
Trabajo
El secreto mejor guardado de Europa: ¿por qué todos los nómadas digitales miran a Canarias?
Se estima que en el Archipiélago canario hay alrededor de 100.000 migrantes digitales que ven en las Islas su base temporal o incluso semipermanente

El Archipiélago canario se ha consolidado como un auténtico imán para nómadas digitales de todas partes del planeta. Con una mezcla irresistible de paisajes volcánicos, playas de ensueño y una identidad cultural tan vibrante como acogedora, estas islas del Atlántico han sabido posicionarse como un paraíso para quienes buscan un equilibrio entre productividad y calidad de vida.
Trabajar frente al mar, disfrutar de una temperatura primaveral los doce meses del año y sumergirse en una comunidad internacional en constante crecimiento ya no es un privilegio reservado a unos pocos. En Canarias, lo remoto se vuelve cercano: su excelente infraestructura tecnológica, espacios de coworking en auge y una conectividad que rivaliza con grandes capitales hacen que trabajar desde aquí no solo sea posible, sino deseable.
Más allá de las ventajas laborales, las Islas ofrecen un estilo de vida relajado y enriquecedor. Desde rutas que atraviesan volcanes hasta atardeceres infinitos sobre el océano, pasando por una oferta cultural diversa y una gastronomía que fusiona tradición e innovación, Canarias no se ha convertido solo en un lugar para teletrabajar, sino en un enclave para quedarse.
El desembarco progresivo de nómadas digitales en el Archipiélago no solo ha transformado el paisaje social de las Islas, sino que también ha dejado una huella profunda en su economía. Según estimaciones recientes, estos trabajadores remotos generan más de 200 millones de euros al año en ingresos para la autonomía, una cifra que no pasa desapercibida entre economistas y responsables políticos.
Hoy en día, se estima que alrededor de 100.000 nómadas digitales han elegido las Islas como su base temporal o incluso semipermanente. Esta cifra, en constante crecimiento, refleja no solo una tendencia global en auge, sino también la capacidad del Archipiélago para adaptarse ante una generación de profesionales que priorizan la movilidad, la conectividad y la calidad de vida.
Lejos de ser una moda pasajera, esta comunidad internacional ha empezado a formar parte del tejido social y económico de las Islas. Coworkings llenos, cafeterías reconvertidas en oficinas improvisadas y eventos donde se mezclan acentos de todo el mundo son ya parte del paisaje urbano en ciudades como Las Palmas de Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife o Puerto de la Cruz, entre otras tantas.
A diferencia del turismo tradicional, fuertemente concentrado en enclaves costeros y grandes resorts, los nómadas digitales buscan integrarse en la vida cotidiana canaria. Prefieren alojarse en barrios locales, consumir productos de proximidad y participar en experiencias culturales auténticas. Este comportamiento tiene un efecto multiplicador en la economía local, beneficiando directamente a pequeños negocios, productores, comercios y profesionales independientes que, de otro modo, quedarían al margen del circuito turístico habitual.
Un sistema fiscal beneficioso
Uno de los factores decisivos que han posicionado a Canarias en el radar de los nómadas digitales es su atractivo régimen fiscal. Más allá del encanto natural y el clima privilegiado, el Archipiélago cuenta con un sistema impositivo especialmente ventajoso dentro del contexto europeo, que ha despertado el interés de profesionales autónomos, emprendedores y empresas emergentes.
Gracias a su pertenencia a la Unión Europea y, al mismo tiempo, su estatus como región ultraperiférica (RUP), Canarias disfruta de un tratamiento fiscal diferenciado, con un Impuesto General Indirecto Canario (IGIC) del 7 %, muy por debajo del IVA aplicado en la Península y gran parte del continente. Además, existen incentivos específicos para la inversión, la creación de empresas y la residencia de profesionales cualificados
¿Pero son todo ventajas para la economía canaria?
Aunque la llegada de nómadas digitales a Canarias ha traído consigo dinamismo económico, visibilidad internacional y oportunidades para muchos negocios, también ha encendido señales de alerta entre parte de la población local. El crecimiento acelerado de esta comunidad internacional ha generado una serie de efectos colaterales que no pueden pasarse por alto.
Uno de los más evidentes es el impacto en el mercado inmobiliario. La alta demanda de alquileres por parte de estos trabajadores extranjeros, muchos de ellos con poder adquisitivo superior al promedio local, ha contribuido a la subida de los precios de la vivienda, tanto en zonas turísticas como en núcleos urbanos antes ajenos a la presión turística. Para muchos canarios, especialmente jóvenes, acceder a un alquiler digno se ha vuelto cada vez más complicado.
A esto se suma un proceso incipiente de gentrificación, en el que barrios tradicionales empiezan a transformarse para satisfacer las expectativas y gustos de esta nueva población flotante, desplazando poco a poco a residentes de toda la vida. Cafeterías, comercios y servicios adaptan su oferta, a menudo en inglés, generando un sentimiento de desconexión y pérdida de identidad cultural en algunos sectores de la sociedad canaria.
También se ha señalado la desigualdad en los beneficios económicos: si bien muchos negocios se ven favorecidos, otros sectores quedan al margen, y el modelo no siempre genera empleo directo para la población local. Además, el carácter temporal y nómada de estos profesionales puede dificultar una verdadera integración comunitaria y una participación activa en la vida cívica de las Islas.
Por todo ello, cada vez son más las voces que reclaman una planificación estratégica que permita regular esta transformación social, garantizando que los beneficios del teletrabajo internacional no se traduzcan en nuevas formas de desigualdad o exclusión.
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