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Cultura

El palentino Castora Herz danza sin arrugas entre tradición y vanguardia

El productor, músico y DJ fusiona la seguidilla castellana con rap y electrónica en su nuevo single, un vibrante homenaje a Castilla que anticipa su álbum ‘Cien años de Castora'

El palentino Castora Herz danza sin arrugas entre tradición y vanguardia Lucía BurónIcal

El recuerdo de ecos pasados y los nuevos sonidos convergen desde hace tiempo para dar forma a un nuevo concepto musical bajo la denominación de ‘folktrónica’. Un sonido que aúna el eco de los ancestros con el pulso del futuro. El palentino Zimi Matilla, ingeniero de sonido y músico conocido artísticamente como Castora Herz, ha regresado a sus raíces para tejer un tapiz sonoro que honra lo viejo mientras baila con lo nuevo.

Desde su estudio en la villa de Ampudia, un rincón de apenas 600 almas donde las ovejas balan al ritmo de los pájaros y las abejas zumban como un colchón ambiental eterno, Castora Herz presenta ‘Que no haga arrugas’, su segundo single del inminente álbum ‘Cien años de Castora’. Esta pieza, lanzada el 16 de septiembre de 2025 bajo el sello Samain Music, es una oda vibrante a Castilla, sus gentes y sus tradiciones, fusionada con la frescura del rap de Sator Sánchez, alias de Miguel Sánchez González, un viejo amigo y compañero de batallas culturales.

Imagine un compás ternario de seguidilla castellana, ese ritmo que evoca fiestas patronales en plazas empedradas y manos callosas golpeando panderos, transformándose en una pista de baile hipnótica. ‘Que no haga arrugas’ toma como base la mítica ‘Seguidillas del Laurel’, recogida por el maestro folklorista Agapito Marazuela en su Cancionero de Castilla la Vieja de 1932. Aquel libro, galardonado con el Premio Nacional de Folklore y plasmado en el disco Folklore Castellano (Segovia, Ávila y Valladolid) de 1969, es un tesoro que Castora rescata del polvo de los archivos para inyectarle vida electrónica. Panderetas, pandero y conchas marinas dialogan con breakbeats rotos, sintetizadores de bass music y toques de ska que flotan como aromas binarios en el aire. El resultado es polirítmico, inclusivo: un himno que invita a los amantes del folklore a zapatear junto a los adictos a la electrónica, borrando fronteras entre generaciones y estilos.

Pero lo que eleva esta canción a un nivel casi mítico es la irrupción de Miguel ‘Sator’ Sánchez en su núcleo. Tras seis años alejado de los micrófonos, Miguel, productor audiovisual y divulgador incansable de la tradición palentina, resurge bajo su alias hip-hop para rapear sobre una base trap oscura que eclipsa momentáneamente la seguidilla. Sus rimas, crudas y poéticas, son una declaración de amor a Castilla: a sus campos resecos que resisten el olvido, a sus gentes tenaces que tejen historias con hilos de memoria, a las tradiciones que, como raíces profundas, sostienen el suelo identitario. "Es una oda a los castellanos y a Castilla", explica Castora, donde su voz, calmada pero apasionada, revela el alma del proyecto. "Bien podría ser un himno castellanista del siglo XXI".

La instrumentación, como siempre, corre a cargo de La Quadrilla, ese colectivo de almas afines que da vida a las visiones de Castora. Las voces principales y percusiones las firma el propio Sator Sánchez, mientras los coros fluyen de Laura Olivar y Alfredo del Romero, las melodías sintéticas de Eva Llorente y las conchas, ese instrumento humilde y ancestral, de las manos expertas del propio Herz. La portada, una obra visual que captura la esencia rural con toques oníricos, es de Noelia Maeso. El disco se grabó y produjo en Samain Studio, el corazón palpitante de Ampudia, con mezcla de Sergio Pérez García y mastering a cargo de Tom Woodhead en Hippocratic Studio, en el Reino Unido. Un toque internacional que subraya cómo esta música palentina viaja lejos, pero siempre regresa a casa.

