Cervantes
Cervantes, el escritor confinado en Argel
El cautiverio del gran escritor se recoge en las páginas de “Don Quijote de la Mancha”
Estamos en 1575. Imaginemos a nuestro protagonista con un aspecto descuidado, nada que ver con ese supuesto retrato de Juan de Jáuregui que cuelga en una de las salas principales de la Real Academia de la Lengua. Ha acabado en una celda que comparte con ratas. Llegar hasta allí, él un soldado que ha tratado de tocar la gloria y que ha acabado en manos de los enemigos, ha sido un duro golpe al que ha dedicado unos versos que reflejan su desesperación: “Cuando llegué cautivo y vi esta tierra/ tan nombrada en el mundo, que en su seno/ tantos piratas cubre, acoge y cierra/ no pude al llanto detener el freno”. Su fortuna, si alguna vez le sonrió, parecía haberse acabado al acabar con sus huesos en Argel. Miguel de Cervantes pasaba a ser un escritor confinado.
Tuvo mala suerte nada más poner un pie en esa ciudad mediterránea, aparentemente tan alejada de su imaginario literario. Cervantes llevaba con él cartas del duque de Sessa y de don Juan de Austria a Felipe II, lo que hizo sospechar que se trataba de un personaje importante por el que debía pedirse un buen rescate a cambio de su libertad. El soldado fue adjudicado como esclavo a un corsario llamado Dalí Mami. Si Cervantes quería volver a ser un hombre sin cadenas debían pagarse cinco mil escudos, aunque esa astronómica cantidad fue rebajada hasta los quinientos ducados.
Miguel no estaba solo en esa desgraciada aventura. Iba acompañado, entre otros, de su hermano Rodrigo y fue este último el que tuvo la suerte de poder salir de ese apartado lugar. El escritor le cedió su puesto cuando llegó el dinero que sus padres habían logrado reunir después de endeudarse y vender sus posesiones. Miguel de Cervantes Saavedra se quedaba solo y con cinco años de cautiverio en perspectiva, cinco largos años confinado que lo cambiaron y que tuvieron un peso importante en lo que vendría después para su carrera en el mundo de las letras.
El propio Cervantes se preocupó de dejarnos algunas pistas sobre sus andanzas en Argel en varios de sus textos, como “Los baños de Argel” o “El trato de Argel”. También es probable que iniciara allí la redacción de “La Galatea”. Pero es en la más celebrada de sus obras donde también tenemos algunas informaciones de su periplo carcelario argelino. En efecto, es en el libro en el que se cuenta la locura de Alonso Quijano por culpa de los textos de caballerías y que se conoce como “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. Es en la primera parte de la novela, en el capítulo XL, donde encontramos el relato que hace el cautivo: “jamás me desamparó la esperanza de tener libertad, y cuando en lo que fabricaba, pensaba y ponía por obra no correspondía el suceso a la intención, luego sin abandonarme fingía y buscaba otra esperanza que me sustentase, aunque fuese débil y flaca. Con esto entretenía la vida, encerrado en una prisión o casa que los turcos llaman baño16, donde encierran los cautivos cristianos, así los que son del rey como de algunos particulares, y los que llaman del almacén, que es como decir cautivos del concejo, que sirven a la ciudad en las obras públicas que hace y en otros oficios; y estos tales cautivos tienen muy dificultosa su libertad, que, como son del común y no tienen amo particular, no hay con quien tratar su rescate, aunque le tengan. En estos baños, como tengo dicho, suelen llevar a sus cautivos algunos particulares del pueblo, principalmente cuando son de rescate, porque allí los tienen holgados y seguros hasta que venga su rescate”.
Pese a todo, hay quien sostiene que si Cervantes hubiera seguido en aquellas tierras su fortuna hubiera sido mejor, no habría tenido los problemas con los que se encontró en su país. En este sentido, el profesor estadounidense Daniel Eisenberg cree que “si Cervantes se hubiera quedado en Argel, habría gozado de una posición distinguida y bien remunerada. Los renegados, mejor formados y con más experiencia del mundo que los indígenas, dominaban completamente el gobierno. Gobernador tras gobernador, como el Hasan Baa que nos es conocido por coincidir con Cervantes, eran renegados. Sin lugar a dudas, Cervantes habría tenido una vida mejor en lo material y sensual de la que le esperaba en España, de donde, a pesar de las cartas de recomendación del Duque de Sessa y de Don Juan de Austria, el rescate tardaba mucho”.
Todavía tuvo que sufrir más veces prisión, ya lejos de Argel. Pese a las desdichas, su obra, su Quijote conoció la gloria, una gloria nacida de un confinamiento. Como dijo Borges, “siempre pienso que una de las cosas felices que me han ocurrido en la vida es haber conocido a Don Quijote”.
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