Historia

La joya escondida del románico catalán en el corazón de Manhattan

El monasterio, transportado piedra a piedra, alberga, entre muchos otros tesoros, las tumbas de los condes de Urgell

Los Cloisters de Nueva York sobre el río Hudson
Los Cloisters de Nueva York sobre el río HudsonCC

El Metropolitan Museum of Art alberga uno de los tesoros culturales más singulares de Nueva York: The Cloisters, un museo dedicado al arte medieval europeo. Su creación, impulsada por el filántropo John D. Rockefeller Jr., no solo transformó la escena museística estadounidense, sino que también vinculó para siempre la historia de España y Francia con Manhattan. Entre sus piezas más emblemáticas destacan las tumbas góticas de los condes de Urgell, un conjunto funerario catalán del siglo XIV que encapsula drama, arte y controversia.

John D. Rockefeller Jr. y el sueño de The Cloisters

La historia de The Cloisters comienza con George Grey Barnard, un escultor estadounidense que, a principios del siglo XX, reunió en Europa una colección de arte medieval. Barnard adquirió fragmentos arquitectónicos, esculturas y claustros enteros de monasterios abandonados en Francia y España, incluyendo el claustro de Sant Miquel de Cuixà (Pirineo catalán) y elementos del monasterio de Fuentidueña (Segovia). En 1925, Rockefeller compró la colección de Barnard y la donó al Metropolitan Museum of Art, financiando además la construcción de un edificio que evocara la atmósfera de un monasterio medieval.

Rockefeller no se limitó a financiar el museo: adquirió Fort Tryon Park en Manhattan para ubicarlo y compró terrenos al otro lado del río Hudson para preservar las vistas panorámicas. The Cloisters abrió en 1938 como un espacio que fusionaba arquitectura original medieval con diseños modernos, atrayendo a estudiosos y turistas por igual.

Las tumbas de los condes de Urgell: un panteón catalán en Nueva York

Entre las obras más intrigantes del museo se encuentran las tumbas de los condes de Urgell, procedentes del monasterio de Santa María de Bellpuig de les Avellanes (Lleida). Este panteón dinástico, creado en el siglo XIV por Armengol X, albergaba los restos de su familia y era un símbolo de prestigio nobiliario. Las tumbas, talladas en piedra caliza con relieves de apóstoles y motivos góticos, representan la cumbre del arte funerario catalán.

Sin embargo, su traslado a Estados Unidos está marcado por la polémica. En 1906, el banquero Agustí Santesmases vendió las tumbas a un anticuario por 15.000 pesetas. Los sarcófagos fueron desmontados sin cuidado, y los restos humanos de los condes fueron arrojados al suelo antes de ser enterrados en una fosa común. Rockefeller adquirió las tumbas para The Cloisters en la década de 1920, donde hoy se exhiben en una capilla reconstruida que simula su ubicación original.

Controversia y legado cultural

La presencia de estas tumbas en Nueva York ha generado debates sobre patrimonio y colonialismo cultural. Mientras algunos defienden su preservación en un contexto museístico global, otros exigen su repatriación a España. En 2023, un proyecto liderado por la Universidad de Lleida creó réplicas digitales de las tumbas para devolver simbólicamente su presencia a Bellpuig, aunque las originales permanecen en The Cloisters.

Rockefeller, por su parte, nunca imaginó que su proyecto desataría tales controversias. Para él, The Cloisters era un puente entre continentes, una forma de educar al público estadounidense sobre la riqueza del medievo europeo. Hoy, el museo recibe más de 700.000 visitantes anuales, muchos de los cuales se maravillan ante las tumbas de Urgell sin conocer su turbulento viaje transatlántico.

Arte, poder y memoria

La historia de The Cloisters y las tumbas de los condes de Urgell refleja cómo el coleccionismo del siglo XX transformó la manera en que interactuamos con el pasado. Rockefeller convirtió fragmentos dispersos de Europa en una narrativa cohesionada, pero también planteó preguntas éticas sobre la propiedad cultural. Las tumbas, testigos mudos de dinastías extintas, ahora son emblemas de un debate global: ¿deben los museos ser custodios universales del arte o devolver lo adquirido en épocas menos reguladas?