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Los gorriones se están extinguiendo

Hace décadas que los gorriones están desapareciendo y no tenemos clara la causa. Lo que sí sabemos es que, como no lo detengamos, las consecuencias serán muy graves.

Durante los últimos miles de años hemos levantado selvas artificiales, primero de barro y paja, ahora de acero y vidrio. Nuestra sociedad ha evolucionado desde aquellos primeros asentamientos, y en nuestro viaje hemos arrastrado a otras especies. Cuando pensamos en la domesticación nos viene a la mente el perro, tal vez incluso el ganado, pero, en realidad, es una realidad que va mucho más allá. Hemos alterado sobremanera los ecosistemas, creando nuevos hábitats de cemento y cuernos de la abundancia a los que llamamos “contenedores de basura”, nuevas oportunidades y peligros a los que la fauna y la flora se han adaptado tanto como les ha sido posible. Los jabalíes bajan cada noche a Barcelona para hozar en los desperdicios y la mayor población de gaviotas del mundo se encuentra en el basurero de Madrid, pero ¿se trata de un regalo envenenado?

Puede parecer que el estilo de vida urbanita al que estos animales se han acostumbrado es una comodidad, una forma de asegurarse el alimento lejos del peligro de lo salvaje. Sin embargo, la naturaleza es complicada y lo que parece una buena noticia puede ser tan solo el prólogo de un drama y esa es, precisamente, la historia que los gorriones nos cuentan.

Hemos alterado el propio aspecto de los gorriones

Los gorriones son una familia mucho mayor de lo que imaginamos, tanto por variedad como por antigüedad. El que estamos acostumbrados a ver es el gorrión común (Passer domesticus) y su historia se entrelazó con la nuestra hace 10.000 años. Por aquel entonces los mayores asentamientos de nuestra especie se encontraban en Oriente Medio y no solía sobrar la comida. Los pocos desperdicios que pudieran producirse eran apartados del campamento para evitar atraer a las alimañas.

Sin embargo, eso estaba a punto de cambiar con la aparición de la agricultura. Por un lado, trabajar la tierra hacía salir a la luz todo un banquete de lombrices e insectos que atrajo la atención de muchos animales, entre ellos los antepasados de nuestros gorriones. Por otro lado, las plantaciones que primero domesticamos, llamadas “cultivos fundadores” del neolítico, consistían principalmente en cereales y legumbres, perfectas para el pico de aquellos piratas del aire, o al menos hasta que empezamos a seleccionar las semillas más grandes generación tras generación.

Los cambios en las semillas dieron lugar a una presión selectiva en los gorriones, los cuales tenían mucho más complicado partirlas. Esto hizo que fueran seleccionándose los especímenes con picos más robustos y cráneos más voluminosos en los que poder anclar fuertes músculos. Si queremos hacernos una idea de cómo eran estos gorriones pre-agrícolas podemos recurrir a su pariente más cercano, del cual se separaron aproximadamente hace 10.000 años: la subespecie Passer domesticus bactrianus. Las diferencias pueden ser imperceptibles para el ojo inexperto (sobre todo bajo el denso plumaje), sin embargo, los ornitólogos tienen clara la diferencia.

La relación se fue estrechando con el tiempo y los gorriones conocieron el paraíso terrenal multiplicando tanto sus poblaciones que no tardaron en volverse el ave más extendida de todo el planeta. Parecía estar viviendo un utópico mundo de bonanza, pero hace años que la historia parece estar cambiando y lo que antes era un paraíso ahora parece estarles llevando al borde de la extinción.

Un regalo envenenado

Hace décadas que los ornitólogos nos están avisando. Las poblaciones de gorriones en las ciudades ya no son lo que eran, están en caída libre de una forma dramática. Algunas grandes ciudades, como Londres o Ámsterdam se han visto completamente vaciadas de esta especie y ciudades españolas como Valencia están bajo mínimos, habiendo disminuido un 70% durante la última década.

