Libros

Claudio

López Lamadrid
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Esta semana que viene el Ayuntamiento de Barcelona realizará un acto de justicia. Justo cuando se cumple un año de su inesperada desaparición, se le otorgará a Claudio López de Lamadrid la Medalla de Oro al Mérito Cultural. Hace bien el Consistorio en recordar al editor, uno de los que más ha hecho por convertir a Barcelona en la capital editorial que es hoy, en el centro de la publicación hispana.

Se ha escrito mucho sobre Claudio en este tiempo y se ha hecho con rigor por parte de los muchos que tuvieron la suerte de conocerlo. Creo que todavía no hemos superado su ausencia, aunque intuímos que sigue ahí porque su catálogo, el que creó en Literatura Random House, está tan vigente y activo como siempre, como lo es ese ejemplo de buena literatura. Porque si ustedes se acercan a una librería, un ejercicio cada vez más necesario en una sociedad demasiada estimulada por lo audiovisual, se encontrarán paraísos de papel construidos por arquitectos como Gabriel García Márquez, Philip Roth, James Ellroy, Joan Didion, César Aira, David Foster Wallace, Paula Bonet o Chuck Palahniuk, solamente por citarles algunos autores que amo como lector.

Una de las primeras veces que entrevisté a Claudio me regaló una caja publicada por Mondadori con la obra de Gil de Biedma. Yo era entonces un aprendiz de plumilla y fue él quien me señaló a un poeta que desde entonces se me ha convertido en imprescindible, una de las mejores cosas que me han pasado como lector.

Claudio iba más allá de lo que era su oficio, algo que pasa en contadas ocasiones cuando se habla de un trabajo que está mi condicionado a lo que es el mercado, a lo que es mirar en la lista de los más vendidos. Claudio era un independiente en un mundo en el que es difícil serlo. Eso pasa solamente con editores como él o el también llorado Jaume Vallcorba.

El mejor homenaje siempre será leer lo mucho que nos ha dado como editor.