Este lanzamiento no es un capricho aislado, sino el segundo adelanto de Cien años de Castora, el primer álbum de larga duración de Zimi Matilla bajo este alias. El disco entero es un homenaje al centenario del nacimiento de su abuela, Castora Hernández, nacida el 6 de abril de 1925 en Melgar de Abajo, Valladolid. "El 6 de abril de 2025 hubiera cumplido 100 años", detalla "y ese pistoletazo de salida a las celebraciones culminará el 6 de abril de 2026, cuando salga el álbum completo, coincidiendo con lo que habría sido su 101 cumpleaños". Cada single que preceda al disco será una pizarra en este mosaico familiar, una forma de inmortalizar a una mujer cuya vida, dedicada al cuidado de hermanos, marido, hijos y nietos, fue un ejemplo de devoción silenciosa. "Quizás tuvo una vida muy limitada", reflexiona Castora, "pero con este proyecto la llevo a viajar conmigo, le doy una vida esotérica diferente. En mis conciertos, llevo una botellita con sus cenizas y una espiga dentro, como un talismán".

Zimi Matilla, el hombre tras la máscara de lechuza —símbolo de sabiduría y visión nocturna—, no es un recién llegado a la escena. Nacido en Villamediana del Cerrato, un pueblo palentino donde de niño emulaba riffs de guitarra frente al espejo, su trayectoria es un periplo global que fusiona lo local con lo universal. Como DJ y productor, ha pinchado en las mecas de la electrónica: Berlín, con sus clubes subterráneos donde el techno late como un corazón mecánico; Londres, epicentro de bass y dubstep; Ciudad de México y São Paulo, donde las ritmos latinos se entretejen con beats globales; o Buenos Aires y Bogotá, plazas de tango y cumbia electrificada. Ha llevado su sonido a París, Frankfurt, Sevilla, Salvador de Bahía y más allá, siempre con esa capa rural que define su "electrónica rural": grabaciones de campo de ovejas en Ampudia, zumbidos de abejas en su patio, pájaros que revolotean como samples orgánicos.

Todo comenzó con Scooby Dub, un proyecto de tropical bass que lo catapultó por Europa y Latinoamérica durante el boom de la cumbia electrónica. "Estaba produciendo ritmos colombianos y egipcios", cuenta, "pero un día me pregunté: ¿y por qué no hago esto con la música de mi tierra?". La revelación llegó en el Tropical Camp de Ávila, poco después de la muerte de su abuela. Castora Herz nació entonces, en 2019, en Berlín, donde fundó Samain Music: un sello dedicado a investigar, recopilar y remixar las tradiciones ibéricas con corrientes electrónicas. Dos años después, en 2021, trasladó la sede a Ampudia, su refugio rural. "Vivo en un pueblo de 500 habitantes", dice con orgullo, "aquí genero el proyecto. La tranquilidad y los espacios me permiten crear, aunque me desconecte un poco de los grandes núcleos culturales. Pero eso me identifica: soy de pueblo, y lo llevo a la música".

Samain no es solo un sello; es un colectivo que palpita con eventos y festivales. Hace menos de diez días, el 8 de septiembre, Castora dirigió ‘Allende el Folk’, el primer festival de folktrónica de España, en Magaz de Pisuerga. Cerca de 1.500 almas llenaron el espacio: zona de acampada abarrotada, campers alineados como naves estelares, puestos de mercadillo, comida, bebida y talleres de jotas. "Ha sido un éxito total", celebra. "Sonó de maravilla. Es el primer festival exclusivo de folktrónica en el país, y no se hizo en Madrid ni Barcelona, sino en un pueblo palentino". El impacto ha sido arrollador: mensajes de cariño inundan las redes, y ya se trabaja en la segunda edición. "La gente siente que esto pasa aquí, en Palencia, y lo valora como propio", añade. Antes, organizaron la Juntada de Folclore de Ogaño en Cervera de Pisuerga, y eventos como Las Candelas. "Somos el primer sello de folktrónica en España", afirma, "y hemos capitalizado un auge que estaba disperso: Baiuca, Rodrigo Cuevas o El Naán tocaban en festivales indies, pero nadie los unía".

