Opinión
Motivos para el pesimismo
La RAE escoge "polarización" como palabra del año 2023
Nunca ha entendido uno que se celebre con tanta pompa y alegría la última noche del año, que si algo dice y significa es que se nos ha ido una parte del tiempo asignado a cada cual. El tiempo, el don más preciado porque es en resumidas cuentas lo único que tenemos.
Y puestos a hacer balance del año que termina, que es actividad y pasatiempo propio de estas fechas, y llevado del sentimiento que asoma siempre cuando uno se deja llevar por la añoranza de tiempos mejores, que suelen ser inevitablemente los ya pasados, como tan bien expresara Jorge Manrique en sus famosas Coplas (“cómo a nuestro parecer / cualquiera tiempo pasado / fue mejor”), consignaré un par de noticias significativas de estos últimos 365 días.
La primera y más reciente, de esta misma semana, que la Fundación de Español Urgente, promovida por la RAE y la Agencia EFE, haya escogido polarización como palabra del año 2023. Y con toda razón, pues, aplicada a situaciones en las que hay dos direcciones u opiniones contrapuestas y muy distanciadas (como los polos), define y explica muchos de los acontecimientos actuales, y en todos los ámbitos, que llevan el signo de la confrontación, la discordia, el enfrentamiento y la crispación. La segunda, que el mercado laboral, según titulaba un periódico el pasado 23 de junio, olvida a los filósofos, los historiadores y los licenciados en Literatura, o sea, los saberes humanísticos, tan útiles y necesarios en una sociedad que los considera inútiles.
También, y con la misma intención, mencionaré algunas situaciones y realidades que contribuyen igualmente a producir esa impresión de desánimo y pesimismo. Por ejemplo, el desastre del informe PISA, para el que se han buscado las excusas de siempre –la falta de recursos en primer lugar– pero sin plantearse siquiera la raíz del problema: la tiranía del pedagogismo de despacho, la imposición del aprendizaje por competencias y proyectos, con el consiguiente abandono de contenidos. Un reflejo del estado en que se encuentra la educación, sometida a los cambios continuos de los planes de enseñanza y a los intereses y caprichos de los gobernantes de turno, lo cual evidencia la necesidad de una ley de educación pactada que sea inmune a las turbulencias políticas y otorgue continuidad y estabilidad a un sistema que hace aguas: “El sistema educativo ha renunciado a enseñar, ahora lo importante es la felicidad del alumno”, rezaba el titular de una entrevista a Xavier Massó, secretario general del sindicato ASPEPC-SPS. O la audiencia y seguimiento que alcanza cualquier persona que salta a la fama de las redes sociales y el poco aprecio y reconocimiento de que gozan los profesionales –estudiosos, investigadores, científicos…– que, anónimamente y desde todos los campos del saber, se esfuerzan por que tengamos un mundo mejor.
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