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Salud

Un grupo de la UVa trabaja en extender al ictus un sistema de telemonitorización probado en pacientes con COVID en cuarentena domiciliaria

El proyecto, apoyado en inteligencia artificial y nuevas tecnologías, ha demostrado que es posible gestionar decenas de miles de alertas sin sobrecargar al sistema sanitario

Integrantes del Grupo en Investigación de Neurociencias Clínicas Aplicadas y Análisis de la Información (INCrease-Tech) de la Universidad de Valladolid (UVa) y de las empresas que han colaborado en el proyecto de telemonitorización IcalIcal

Un sistema de telemonitorización que durante la pandemia permitió seguir en tiempo real a más de 300 pacientes con COVID-19 en aislamiento domiciliario con muy buenos resultados podría ahora adaptarse al ámbito del ictus, gracias al trabajo del Grupo en Investigación de Neurociencias Clínicas Aplicadas y Análisis de la Información (INCrease-Tech) de la Universidad de Valladolid (UVa).

El proyecto, apoyado en inteligencia artificial y nuevas tecnologías, ha demostrado que es posible gestionar decenas de miles de alertas sin sobrecargar al sistema sanitario y garantizar al mismo tiempo la seguridad de pacientes y profesionales.

Lo explica a Ical Irene Alcoceba Herrero, enfermera en la Unidad de Cuidados Agudos Cardiológicos del Hospital Clínico Universitario de Valladolid, que acaba de defender su tesis doctoral basada en este trabajo de investigación, titulado ‘Diseño, implementación y evaluación de un novedoso sistema de apoyo a la toma de decisiones clínicas basado en la inteligencia artificial, para el manejo de pacientes en cuarentena domiciliaria por la COVID-19’.

La idea surgió en plena pandemia, cuando vieron que los pacientes confinados en casa llegaban al hospital ya en fases graves de la enfermedad, explica.

El sistema diseñado combinaba el uso de pulseras inteligentes, un pulsioxímetro complementario, una aplicación móvil para que los pacientes reportaran síntomas y un panel web de acceso para médicos y enfermeras. Gracias a la inteligencia artificial, la plataforma era capaz de filtrar y priorizar la información, y evitó que los profesionales, ya sobrecargados, tuvieran que atender todas las alertas de manera manual.

La investigación se desarrolló en tres fases. En primer lugar, se diseñó el sistema de apoyo a la toma de decisiones clínicas. Después se realizó un estudio piloto para comprobar la fiabilidad de la pulsera en la medición de constantes vitales en pacientes hospitalizados, y finalmente se llevó a cabo el ensayo clínico multicéntrico con más de 340 pacientes que cursaban la COVID-19 en su domicilio.

Dispositivo de monitorizaciónIcalIcal

“Fue necesario validar las pulseras, que estaban pensadas para uso deportivo, en un entorno clínico. Vimos que medían correctamente la frecuencia cardíaca, la temperatura o la frecuencia respiratoria, aunque no eran precisas para la saturación de oxígeno ni la tensión arterial, por lo que incluimos un pulsioxímetro adicional”, detalla Alcoceba.

62.000 alertas gestionadas

Los resultados fueron llamativos. El sistema permitió monitorizar en tiempo real las constantes vitales y la sintomatología de los pacientes, y generó más de 61.800 alertas. De ellas, cerca del 95 por ciento se resolvieron automáticamente gracias al filtrado por inteligencia artificial. Solo el cinco por ciento restante fue derivado a profesionales sanitarios, que intervinieron en función de la gravedad.

“Algunas alertas se producían porque el paciente estaba haciendo ejercicio y su frecuencia cardíaca aumentaba. En ese caso, la aplicación preguntaba y descartaba automáticamente la incidencia. Eso evitaba sobrecargar a los equipos”, apunta la investigadora.

Los factores de riesgo que se asociaron con mayor probabilidad de generar alertas graves fueron el asma y los tratamientos con corticoides, hallazgos que, según Alcoceba, aportan información útil para la práctica clínica y para un mejor manejo de futuras pandemias o de patologías agudas.

El ensayo clínico no mostró diferencias en la evolución clínica entre el grupo que utilizó la telemonitorización y el que siguió un control convencional, pero sí evidenció una clara mejora en la percepción de seguridad. Más del 80 por ciento de los pacientes se declararon satisfechos y recomendarían el sistema.

“Los pacientes que contaron con telemonitorización refirieron sentirse más acompañados y mejor atendidos, mientras que los profesionales señalaron que el sistema les permitió un seguimiento más completo, sin aumentar la carga de trabajo”, subraya.

Además, la plataforma sirvió para identificar perfiles de riesgo y garantizar un seguimiento más estrecho de personas con patologías previas, un aspecto que la investigadora considera de gran relevancia para posibles futuras pandemias o situaciones similares.

Del COVID al ictus

Tras su validación en el contexto del coronavirus, el grupo INCrease-Tech trabaja ahora en trasladar esta herramienta al ámbito del ictus, una de sus principales líneas de investigación. El objetivo es aplicarla al seguimiento domiciliario de pacientes tras el alta hospitalaria, un momento crítico en el que se requiere un control estrecho para prevenir complicaciones.

“En Castilla y León la dispersión rural dificulta el acceso a un seguimiento cercano y equitativo. Este tipo de sistemas puede ser clave para garantizar la continuidad de los cuidados, sobre todo en áreas donde los recursos sanitarios están más alejados”, sostiene la investigadora.

El grupo está dirigido por Juan Francisco Arenillas, profesor titular de Neurología de la UVa y jefe del Servicio de Neurología del Clínico de Valladolid, y cuenta con la gestión de proyectos de Begoña Coco, además de un equipo multidisciplinar de enfermeros, psicólogos y estadísticos.

Aplicaciones futuras

Más allá del ictus, la experiencia abre la puerta a aplicar el sistema en otras patologías crónicas como la diabetes mellitus, la hipertensión o la obesidad, en las que la monitorización continua puede mejorar el control clínico y la adherencia a los tratamientos.

“El sistema es adaptable y puede incorporar mediciones específicas según la enfermedad, como registros de glucosa, datos de presión arterial o recordatorios de medicación. Creo que es una gran oportunidad para la enfermería, porque nos permite realizar un seguimiento más exhaustivo y continuo de los pacientes, algo que en atención primaria resulta difícil por falta de tiempo y recursos”, resalta Alcoceba.

El proyecto fue posible gracias a la financiación del Instituto de Salud Carlos III y la colaboración de Sacyl, el Hospital Clínico Universitario de Valladolid y varias empresas de Castilla y León especializadas en tecnologías de la información y análisis de datos, como Cylstat, Liquid Smart Technologies y Knowmad Progress.

La propia investigadora destaca también la vertiente humana del proyecto, que incluyó entrevistas con pacientes durante la pandemia para reforzar la cercanía y la humanización del proceso de aislamiento.

“Creo que hemos vivido un momento que nos obliga a unirnos al tren de la innovación en salud”, destaca, y concluye que la inteligencia artificial y la telemonitorización, que no van a sustituir al profesional, sí son herramientas para mejorar la calidad del seguimiento y la seguridad del paciente.