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Moción de censura

Moción del absurdo

Moción del absurdo larazon

Por Carlos Navarro Ahicart

¡Moción de censura! La prensa, los opinólogos y algunos políticos, eufóricos ante este grito de guerra que clama a la improvisación y la irresponsabilidad. Objetivo: acabar con Rajoy. Cueste lo que cueste, y caiga quien caiga. A nadie parece importarle, a día de hoy, la estabilidad de un país que se ha recuperado (y sigue haciéndolo) de una de las peores crisis de su historia. A nadie parece importarle que, con un término tan sencillo de solo tres palabras, el Ibex caiga y la prima de riesgo se dispare a niveles previos a las políticas de ajuste de Rajoy. A nadie excepto al Presidente del Gobierno, claro.

Era la unión entre el eterno perdedor Pedro Sánchez y el desesperado Pablo Iglesias lo que anunciaba un nuevo horizonte oscuro en la política española. Hace apenas unos días, justo después de aprobarse los Presupuestos Generales del Estado tras una intensa y efectiva labor de negociación de Rajoy, anunciaban que presentarían una moción de censura para echar del Gobierno al Presidente popular, coincidiendo con la publicación de la sentencia del Caso Gürtel, que se saldaba con varias décadas de prisión para los implicados y una responsabilidad civil subsidiaria para el Partido Popular. Para el que no lo sepa ya, eso no implica culpabilidad: sencillamente, el PP se lucró involuntariamente de la trama y debe pagar una especie de sanción por ello, a modo de reintegro. Cosa obvia, dado que los implicados pertenecían al partido.

El objetivo de esta moción, según Sánchez e Iglesias, es expulsar la corrupción del Gobierno y purgar la política española de implicados en casos de corrupción. Cualquiera con alguna que otra luz pensaría que eso es, precisamente, lo que está haciendo Rajoy: si los implicados en la Gürtel están en prisión hoy es gracias a las medidas anticorrupción adoptadas por el Gobierno. Si el PP fuese realmente el partido mafioso de Gobierno que los ilustres progenitores de la moción de censura dicen que es, ninguno de los acusados habría sido condenado. Se hubiese instrumentalizado la Justicia, como se hace en casos como los que describen estos señores, y todos ellos habrían quedado impunes y seguirían mangando a sus anchas a día de hoy. Pero, sorpresa: no es así.

Para variar, tenemos también a Rivera pululando por ahí. El mismo carismático líder que criticó la última vez una posible repetición de elecciones exigida por Sánchez e Iglesias pide hoy precisamente eso para apoyar la moción de censura. Y es que, como bien dijo él mismo, quiere que los españoles voten, voten y voten hasta que salga el resultado que a él le convenga. Sabíamos que este señor es un veleta, pero esto pasa de castaño a oscuro.

Sánchez e Iglesias, que se niegan a repetir elecciones (son conscientes de que no saldrían bien parados), necesitan el apoyo de los nacionalistas para que la moción prosperase. Algo que los barones socialistas no quieren ver ni en pintura, como es evidente. Así que, hasta nuevo aviso, se augura un destino bastante negro para la moción de censura made in la izquierda española que no sabe aceptar una derrota. Como extra, cabría decir que el PSOE debería barrer su casa antes de entrar a ordenar la de los demás. El PP ha sufrido la corrupción en su propia piel y ha actuado en consecuencia, pero el socialismo tiene ex presidentes autonómicos sentados en el banquillo por participar en el mayor caso de corrupción de nuestra historia y se cree con la superioridad moral de abanderar la lucha contra la corrupción. Algo surrealista y kafkiano.

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