Opinión
La economía de la soledad
Juan Carlos de Margarida: "Es de vital importancia potenciar la solidaridad integeneracional"
Que Castilla y León es una región envejecida es una afirmación a la que todos estamos acostumbrados, porque según los últimos datos, por cada 100 menores de 16 años existen 204 mayores de 64 años. Todo ello lleva a la Comunidad a la tercera posición con mayor tasa de envejecimiento.
Desde el punto de vista económico esto trae aparejado consecuencias de relevancia que conviene tener en cuenta, como es el caso de todos los mayores que viven solos, algo que corrobora que uno de cada cuatro hogares españoles es unipersonal.
‘Soy mayor, no idiota’ es el lema que crearon hace un año una serie de jubilados para exigir una mejor atención, aunque en realidad, un año después, consideren que “en realidad no ha cambiado casi nada”.
Este es, quizás, el ejemplo más mediático de ‘Economía de la Soledad’: una circunstancia que, si no es deseada, puede llegar a ser un problema silencioso que afecta a más de 5 millones de personas que viven en España, propio de la individualización de la sociedad. En suma, no es una situación que únicamente afecte a las personas mayores. Los jóvenes también pueden llegar a sufrirla, especialmente los estudiantes o aquellos en proceso de independencia y que viven solos.
El estilo de vida de la “Economía de la Soledad” tiene algunas características propias sobre los hábitos de consumo, implicando gastos medios en alimentación un 25% superiores a la media y el gasto de un 60% adicional por pagos de servicios, como luz, gas, vivienda, Internet o plataformas de streaming.
Las empresas, a su vez, son conscientes de estos problemas y de las necesidades de consumo que pueden ocasionar en la población. Al hilo de estas necesidades han comenzado a surgir modelos de negocio que, si bien ya existían, actualmente su uso se está extendiendo en la población de forma constante. Prueba de ello son los servicios de entrega a domicilio o delivery; o la posibilidad de llevar a casa platos precocinados en supermercados, que triunfan especialmente en viviendas unipersonales. Ciertos comercios también están llevando a cabo iniciativas como las “cajas lentas”, para fomentar la socialización y el trato personal entre aquellos que lo necesiten.
Y la reflexión que debemos hacernos es si en una sociedad hipercomunicada este tipo de realidades nos deben pasar desapercibidas o, por el contrario, debemos ser una parte activa junto con el resto de los agentes implicados para que todos interioricemos diversas prioridades para afrontar los retos demográficos.
Para cambiar esta realidad social, es de vital importancia potenciar la solidaridad intergeneracional para que la “Economía de la Soledad” no sea un problema, sino un reto en el que asumir que el desarrollo individual y personal se prolonga a lo largo del
ciclo de vida de las personas, lo que conlleva una repercusión social. Por ello, es sumamente importante apostar por políticas que faciliten las relaciones humanas y sociales, siendo una garantía para todos los ciudadanos, especialmente para las personas más mayores.
Juan Carlos de Margarida
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