
Opinión | Méritos e infamias
Ni Fleming, ni Mengele
"El asunto comenzó a oler mal en el año 2016, cuando gobernaba el socialismo meridional en San Telmo"

El sector sanitario sale a la calle, se planta ante el Ministerio y el debate se centra en la crisis andaluza por el fallo de los cribados de cáncer de mama. Bien, está muy bien. Ayer este diario detallaba que el asunto comenzó a oler mal en el año 2016, cuando gobernaba el socialismo meridional en San Telmo. No me permito ni un gramo de ironía con este tema, por eso no entiendo que las justas críticas, reclamaciones y ataques mediáticos pongan en la diana solamente al Gobierno del PP. Sin embargo, sí me pregunto por qué la bola se ha montado justo cuando arranca el circo electoral caldeando una realidad tan sensible así. Quiero pensar que todo se debe a mi vieja y malévola mente, que me impide creer en la buena voluntad de ciertos colectivos en determinados momentos. Pido perdón por adelantado, pero lamentaría mucho que esas 2.000 mujeres se convirtieran en las primeras balas de cañón de una batalla perdida por el PSOE con antelación. Ya digo, el mal asunto canta desde 2016 y no creo que colocar ciertas etiquetas a los profesionales del SAS sea ni justo ni honrado. Tampoco entiendo los comentarios que señalan que en Andalucía existe una sanidad para muchos y otra para unos pocos. Hablamos de cuestiones muy serias, no se pueden deslizar ciertos mensajes de selección de ciudadanos. Porque si admitimos este discurso simplista, de buenos y malos, de «un sistema que deja morir» como he escuchado, podríamos pensar en señores de bata blanca que discriminan quién tiene o no permiso para continuar respirando. Si María Jesús Montero se convirtiera en presidenta de la Junta mañana lunes, tanto ésta como otras graves polémicas de la sanidad andaluza seguirían existiendo, porque no dependen en exclusiva de una gestión política concreta. Concluimos todos que lo primero son las mujeres enfermas y su salud, pero pongamos encima de la mesa todas las cartas y actuemos de manera honesta y sensata. Si seguimos con esta práctica de colocar a las enfermas a la vanguardia de la iniciativa política se puede abrir una puerta peligrosa que nos llevaría a un estúpido espacio donde sería lícito explicar que ni Montero es Fleming ni Moreno el doctor Mengele. ¿Verdad que nadie quiere eso?
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