
Arte
Manuel Vicent navega en el mar de Sorolla
El Palau Martorell acoge una gran y ambiciosa exposición dedicada a la producción marina del pintor valenciana a partir de la mirada del escritor

En 2022, el Palau Martorell iniciaba su andadura como sala de exposiciones ambiciosas y de gran formato. Joaquín Sorolla fue el encargado de abrir ese espacio con una selección de obras pequeñas, unas tablillas que en ocasiones servían al pintor como boceto para la posterior obra definitiva. Tres años después y aprovechando que la casa-museo de Sorolla en Madrid está cerrada por obras, algunos de los cuadros más imponentes del artista viajan hasta la capital catalana para presentarse en el Palau Martorell. Todas ellas tienen en común la fascinación de Sorolla por el Mediterráneo, además de contar con un comisario literario de excepción: el escritor Manuel Vicent.
«He traducido las imágenes de Sorolla a la literatura. Cuando lo descubrí fue de joven, en el momento de llegar a Valencia. Cuando vi los cuadros tuve la sensación de que ya me los sabía de memoria porque fui ese niño que jugaba con ese barco de papel de periódico, como el de uno de sus cuadros. Tuve la impresión de estar ante algo familiar por los olores, lo sonidos, los aromas, el perfume de brea, la luz cegadora que tiene un foco negro... Todo eso lo vi. Por eso, ser comisario literario no me ha resultado difícil porque he tenido la ventaja de vivir esos cuadros», explicó Vicent en declaraciones a este diario, para sugerir que «doy mucha lata con el Mediterráneo pero es que todo lo que sé lo he aprendido de niño, como es el profundizar en la luz, los sonidos...»
El recorrido está formado por 86 obras de pequeño y gran formato, contando con algunos de los óleos más celebrados del maestro, como «La hora del baño», «El balandrito», «La llegada de las barcas» o «Pescadora con su hijo». Todo ello se complementa con un autorretrato del pintor, así como alguna pintura que cuenta con el protagonismo de Clotilde, su paciente esposa.
Manuel Vicent definió la pintura de Sorolla como superficial argumentando que «me gusta la literatura superficial. Albert Camus decía que si escribes oscuro tendrás discípulos, pero si escribes claro tendrás lectores. Pues yo prefiero tener lectores y que llegue al fondo. El esfuerzo lo tiene que hacer el escritor que no tiene que someter al lector a un esfuerzo. ¿Por qué debe subir por una pared norte de la montaña cuando hay un camino que se puede subir coche? Por eso prefiero decirlo todo con palabras claras. Para mí eso es ser profundo. Eso hace que las aguas sean claras, como también sucede con la pintura de Sorolla».
El escritor recordó que Miguel de Unamuno reñía a los valencianos asegurando que «os pierde la estética». «Lo que para Unamuno era un defecto, para mí es una virtud», dijo Vicent quien también dijo que en cada pincelada del artista hay «blasfemias, dolor, esperanzas...»
Pese a que en la exposición no está colgado ningún retrato suyo, si que parece planear por las salas del Palau Martorell otro referente de la cultura valenciana y amigo de Sorolla, como fue Vicente Blasco Ibáñez. Vicent trazó un agudo paralelismo entre ambos al asegurar que «eran aliados naturales, con espíritus parecidos. La búsqueda de dinero y fama era muy angustioso en ambos, aunque también había aspectos que los diferenciaban. Sorolla era alguien muy familiar, que quería todo en su sitio, en regla, aunque puede que tuviera algunas cosas oscuras. Sin embargo, Blasco era un ser desparramado. Fue el primer escritor que cobró por palabras. Lo odiaban en Madrid porque era rico, invitaba a la gente a comer, como a Valle-Inclán que no tenía dinero». Pero el autor de «La barraca» o «Sangre y arena» no es del agrado de Vicent porque «estaba muy disperso. Tiene una facilidad de mano increíble, pero tiene un aspecto de su vida que no me gusta».
Al responsable de títulos fundamentales como «Tranvía a la Malvarrosa» o «Son de mar» le atrae el microcosmos que encontramos en los cuadros de Sorolla, los que fueron pintados en la playa del Cabanyal, donde se mezclaban clases sociales, donde trabajadores y burgueses, menestrales y pescadores se encontraban en un aroma marinero de arena y salitre. Todo ese universo se ha perdido, aunque Manuel Vicent apunta que, al menos, «se ha recuperado el mar, porque antes no se bañaba la gente».
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