Cataluña
Pedro Sánchez acentúa su distancia con Esquerra a pesar del revés con la reforma laboral
El presidente evita guiños con los republicanos pese a las advertencias de Aragonès y las presiones del independentismo para que rompa
Si nada cambia (teniendo en cuenta el conflicto Rusia-Ucrania), este domingo coincidirán Pedro Sánchez y Pere Aragonès en la cena del acto de inauguración del Mobile World Congress. Y estará también el Rey Felipe VI, aunque, en esta ocasión, probablemente, los focos mediáticos se posen sobre ambos presidentes ya que, en las últimas semanas, se ha constatado que la distancia es cada vez mayor y las relaciones se han enfriado y mucho.
¿Qué consecuencias puede tener? De momento, es pronto para aventurar porque Esquerra intenta ir paso a paso (Ley a Ley) y su giro estratégico pasa precisamente por hacerse un partido fiable en Madrid, pero el clima invita a pensar que el desenlace de la reforma laboral se puede reproducir (ERC votó en contra) por los fiascos y las presiones crecientes que están cosechando los republicanos del resto del independentismo para que rompan con el Gobierno.
En Esquerra hay cada vez mayor malestar al entender que el Gobierno está ignorando cada vez más la carpeta catalana: ha aparcado descaradamente la mesa de diálogo cuando la previsión era que se reuniera en enero y la Comisión Bilateral (el otro foro entre administraciones) tampoco da resultados satisfactorios, como se pudo comprobar el viernes pasado con un balance de traspasos prácticamente irrisorio.
En este contexto, Aragonès ha evitado por el momento elevar el tono, aunque sí empieza a lanzar señales de distanciamiento con la Moncloa, como el plantón a Sánchez en la suspendida Conferencia de Presidentes autonómicas o el guiño a JxCat y la CUP para empezar a preparar alternativas ante un posible fracaso de la mesa de diálogo. En Esquerra se han mostrado también molestos en los últimos tiempos con la actitud de Moncloa, a la que vienen a acusar de ser un rodillo e imponer sus planteamientos y dar poco margen para la negociación.
En el Gobierno, por contra, acusan a Esquerra de ser poco flexible y querer plantear las negociaciones a «todo o nada». Lo cierto es que la pátina de desconfianza sobre Esquerra coge de nuevo vuelo entre los socialistas y ya hay quien sitúa a los republicanos como un partido mucho menos fiable que JxCat, pese a que las diferencias son mayores con los posconvergentes y eso impide alcanzar acuerdos de entidad.
Lo cierto es que Aragonès también tiene que medir sus fuerzas en su frente a frente con el Estado porque todo acaba teniendo consecuencias. Por ejemplo, entre los empresarios, ya hay quien recuerda el plantón del Govern al acto histórico de Seat hace justo un año, en el que celebraba su 70 aniversario y desembarcó el consejero delegado de Volkswagen, Herbert Diess: Aragonès no fue porque estaba el Rey Felipe VI, pero los trabajadores de Seat ya advirtieron de las posibles consecuencias económicas que podía tener ese gesto y los efectos se han dejado notar ahora con la decisión del grupo automovilístico, que ha apostado por Sagunto (Valencia) como lugar para ubicar su fábrica de baterías.
En cualquier caso, las relaciones entre Sánchez y Aragonès tienen todavía muchos capítulos por escribir ya que, a pesar de que Sánchez tiene más o menos encarrilada la legislatura, todavía tiene varias iniciativas importantes que sacar adelante en los próximos meses (hasta 2024) para conseguir que la Unión Europea siga con el grifo abierto de los fondos europeos abierto. Entre ellas, por ejemplo, está la reforma fiscal, que deberá pasar por el Congreso; la reforma del sistema de financiación autonómica, también, como la Ley de Vivienda; la Ley de industria; o, la Ley de Universidades. Todas ellas son normas importantes que requerirán del apoyo de la mayoría de investidura ya que está comprobado que no hay ninguna mayoría alternativa fiable: salvo que el PP, con Alberto Núñez Feijóo dé un giro a su línea estratégica y se avenga a participar de determinados acuerdos.
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