La colaboración con Sator Sánchez no es casualidad; es fruto de una amistad forjada en el colectivo Samain, donde Miguel es vicepresidente. "Somos muy amigos y amantes de la música", relata Castora. "Él propuso mezclar hip-hop con un ritmo tradicional. Elegimos la seguidilla porque funciona, conservamos el ternario pero le añadimos rotos urbanos y ska. Luego, en el medio, entra el trap oscuro y él rapea esa oda a Castilla". Convencerlo fue fácil. "Tenía ganas, aunque respeto. Después de seis años sin entrar al estudio —su último trabajo fue en los 2000, girando con míticos del hip-hop—, sintió de nuevo ese regustillo". Sator, nacido en 1986 en Palencia, es un pilar en la divulgación cultural: ha producido documentales como ¡Folk! Una mirada a la música tradicional de Castilla y León (2018) y Comuneros (2022), preseleccionado a los Goya.

Producir ‘Que no haga arrugas’ fue un reto delicioso. "El principal es tomar un ritmo tradicional y llevarlo a una pista de baile para gente que no baila folklore", confiesa Castora. "Fundir la seguidilla en algo discotequero, crear algo más bonito". Mezclar pandero y conchas con trap y sintes no es solo técnica; es ética del siglo XXI. "La idea es volver a esos ritmos con sonoridades modernas, conectar con los antepasados, traerlos aquí a bailar con nosotros". Su electrónica rural juega ese papel central. "Siempre hay una capa rural. Uso sartenes, cucharas, quijadas de burro. Es mi identidad: rural, pero global".

Esta pieza encaja en una discografía que ya brilla. En 2020, compuso la banda sonora de ‘Pandemia’, cortometraje ganador de 33 premios internacionales, incluyendo Mejor Música en Top Shorts y LAFA. Colaboró con El Naán en ‘Una Brizna de Sangre’, tema principal de la BSO de ‘Comuneros’. Marzo de 2023 vio el EP ‘El Naán Remixes’, reinterpretaciones electrónicas de la banda raíz ibérica; diciembre, ‘This is Jota’, dedicado a la jota castellana. Videoclips como ‘Blanca Flor’ o ‘Espejo, sol y luna’, rodado en la Montaña Palentina, capturan esa esencia.

En un mundo donde la tradición parecía reliquia, Castora Herz lidera ese renacer. La recuperación de los sonidos tradicionales y esa mezcla con nuevos sonidos que comenzó a triunfar en países como Irlanda, parecía que jamás llegaría a explotar en España, pese a artistas que ya lo consiguieron a comienzos de siglo como Carlos Nuñez o Hevia. Ahora parece que ese movimiento ha llegado y todo hace prever que para quedarse. "Ahora hay un boom de world music, pero desde la Península Ibérica. En 2019, al fundar Samain en Berlín, casi no había artistas. Hoy, montamos festivales enteros". Ve paralelismos con el flamenco o la gaita gallega: influencias que fluyen, como siempre ha hecho el folklore. "Antiguamente, una panderetera llegaba al pueblo y cambiaba todo; ahora, se mezcla con electrónica y urbana".

Mientras termina la temporada de verano —le quedan tres o cuatro "vuelos" como DJ—, Castora produce para Diego Baeza, folclorista segoviano, y piezas para bailarinas y teatro. La gira arrancará con el álbum, pero los eventos seguirán: "Más esporádicos ahora, pero intensos". Para Castora, lo más importante es que el público que le recibe en sus conciertos o con sus nuevas composiciones sienta que "venimos de un lugar bonito, que disfruten con los ancestros y el subgrave. Que la música permanezca, y sigamos haciendo cosas en 2025".

En Ampudia, bajo la lechuza que vela por las tradiciones, Zimi Matilla buscar unir pasado, presente y futuro. ‘Que no haga arrugas’ no es solo una canción; es un puente entre el ayer y el mañana luminoso, una llamada a bailar sin miedos, a honrar lo que fuimos para ser quienes somos.