Naturaleza
La maravilla escondida en la cumbre de esta isla española que asombra a turistas de todo el mundo
La escena ocurre solo cuando la atmósfera quiere
Hay rincones en Canarias donde la naturaleza parece empeñada en dejarnos sin palabras. Más allá de las playas, de los acantilados y de los pueblos costeros, La Palma esconde en sus cumbres un espectáculo que quienes lo han visto nunca olvidan. Los propios palmeros, acostumbrados a convivir con la belleza de su tierra, confiesan que cada vez que se encuentran con este fenómeno se les eriza la piel. Se trata de la cascada de nubes, un regalo del cielo que convierte la montaña en escenario principal.
El corazón del espectáculo está en la Caldera de Taburiente
El lugar no podía ser otro que el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, en el municipio de El Paso. Allí, a más de dos mil cuatrocientos metros de altitud, el aire se enfría, los vientos alisios empujan con fuerza y las nubes, incapaces de resistirse, terminan desbordando como si fueran agua que rebasa una presa. Lo que los ojos ven es un río blanco cayendo lentamente por la ladera de la montaña, un paisaje que parece sacado de un sueño.
La escena ocurre solo cuando la atmósfera quiere. No se puede programar ni asegurar, y quizá por eso es tan emocionante. Cuando sucede, el silencio del lugar se mezcla con el murmullo del viento y el viajero entiende de golpe por qué La Palma se conoce como la Isla Bonita.
Dónde y cómo se puede vivir esta experiencia
El mejor punto de partida es el Centro de Visitantes del Parque Nacional, que además de ofrecer información y exposiciones sobre el entorno natural, sirve como brújula para elegir senderos y miradores. Desde allí, si la suerte acompaña, la cascada de nubes se deja ver como una coreografía lenta y mágica. También merece la pena acercarse al Mirador de la Cumbrecita, uno de los más recomendados por los guías locales. Eso sí, hay que reservar con antelación, porque el acceso está regulado para proteger el entorno.
Otra alternativa es subir hasta el Roque de los Muchachos, techo de la isla y hogar de uno de los observatorios astronómicos más importantes del mundo. Desde esa altura el fenómeno se percibe distinto, casi como si uno pudiera caminar sobre las nubes que cubren los barrancos y que, a ratos, se derraman como un mar en movimiento.
La Caldera, un tesoro más allá de las nubes
La Caldera de Taburiente no solo es escenario de este fenómeno. Con ocho kilómetros de diámetro y más de mil quinientos metros de profundidad, este gigantesco cráter erosionado ofrece cascadas, bosques de pinos canarios y barrancos que parecen no tener fin. Es un paraíso para los amantes del senderismo, con rutas que atraviesan paisajes volcánicos y miradores que invitan a detenerse y respirar despacio.
Caminar por allí es como entrar en un mundo en el que la tierra, el mar y el cielo se enrrelazan. No es casualidad que este parque nacional sea uno de los espacios naturales más queridos y visitados de Canarias.
Consejos
Si la idea es intentar ver la cascada de nubes, conviene ir preparado. En la cumbre el clima cambia rápido y, aunque abajo luzca el sol, arriba puede hacer frío y soplar un viento intenso. Ropa de abrigo, calzado cómodo y paciencia son la mejor receta para disfrutar del momento. Y si el fenómeno no aparece, la recompensa sigue siendo grande, porque los paisajes de la Caldera bastan para que el viaje merezca la pena.
La clave está en no ir con prisa. La montaña y el cielo tienen su propio ritmo y la cascada de nubes no se deja atrapar a la primera. Forma parte de su encanto.