Opinión

Un reflejo de la JMJ 2023

"En Lisboa he podido comprender lo que la fe es capaz de hacer en cada uno de nosotros", asegura el abogado Saúl Núñez Amado

Un reflejo de la JMJ 2023
Un reflejo de la JMJ 2023La RazónLa Razón

Para Lisboa partimos más de 70.000 jóvenes españoles con ganas de encontrarnos en la Jornada Mundial de la Juventud. Y allí nos dimos cita con otros tantos cientos de miles de personas de prácticamente todos los territorios de la geografía internacional. Un acontecimiento único, cargado de sentimiento y todos reunidos bajo un mismo denominador común: Él.

Las calles abarrotadas y las iglesias llenas son un buen ejemplo de que “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). Recuerdo el primer día de encuentro con el Papa… esas calles desbordantes de vida y juventud no permitían ver más allá de unas cuantas cabezas, pero ahí estaba en medio de todos. Levantar la cabeza para divisar la pantalla más cercana solía toparse con alguna bandera que ondeaba reflejando libertad al mismo tiempo que el Papa Francisco animaba a corear a los que allí nos congregábamos que en la Iglesia “hay espacio para todos. Todos, todos, todos”. Nunca antes una palabra había dado respuesta a tantos interrogantes. ¿Y hay hueco para los que no creen? Ya en 2013 Francisco dijo que “debemos encontrarnos el uno al otro haciendo el bien. “¡Pero no creo, padre, soy ateo!” Pero haz el bien: todos nos encontraremos allá”. Sí, el Papa dijo que también hay hueco para ateos, homosexuales, divorciados… para todos tal y como somos “sin maquillaje”.

Esta semana en Lisboa he podido comprender lo que la fe es capaz de hacer en cada uno de nosotros. He podido sentir cómo la emoción se iba contagiando de corazón en corazón a medida que iban pasando los días, y esto lo he vivido especialmente entre los miembros del grupo que hemos peregrinado juntos con los Jesuitas de Valladolid. He descubierto que un codazo en el tren, en cualquier otro contexto, sería el inicio de una discusión, pero en la JMJ era el pretexto para iniciar una conversación para conocer cuál era la motivación personal de ese otro joven por acudir a Lisboa. Y eso solo ocurre porque hay fe y un corazón vibrante.

El domingo, durante la misa de envío en Campo da Graça, recibí un whatsapp de un amigo -un tanto escéptico de la JMJ- acompañado de una

imagen aérea del millón de personas que allí estábamos, donde me preguntaba “¿pero realmente merece la pena?”. Le contesté con una conclusión que saqué del Vía Crucis con el Papa del día anterior: “sí, merece la pena correr el riesgo de amar”.

Y hoy creo que también merece la pena que el testimonio de Lisboa 2023 llegue a todos creyentes y no creyentes, porque hay muchos jóvenes que no tienen miedo de decir que son católicos, que no se avergüenzan de tener fe y que, sin querer imponer nada, son seguidores de Jesús.