Otro legado que se pierde
Adiós a la biblioteca de Gustavo Gili: Barcelona se queda huérfana
Parte del legado del mítico editor se pone en venta en una subasta en Madrid
Ha vuelto a pasar, algo que se está convirtiendo en la trágica tónica cuando hablamos de legados de personalidades del mundo cultural barcelonés. Una parte importante de la biblioteca del editor Gustavo Gili será protagonista en los próximos días de una subasta que se realizará en Durán Subastas de Madrid. No son libros menores porque muchos de ellos cuentan la historia de uno de los editores más destacados que ha tenido la capital catalana, además de sus relaciones con artistas e intelectuales. Joyas bibliográficas relacionadas con su relación con el mundo del arte, de la mano de Miró, Saura o Millares, o con su buen gusto literario.
Gustavo Gili es conocido por su labor como empresario editorial, además de coleccionista de arte. Fue el responsable de la editorial que llevaba su nombre y que dirigió en Barcelona entre 1945 y 1992. El sello había sido fundado en la misma ciudad por su padre Gustavo Gili Roig. A Gili se le debe la publicación de algunos de los más importantes títulos picassianos, como “La Tauromaquia”, ilustrada por el autor de “Las señoritas de Aviñón”. Fue una figura irrepetible en el mundo de la edición, especialmente en la dedicada al arte.
En 2021, el Ayuntamiento de Barcelona anunció la compra de la que había sido la reconocida sede de Gustavo Gili, una operación que costó 9,5 millones de euros, para convertir el inmueble en un centro dedicado a la cultura y la educación. Pero no se adquirió el contenido, solamente no el continente. Buena prueba de ello es que en los últimos años, los herederos del editor han ido vendiendo documentos relacionados de alguna manera con el sello. Por ejemplo, el Museu Picasso adquirió en 2014 los fondos sobre el pintor malagueño que tenían los descendientes del editor por 1,2 millones de euros. En otro sentido, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en 2020 pagó 200.000 euros por los carteles literarios creados por Ernesto Giménez Caballero y que eran propiedad de la familia Gili.
Lo que ahora sale de Barcelona es una parte significativa de la biblioteca personal de Gustavo Gili donde hay libros editados por el propio sello, pero también de su fondo personal. En este sentido, por ejemplo, podemos encontrar “La cámara ardiente o los amores célebres”, obra de Jean Clarence Lambert ilustrada con una docena de aguafuertes originales de Antonio Saura, de la que se hizo una tirada de cinco ejemplares. Igualmente destaca una edición limitada de la obra que Gustavo Gili publicó en 1970 firmada por José María Moreno Galván y dedicada a Manolo Millares que cuenta con un aguafuerte de este último. Otra curiosidad es “El cementiri marí”, una versión catalana del clásico de Paul Valéry en una tirada limitada de diez ejemplares, un ejemplar de “Elegías” de Eduardo Marquina, publicado por Ediciones La Cometa, de la familia Gili, que incluye las anotaciones manuscritas originales del mismo autor.
La venta contiene numerosos números de “Derriére le Miroir”, la mítica revista literaria y artística fundada por Aimé Maeght. Los Gili conservaban algunos ejemplares con dedicatorias afectuosas de Joan Miró que también se ofrecen en Madrid. Igualmente Miró también estampó su afecto al editor en un volumen publicado por la Galerie Matarasso en 1957 de los que solamente se tiraron 53 copias.
La biblioteca contiene buena parte de la obra literaria de Juan Eduardo Cirlot, libros que aquó aparecen en su mayoría dedicados por el mismo autor. De esta manera se ofrecen títulos como “Cuarto canto de la vida muerta y otros fragmentos”, “Homenaje a Joan Miró”, “El palacio de la plata”, “Lilith”, “Onotología”, “El poeta conmemorativo” o “Suplico a los hombres que se ayuden los unos a los otros”. También se venden libros con dedicatorias y anotaciones de Pío Baroja, Ernesto Giménez Caballero, Max Aub o Rafael Alberti. Una mención aparece la merece una edición de 1936 de la obra teatral “Los intereses creados”, de Jacinto Benavente”, con dibujos realizados a mano en este ejemplar por Rafaello Busoni.
La literatura francesa fue otro de los puntos fuertes de la biblioteca que hasta hace poco tiempo estaba en Barcelona, como lo demuestra la presencia de “Les jockeys camouflés” de Pierre Reverdy, con dibujos de Matisse, una edición de “Flores del Mal” de Baudelaire con aguafuertes de Hussmann, “Le Pére Ubu a la Guerre” de Ambroise Vollard, “Quelques vers” de Paul Verlaine o “Entre Temps” de Tristan Tzara.
Recientemente Xavier Marcé, responsable de cultura del Ayuntamiento de Barcelona, comentó en un encuentro con medios que quería crear una comisión para que no se perdieran legados de autores vinculados con la capital catalana, algo que está pasando con demasiada reiteración. Parece urgente que esa entidad empiece a respirar.
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