Sociedad

Cuando la lengua fue oro y hoy es bisutería

"Damas y caballeros la cantera del Siglo de Oro sigue abierta. Solo hace falta el valor de descender a ella y levantar otra vez la piedra del idioma"

La escritora y columnista zamorana, Olga Seco
La escritora y columnista zamorana, Olga SecoOlga SecoLa Razón

Desde hace tiempo (y más con la que está cayendo) pienso que el Siglo de Oro no fue un periodo, fue una cantera. Sí, de ella salieron bloques de lengua tan duros que aún resuenan en nuestros oídos. Hoy vengo con Cervantes, Quevedo, Góngora y Lope: cada uno talló a su manera, pero todos entendieron que la literatura es exceso, riesgo y por supuesto desafío.

A día de hoy nos asomamos a esa cantera con cierta envidia. Porque, seamos sinceros, nuestros referentes culturales ya no compiten por coronar sonetos, sino por conquistar la atención más breve. ¡Ojala vivieran! Quevedo habría despachado a los polemistas de ocasión con dos líneas feroces; Góngora habría convertido la metáfora en un arte inalcanzable, imposible de imitar en discursos apresurados; Lope, con su inagotable velocidad, nos recordaría que la abundancia puede ser también un modo de grandeza; y Cervantes, con su mirada compasiva hacia los delirios humanos, nos mostraría que la risa es la forma más seria de inteligencia...

Pienso que ellos jugaban con el tiempo, no con el instante, ahí están sus obras, las mismas que no buscaban el aplauso inmediato, sino una permanencia que atravesara generaciones. Lo de ahora (sonrío) es tan fugaz, hablo de las voces actuales, que apenas dejan rastro. No sé ustedes, pero yo en lo eterno de sus letras encuentro más sentido que en los "escritores" de ahora. Los de la frase fácil, los que pretenden hacer pensar y no han visto un museo en su vida

Es divertido, justo ahí radica la ironía: sin imprentas masivas, sin escaparates mediáticos, siguen resonando más fuerte que muchos de nuestros referentes pasajeros. Qué digo pasajeros (sonrío) mejor de ocasión.

Damas y caballeros la cantera del Siglo de Oro sigue abierta. Solo hace falta el valor de descender a ella y levantar otra vez la piedra del idioma. Porque la literatura, ayer y hoy, es un espacio de disputa: allí se exagera, se cuestiona, se ríe y se duele. La diferencia es que entonces cada palabra tenía densidad, mientras ahora (la mayoría ) se deshacen antes de alcanzar el oído. Ellos sabían que una metáfora podía fundar un mundo y que una sátira podía tumbarlo. Nosotros, en cambio, nos conformamos con frases que apenas sobreviven un día... ¡Qué digo un día! Un par de horas.

Deberíamos rescatar esa ambición y convertirla en reto. Y por supuesto no usar la lengua como un recurso decorativo, sino como una herramienta para dejar huella. El Siglo de Oro nos enseñó que la verdadera trascendencia no se mide en la cantidad de voces que responden, sino en la calidad del silencio que queda después de ser dicho y leído. Que lo que de verdad importa no es aparecer, sino permanecer...

Quizá el mejor homenaje a aquel esplendor no sea citarlo, sino asumirlo: escribir con la misma insolencia, con la misma desobediencia, con la misma certeza de que el lenguaje es un territorio inagotable. Ellos no tuvieron ayudas tecnológicas ni vitrinas universales. Solo tuvieron su oído, su ingenio y su convicción de que las palabras podían torcer el curso de la historia. Y lo hicieron. Pensarlo es emocionante.

Creo que en un mundo obsesionado con la inmediatez, el Siglo de Oro recuerda que la única forma de vencer al tiempo es escribir contra él.

¿Ustedes qué piensan?