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El desprecio a “lo de fuera”

El desprecio a “lo de fuera” larazon

La ignorancia es atrevida, osada y siempre irreflexiva, carcome la capacidad de expandirse y progresar como sociedad. Aprender de los más talentosos conduce, por contra, a recorrer un camino de posibilidades y aceptación general que cualquier persona responsable debería observar con atención. No adorna, por desgracia, esta virtud a los dirigentes autonómicos de la Comunidad Valenciana. El mestizaje entre PSPV y Compromís con los tintes antisistema de Podemos se centra en el reduccionismo, la intrahistoria y el discurso endogámico, de plano corto, en el que todo lo que procede de más allá de las fronteras de la Comunitat –salvo el independentismo catalán– es denostado.

El PP optó por entender que los valencianos son gente abierta, de nuevos retos y orgullosos de su historia, cultura y costumbres. Por eso, impulsamos una educación cosmopolita, sin exclusiones y un aperturismo cultural que permitiera a la Comunidad Valenciana disfrutar del talento valenciano, de otras regiones del territorio nacional y del ámbito internacional.

El Palau de les Arts es un contenedor cultural que nació con ese espíritu donde la ópera irrumpe con fuerza y oferta un género demandado por un público entendido pero también deseado por amplias capas de la sociedad. Durante años ha satisfecho los deseos de miles de valencianos que han disfrutado de grandes obras, directores y cantantes operísticos de talla mundial. Eso, con el nacionalismo de Compromís, no casa bien, y con la sumisión de los socialistas valencianos a este posicionamiento, tampoco.

La dimisión del director artístico del Palau de les Arts, Davide Livermore, ha puesto de manifiesto esta cruzada cultural contra cualquiera que no represente los valores de “lo nuestro” en una expresión de la intolerancia que ya sufren los catalanes con virulencia. Denunciaba Livermore que el departamento de Cultura de la Generalitat que encabeza Vicent Marzà –con la aquiescencia de Ximo Puig y Mónica Oltra– trata de desmantelar este contenedor cultural y desvirtuar su propósito fundacional.

Deben considerar los dirigentes autonómicos del tripartito que la ópera es elitista. Cabe desterrarla de nuestras tierras. El secretario autonómico, incluso, daba una vuelta de tuerca al cargar contra Plácido Domingo por apoyar al director artístico. Su argumento contra el tenor es que es una opinión “de alguien de fuera”. Por lo tanto no hay que tenerla en cuenta. ¿En qué manos estamos? Muy sencillo, en las de personas que quieren reducir nuestro horizonte cultural, emocional, ideológico y de actuación diario a la mínima expresión y a la uniformidad más absoluta. Ciudadanos robotizados, esa es su aspiración.

La defensa de los valores valencianos se realiza con amplitud de miras y no con actitudes fundamentalistas. Resulta grotesco que la imposición lingüística que está abordando el Ejecutivo valenciano esté por encima de la formación personal. Cuando un paciente es atendido por un médico lo que desea es que éste sea buen profesional, proactivo y resolutivo más allá de si su dominio de la lengua valenciana es excelente o no.

Valoramos a Manolo Valdés por sus brillantes pinturas y esculturas. En Nueva York, Munich, París, Viena, Venecia o donde quiera que exponga sus obras ése es el criterio. Su ingenio, su talento. Y es valenciano, sí. Ese es nuestro sello. Mostrar al mundo nuestra capacidad de organización o exportar talento debe ser un acicate. Llegado el caso, si el talento hay que importarlo y tenemos capacidad para ello, no debería haber prejuicios.

La gestión que el tripartito hace del Palau de les Arts evidencia lo rancio de su concepción política: Solo hay que potenciar lo de dentro y, más aún, solo a los afines. Lo demuestran en la educación arrinconando la lengua común de nuestro país que es el castellano; lo ratifican intentando expulsar a Valencia del circuito operístico internacional que tanto esfuerzo ha costado conseguir; y temo que esa espiral intolerante con todo lo que no tenga un ADN genuinamente valenciano siga creciendo.

Basta escuchar la radio autonómica que acaba de comenzar sus emisiones para entender hasta dónde van a llegar. Música solo de grupos de música en valenciano, de cantantes que incluso ocupan un escaño en las Cortes Valencianas en la bancada de Compromís. Todo por la causa. Nada en castellano (alergia). Y tampoco en inglés o francés aunque musicalmente pasen por ser los idiomas más melódicos.

Están en las antípodas de lo que debe ser la modernidad en la segunda década del siglo XXI. Buscan las raíces del “buen valenciano” y se hunden en la tierra cada vez más, sin luz y sin brillo. En el PP apostamos por la “buena gente”, sea de donde sea, todos son bienvenidos y pensamos que esas raíces del pueblo, en este caso el valenciano, sirven para aferrarnos a nuestro legado y permiten crecer hacia arriba por el tronco de la tolerancia y la diversidad de las ramas que ansían la luz.

Esta batalla ideológica se libra entre el nacionalismo excluyente que ensalza lo propio a costa de destruir lo que siente como ajeno y la democracia expansiva que blinda la capacidad de libertad de elección individual. No hay color.

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