Cultura

Isla Correyero recoge el XXXI Premio Internacional de Poesía “Gil de Biedma”

La Diputación de Segovia entrega los galardones, cuyo accésit ha recaído en Diego Vaya

Miguel de Ángel de Vicente junto con los ganadores del premio
Miguel de Ángel de Vicente junto con los ganadores del premioDip. Segovia

“Cuando subes aquí para entregar un premio a quien es isla y en sus escritos está bañada de amor y de desconcierto, de desesperación y de recuperación, de atrevimiento y metáforas, el discurso se complica; porque, ¿cómo le das la palabra a quien es capaz de hacer poesía siendo tan versátil en sus versos y a la vez tan constante y firme en sus ideas?”, manifestaba el presidente de la Diputación de Segovia, Miguel Ángel de Vicente, instantes antes de hacer entrega, por su poemario ‘Japonesas’ a Isla Correyero del XXXI Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma; un reconocimiento para el que, en esta edición, y tal como apuntaba momentos después el coordinador del mismo, Gonzalo Santonja, fueron recibidos cerca de mil setecientas obras.

Santonja, quien una edición más se ha rodeado de un importante prejurado y jurado para seleccionar el libro ganador, premio dotado de 10.000 euros, y el accésit, de 3.000 euros, otorgado a Diego Vaya -también presente en el acto- por su libro ‘Pulso solar’, destacaba de ‘Japonesas’ su “amor y vértigo”, definiéndolos como los “manantiales” de los que bebe una “obra de exaltación de la dicha y de desolación y extrañamientos”.

Por otro lado, de la obra de Vaya, quien hace dos años fue premiado en Segovia con el Gil de Biedma de Nava de la Asunción, Santonja destacaba su cotidianeidad, calificándolo como “un libro en el que los secretos del corazón se proclaman y donde el amor cotidiano, sus nostalgias, miedos y pequeñas desazones, se invocan con imágenes, como quería Machado, sencillas”. Para Santonja, quien como es costumbre procedía a leer algunos fragmentos de ambos libros, tanto Correyero como Vaya eran merecedores, por motivos muy distintos, de figurar en el palmarés del galardón otorgado por la Diputación y que, en palabras del coordinador del Premio, es “uno de los pocos por los que de verdad respiran todas las corrientes de la poesía española contemporánea”.

La poesía se impone

Antes de que ambos premiados subieran al estrado para leer algunos versos de sus obras premiadas, que han sido publicadas una vez más por la prestigiosa editorial Visor, Miguel Ángel de Vicente, quien agradecía la participación de los autores que se han presentado a esta edición, manifestaba lo “indescifrable” de que la voz de Isla Correyero no se hubiese “alzado antes en alguna ocasión por encima de la de los más del millar de poemarios que recibe cada año el Premio Jaime Gil de Biedma”.

Así, a continuación, el presidente de la Diputación indicaba que “una cuestión tan enigmática sólo podía resolverse con un título tan exótico, tan asiático, tan endecasílabo”. Unas palabras que, acto seguido, encontraban su justificación en los de la propia autora extremeña, quien recordaba a varios poetas de distintas generaciones y procedencias - Jaime Gil de Biedma entre ellos- para acabar manifestando que hoy suma “un día más de felicidad a los catorce que la vida nos ha otorgado” y apuntando que “tal y como está la literatura, el mundo nos impone a los poetas aprender a esperar”.

Correyero, además, definía sus ‘Japonesas’, en el que entre otros versos se incluyen haikus que se alejan de los cánones establecidos, como “la historia de dos chicas que se entregan desviviéndose”. La escritora reconocía también haber “intentado con este libro apostar por la incertidumbre, el riesgo, la confesión, el juego, la frustración, lo fantasmal y el orgullo por lo no dicho antes, pero sobre todo esta vez, volver al endecasílabo, en una marcha atrás, ahora que casi todos los poetas escriben sus poemas en verso libre”.

Por su parte, Diego Vaya, fiel en su intervención a la sencillez reflejada en ‘Pulso solar’–”entendiendo por sencillo exento de vanidades expresivas”, como apuntaba Santonja en sus palabras- indicaba que su poemario cuenta con tres pilares, ejemplificados en su hijo, en el amor de su mujer y en su madre, fallecida hace años, y concluía admitiendo que no quería hacer un libro donde se abriera tanto al lector, pero que, como ocurre en la mayoría de los poemarios ganadores del Premio Internacional de Poesía, “a veces la poesía se impone”.