Curiosidades
El rey que adelgazó 120 kilos para recuperar su trono perdido por sobrepeso
Cuidarse y tener una calidad de vida excelente y saludable está a la orden del día, pero esto no es algo que se haya inventado ahora porque ya existía hace muchos años, incluso siglos
En la sociedad actual hacer una dieta es algo habitual, ya sea para perder unos kilos de más que sobran por motivos de salud por una dolencia, por alergias a alimentos como el gluten, o bien por estética para lucir un cuerpo de escándalo o simplemente por estilo de vida.
Cuidarse y tener una calidad de vida excelente y saludable está a la orden del día, pero esto no es algo que se haya inventado ahora porque ya existía hace muchos años, incluso siglos, y hay constancia de ello. La palabra dieta viene del griego “díaita”, y hace referencia al control de sus hábitos de vida en general y no sólo en el ámbito alimenticio.
De hecho, las primeras recomendaciones dietéticas se remontan a dos mil años antes de Cristo en un papiro egipcio, en el que puede leerse que "un vaso de agua calma la sed. Un puñado de vegetales fortalece el corazón. Toma una sola cosa en lugar de manjares. Un pedazo pequeño en lugar de uno grande”.
Algo más tarde, concretamente 65 años antes de Cristo, el poeta Horacio ya hablaba de que un cuerpo cargado de alimentos "embrutece el espíritu y convierte en terrenal el aire divino que nos anima".
Y muy conocida es el menú semanal del ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha y su compañero Sancho Panza que se cuenta en el universal libro de Cervantes: "Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda”. Un salpicón, por ejemplo, que se hacía con la carne que había sobrado de la olla, aderezado con vinagre pimienta y sal, acompañado de cebollas. SUna dieta, por decirlo de alguna manera, que no era más que el fiel reflejo de lo que el pueblo comía en la época.
Ya en los siglos XVII y XIX fue muy conocido y dio que hablar bastante entre la sociedad británica de la época la dieta de Lord Byron, conocido revolucionario y poeta del movimiento del romanticismo anglosajón, de quien se cuenta su ardua lucha durante toda su vida por mantenerse delgado y que se alimentaba solo de galletas y patatas bañadas en vinagre.
También del siglo de la revolución industrial procede una carta escrita por el abogado londinense William Banting y dirigida a las personas corpulentas u obesas como fue su propio caso, en la que aconsejaba una dieta rica en proteínas en la que eliminaba grasas como la mantequilla, la leche, el azúcar, la cerveza e incluso todo los panes y las papas, para reducir masa corporal.
También existen las denominadas dietas milagro, aquellas que preteden generar una rápida pérdida de peso con la ley del mínimo esfuerzo. Estas dietas suelen eliminar un grupo concreto de alimentos, o también pueden estar basadas en un solo alimento, que tienen algunos riesgos que hay que tener en cuenta como por ejemplo que provoca que no se consuman nutrientes esenciales que se necesitan en el día a día o que tampoco están personalizadas y son muy genéricas. Además, después de un tiempo, estas dietas pierden su eficacia y aparece el famoso "efecto rebote", que es cuando al dejar la dieta y volver a consumir calorías el cuerpo no puede quemarlas porque se ha acostumbrado a otro metabolismo y las grasas se acumulan rápidamente.
Las dietas milagro también han existido en diferentes épocas de la historia, y la primera tiene acento leonés, por cuanto su protagonista fue ni más ni menos que el Rey Sancho I de León, hijo de Ramiro II y de su segunda esposa la infanta navarra Urraca Sánchez, que llegó a este mundo en el año 933, o sea, el siglo X, y fue coronado en Santiago de Compostela tras la muerte de su hermano Ordoño III en el 956.
Su fugaz reinado -duró dos años y fue destronado por el infante Ordoño Alfonso- fue polémico y estuvo marcado por su físico. De hecho, tenía mote: "El Gordo" o "El Craso" en alusión a su tremenda panza que le acarreó muchos problemas e inquietudes e incluso sirvió para que sus detractores pusieran en duda su valía para ser Rey de León.
Los nobles leoneses, capitaneados por Fernán González, Conde de Castilla, territorios que entonces pertenecían a la corona de León, no soportaban la extrema gordura del rey, incapaz de capitanear las tropas, defender una fortaleza e incluso de las labores más cotidianas que su obesidad lo tenía vetado por su extrema gordura.
Sancho I nunca fue partidario de hacer ejercicio. De niño vivió la mayor parte del tiempo alejado de sus padres. Concretamente en Burgos con su tía Sancha de Pamplona, hermana de su madre y también la esposa del rebelde Fernán González.
Y desde la distancia su abuela Toda, reina viuda y regente de Navarra, se ocupaba directamente de la educación y de los intereses de su hijo menor, García Sánchez I de Pamplona, tío carnal de Sancho.
Además, crónicas de la época cuentan que como Rey era dado a festines antológicos, con siete comidas al día compuestas muchas de ellas por más de una quincena de platos, donde la carne de caza era la gran protagonista del menú.
"Comilonas" que provocaron que el monarca llegara a pesar más de 240 kilos, lo que le impedía no solo moverse con soltura puesto que necesitaba ayuda incluso para incorporarse de la cama y poder andar, e incluso en la armadura o subirse a un caballo para ir a la guerra, que era el día a día en aquella época medieval. hay una leyenda que dice que incluso intentaron que subiera a un asno al no poder hacerlo en caballo para entrar triunfal en la ciudad, pero al pobre animal se le doblan las piernas y no consiguió dar ni un paso con tan tremenda carga.
Tras perder el trono en el año 958, Sancho I se refugió en su abuela materna, una mujer de recursos que le ayudó con el apoyo nada más y nada menos que del califa de Córdoba, Abderramán III, enemigo acérrimo de los cristianos, pero que contaba con un médico enano y sabio judío a su disposición, Hasday ibn Shaprut, al que encomendaron la tarea de reducir el sobrepaso del exmonarca leonés, con la condición de que los partidarios de Sancho I aceptaran entregar fortalezas en la frontera.
Un pacto que incluía el intento de regreso de Sancho al trono, que consiguió en el año 960 ya con un notable cambio físico debido a la pérdida de peso que logró, y que mantuvo hasta su muerte seis años más tarde.
Por ello a Sancho I se le atribuye la puesta en marcha de la primera dieta milagro de la historia. Y se dice que el remedio del sabio judío fue tan efectivo que llegó a perder más de 120 kilos en unas cuarenta semanas, a tres kilos por día, y a base de infusiones de diversas plantas, incluso opiáceos, además de ejercicio.
Si bien, se centa que tambiénse usaron cuerdas e incluso aguja e hilo para atarle las manos y coserle la boca para que no pudiera ingerir alimento alguno durante un tiempo, con la vigilancia de su tenaz abuela Toda, salvo por un pequeño hueco en el que pudiera entrar una simple pajita a través de la cual ingerir algún líquido que le mantuviera con vida. El tratamiento le causó al sufrido Sancho frecuentes vómitos y diarreas que aceleraron su adelgazamiento. También le aplicaban baños para relajarle y hacerle sudar, así como frecuentes masajes para mitigar la flacidez de su piel.
Hay expertos que aseguran que es imposible perder tal cantidad de peso en un solo día, pero lo cierto es que las crónicas de la época hablan de un primer periodo fugaz como Rey de León con sobrepeso y limitado de movimientos, y un segundo, de seis años, más ágil y esbelto.