Sociedad
La Asociación Atalaya Intercultural, de ayuda integral a personas inmigrantes en Burgos, ofreció en 2021 apoyo alimentario a unas 210 de una treintena de nacionalidades diferentes, con un total de 28.417 comidas y cenas servidas, y 200 menús repartidos al mes. Este programa de apoyo inició su andadura en el año 2000 con el objetivo de cubrir temporalmente las necesidades básicas de nutrición a personas inmigrantes o en situación de pobreza severa.
La llegada masiva de migrantes a Burgos, a principios del siglo XXI, llevó a cuatro congregaciones religiosas: Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, Hijas de la Caridad, Jesuitinas y Religiosas de María Inmaculada, a las que posteriormente se unieron los Salesianos; a poner en marcha una estructura intercongregacional que permitiese cubrir las necesidades básicas de las personas que llegaban a la ciudad.
La Asociación cubre una serie denecesidades de las personas que llegan, entre ellas la alimentación. Para ello disponen de un comedor que se puso en marcha a la vez que surgió Atalaya, donde se ofrecen comidas y cenas a personas que acuden a la asociación. “No es un comedor social como tal, sino que forma parte de un proyecto más amplio, donde se intenta la inserción sociolaboral de las personas”, explica el responsable de proyectos de Atalaya Intercultural, Manuel Martínez, en declaraciones recogidas por Ical.
De esta forma, para poder acceder al comedor, previamente se debe ir al despacho de acogida de Atalaya Intercultural. “Allí tienen una entrevista con las trabajadoras sociales y se les orienta para ver cómo pueden enfocar su nuevo proyecto de vida. A partir de ahí son derivadas al comedor si lo ven necesario o fundamental para esta persona”, añade Martínez.
Una vez que acceden al servicio de comedor, mantienen reuniones semanales con la responsable del comedor y del despacho de acogida para “estudiar su itinerario” y hacer un “seguimiento fuerte” de la persona. De hecho, se les proporciona un carnet de comedor, con una fecha de caducidad de 15 días. “Cuando acaban esos 15 días tienen que volver al despacho de acogida para saber cómo les va”, afirma el responsable de proyectos. Además explica que, pese a no ser imprescindible que participen en otros programas de la entidad, sí se les anima a ello. “Es como un pilar de apoyo para un itinerario más grande”, apostilla.
Las personas que acuden al comedor son “personas inmigrantes en situación de exclusión o vulnerabilidad”, tal y como explica Martínez, con una necesidad básica de alimentación o también personas a las que “no les llega para pagar el piso, la ropa o los suministros de energía y además la comida”. Se trata de un recurso “temporal, donde la gente no suele quedarse mucho tiempo”. El pasado año se atendió a 210 personas, con un porcentaje mayor de hombre (70 por ciento) frente a mujeres (30 por ciento).
Según los cálculos de la propia asociación, desde la puesta en marcha del comedor, se han repartido más de 500.000 comidas y cenas, con cerca de 5.000 personas beneficiarias de las mismas. En 2021 las comidas y cenas repartidas superan la cifra de 28.000, ligeramente inferior a la de 2020, año en el que se repartieron 38.000 comidas y cenas, pese a la difícil situación de la pandemia.
Siempre abierto, pese a la covid
En este sentido, Martínez explica que el comedor “no cerró en ningún momento”, ni siquiera durante el confinamiento. Las personas acudían al comedor, donde se les daba la comida y la cena en un bolsa para que se lo llevaran a sus casas. En 2021, la relajación de medidas, permitió recuperar las comidas presenciales, mientras las cenas se seguían sirviendo para llevar, y finalmente en octubre del pasado año se retomaron ambas de forma presencial.
En años normales, de media reciben unas 40 personas para la hora de la comida y unas 20 para la cena, aunque hubo años con muchos más comensales, como fue el caso de 2019, donde llegaban a juntarse unas 60 o 70 personas para las comidas y unas 40 o 50 para las cenas. Las medidas por el covid han llevado a reducir estos aforos, y actualmente se permite la entrada de unas 25 personas, y una vez van saliendo unos, entran otros.
“Es un turno abierto, pero siempre respetando las 25 personas de aforo máximo” ,señala Martínez. Además, se mide la temperatura en la entrada, con lavado e higiene de manos obligatorio.
“Creemos que es un servicio imprescindible, porque hay muchas personas que llegan a nuestra ciudad y se encuentran en una situación de necesidad urgente y necesitan al principio tener cubierta esa cobertura alimentaria para poder formarse en el idioma, buscar un empleo o poder situarse en la ciudad. Ojalá algún día tengamos que cerrar el comedor porque no hay nadie que lo necesita”, concluye.
No están solos
La institución cuenta con una serie de ayudas para llevar a cabo esta tarea. Desde un amplio equipo de voluntarios hasta las instituciones que prestan su apoyo, como el Ayuntamiento de Burgos, el Banco de Alimentos de Burgos con Mercadona, la Fundación Red Íncola y la “importante ayuda” de la Fundación Alimerka que, a través de un proyecto de apoyo a comedores sociales, ha permitido mejorar “sustancialmente” las bolsas de cena durante este año gracias a la financiación del 50 por ciento del gasto de estas.