Leyenda del fútbol
Los tesoros de Beckenbauer custodiados en Jerez
El jugador alemán, recientemente fallecido, se convirtió en el icono pop de su país
A mediados de los años sesenta Europa se quitaba de encima el fantasma de la II Guerra Mundial a golpe de música pop y fútbol. Los muchachos ya no se mataban en los campos de batalla, todo lo contrario, se colocaban una mochila a la espalda para buscar nuevas experiencias a lo largo del continente. Todo fluía con buenas vibraciones desde Londres, la capital de la década, donde reinaban las estrellas del rock, los peluqueros y los diseñadores de moda.
En 1966, con la Beatlemania en todo lo alto, se celebró en Inglaterra la Copa del Mundo, con una final en la que se enfrentaron ingleses y alemanes y que acabaron ganando los locales. Además de la reina y Bobby Charlton, los ojos también se posaron en un jugador, Franz Beckenbauer, que a pesar de su juventud ya había demostrado que se encontraba a pocos pasos de entrar en el Olimpo del fútbol mundial gracias a una visión absolutamente personal y a un liderazgo que acabaría transformando para siempre este deporte. ”Cuando llega al Bayern de Munich el equipo se encontraba en segunda división, el que mandaba era el Munich 1860 y en unos años asciende a primera, gana una Recopa y tres copas de Europa seguidas, poniendo el nombre del equipo en el panorama mundial”, cuenta Antonio de la Rosa, uno de los principales coleccionistas de objetos de fútbol, que en su domicilio de Jerez de la Frontera atesora varias piezas que dan una imagen de la relevancia del jugador bávaro.
Junto con otros grandes de su época como Johan Cruyff o George Best, el defensa alemán se convierte prácticamente en un icono pop de su país, Alemania Occidental, como se llamaba entonces, y relanza una imagen de una nación que tan sólo treinta años antes había asolado estados y llevado a la miseria a su gente durante casi seis años de conflicto bélico. Era la modernidad germana que generaba un estilo de fútbol que compartía el prestigio de Mercedes Benz o BMW, los ansiados coches germanos por los que trabajaba la naciente clase media de los años setenta.
Sin embargo, detrás de su aspecto desaliñado, había algo más que una estética particular. “Aparte de unas condiciones técnicas impresionantes, su liderazgo en el campo le convirtió en una de las principales figuras del momento. Siendo un defensa, que entonces era una posición especialmente contundente, lo que tiene mucho más mérito, porque entonces no jugaban el balón prácticamente. Era un ganador nato dentro y fuera del campo”. Aquello del “Kaiser” no le viene caído del cielo, detrás de una trayectoria fulminante desde las categorías inferiores, pues ya en juvenil él le recriminaba a sus compañeros de equipo los errores cometidos en el campo para cabreo de la directiva del club que tuvo que llamarle al orden. Un carácter de líder que rápidamente alertó a las marcas deportivas que comenzaban a sacar rédito de los jugadores más conocidos para rentabilizar sus nuevos productos como una parte más de los primeros balbuceos del consumismo capitalista.
Cambia el mundo del fútbol y cambian los profesionales, que además de meter goles o evitar que otros marquen, ahora tienen que vender productos. “En los años setenta cambia el concepto de la publicidad y son las marcas alemanas, Puma y Adidas, las que dan el primer paso. Los jugadores empiezan a cobrar y a tener un sello propio. Puma lo hace con Pelé y Cruyff, mientras que Adidas se vuelca con Beckenbauer, que además es alemán. Hasta el punto de que es de los primeros que da el salto a Estados Unidos cuando el Cosmos convierte a Nueva York en la Meca de las superestrellas del balón. Además de en el campo, su cara aparece en todo tipo de artículos que la marca de las tres franjas vende por millones: desde chándal hasta zapatillas personalizadas con una línea especial del propio defensa, pasando por cualquier artículo imaginable en los hogares de entonces. Beckenbauer es imbatible en el campo y en los escaparates. Graba discos románticos, como otros compañeros de generación, y es un imán para la publicidad hasta hace unos años. “Abre paso en todos los sentidos, no hablamos únicamente un gran jugador, sino de una marca comercial con la que cualquier firma deseaba contar”, explica De la Rosa, que entre sus tesoros guarda una camiseta de partido del año 1976, un par de zapatillas de edición limitada, un muñeco de 1977 o el famoso disco “Du Allein” grabado en 1966, entre otros artículos. Piezas casi de museo que en el mercado de coleccionistas se equiparán a la de los dos “top” del segmento: Pelé y Maradona. “La camiseta de partido probablemente sea lo más cotizado, porque todo el mundo anhela tener una y en aquella época los jugadores no contaban con tantas como ahora, pero lo que más me llama la atención es que Adidas no ha dejado nunca de sacar productos vinculados a él. Hasta el punto, de que los últimos artículos comenzaron a llamarse “Kaiser” en honor al jugador. Su importancia supera a su propio nombre propio”. Pese a contar con casi todo de Beckenbauer, siempre hay algo en el afán insaciable del coleccionista que no se llega a conseguir. “Aunque tenga camisetas firmadas por él, otra por la alineación de la final del Mundial del 74, cuando se proclamaron campeones, pero me gustaría tener una suya de aquel campeonato, lo cuál es prácticamente imposible de lograr”.
“Du allein sollst immer bei mir sein”, cantaba entonces aquel chico que personificó el milagro alemán mientras llevaba a los cielos al Bayer que cogió en segunda y a los ciudadanos alemanes que comenzaban a sonreír tras décadas de tristeza. “Tú solo deberías estar conmigo”, el mismo pensamiento que casi sesenta años después lamentan los huérfanos del fútbol que se inventó Beckenbauer.
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