionales, Von der Layen golpea de nuevo al sector agrario con esta burda treta para tapar la inacción de la CE en los últimos 25 años y ocultar el fracaso absoluto de la pésima negociación arancelaria con Estados Unidos.

¿Dónde está la defensa de nuestros productos? ¿Dónde está el compromiso con los olivareros, viticultores, ganaderos o exportadores que ven cómo sus márgenes desaparecen porque Bruselas prefiere evitar confrontaciones en lugar de proteger a los suyos? ¿Dónde está esa UE valiente y fuerte? ¡Basta ya de agachar la cabeza frente a Washington! ¡Levanten la vara para defender a Europa!

Desde ASAJA y desde el campo exigimos algo sencillo: que la Comisión se retracte de su enfoque y reformule completamente su propuesta presupuestaria, devolviendo al sector agrario el papel central que siempre ha tenido. El sector primario no es el pasado, es presente, y sin duda, es futuro. Porque si la PAC cae, no solo cae la agricultura, cae la Europa real, la que alimenta, cuida, fija población, protege paisajes y genera riqueza. Necesitamos el apoyo de TODOS, desde agricultores y ganaderos hasta consumidores pasando por la industria agroalimentaria y el sector logístico.

Es hora de escuchar a quienes tienen las manos manchadas de tierra. Las mismas manos que, cada día, garantizan que Europa se levante cada mañana con el estómago lleno para seguir haciendo el resto de gestiones que, inconscientes totales, se creen que son importantes…

Ya basta de legislar con soberbia.