¿A qué se debe una crisis tan dramática y repentina precisamente ahora? La respuesta, aunque parezca mentira, no está del todo clara. Hasta ahora los gorriones han explotado las urbes, cuanto más grandes más ejemplares prosperaban en ellas. Sin embargo, esto no quiere decir que todo fuera positivo, tan solo que los pros superaban a los contras y que la contaminación y los peligros urbanos eran eclipsados por la abundancia de comida. ¿Es posible que hayamos superado un límite? ¿Podría ser que los contras de la industrialización hayan crecido tanto que ni siquiera la fauna más adaptada a ellos sea capaz de resistirlos?

Sabemos que los nuevos edificios están mejor aislados y cuentan con menos recovecos donde estos pájaros puedan cobijarse. La reducción de las zonas verdes, la contaminación debida al aumento del tráfico, las especies invasoras y el uso de algunos pesticidas no selectivos (entre ellos muchos de los llamados “ecológicos”) han contribuido a su declive. Todo ello se suma a que las calles están más limpias que antes, lo cual reduce su fuente de alimento.

A pesar de ello, los gorriones siguen poblando todos los continentes a excepción de la Antártida y son capaces de vivir en ambientes tan dispares como una marisma o una montaña. Alguien podría engañarse pensando que el peligro no es tan grande o que, incluso si desaparecen, no nos afectará demasiado. Sin embargo, sabemos a ciencia cierta que el impacto que puede tener la desaparición de los gorriones es tremendo, y lo sabemos porque ya ha ocurrido una vez.

Las cuatro plagas de China

No es extraño que el éxito de una especie que se alimenta de grano frustre a los trabajadores del campo. De hecho, los egipcios le dedicaron a los gorriones un jeroglífico que expresaba “el mal” y otros conceptos relacionados. La animadversión hacia estos pájaros era algo extendido, pero nunca se llevó tan al extremo como en 1958, cuando Mao Zedong, queriendo revolucionar la agricultura, decidió incentivar su exterminio.

Los gorriones, junto con las moscas, los mosquitos y los ratones, fueron considerados plagas peligrosas y popularizaron la idea de que, a menos gorriones, más comida para el pueblo. En cierto modo la campaña fue un éxito, pues los gorriones fueron prácticamente eliminados de China. El problema es que con su desaparición vino el crecimiento descontrolado de sus presas, que ahora podían reproducirse despreocupadamente, sin apenas depredadores naturales. Entre esas presas estaban ciertas especies de langostas que rápidamente se convirtieron en una verdadera plaga, mucho más agresivas que los maltratados gorriones.

Los avisos de científicos estadounidenses no consiguieron prevenir el desastre antes de que fuera demasiado tarde. La producción de los cultivos bajó rápidamente muriendo entre 2 y 3 millones de personas en apenas 3 años. Ante las incuestionables evidencias, Mao tuvo que desdecirse en 1960, eliminando a los gorriones de la lista de plagas, sustituyéndolos por las cucarachas y pidiéndole al pueblo que los olvidara. Por desgracia, por aquel entonces las poblaciones eran tan escasas que necesitaron importar miles de gorriones de la Unión Soviética y ni siquiera así han logrado restablecer el número de gorriones que había antes de la locura colectiva de 1958.

Un pájaro que muere. Es curioso lo mucho que recuerda a aquellos canarios que bajaban a las minas para detectar fugas de gas. Su pequeño cuerpecito y su rápido metabolismo les hacían especialmente vulnerables y cuando el pájaro dejaba de cantar los mineros salían apresuradamente a cielo abierto. Lo más probable es que hubiera muerto asfixiado por el gas, así que cuando el canario dejaba de piar, los mineros sabían que había problemas, y que aunque ellos fueran más resistentes que el pájaro o tomaban medidas o acabaría también con ellos. Nuestros gorriones están dejando de piar, ¿qué haremos?

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Los gorriones no están en peligro de extinción, pero se están extinguiendo a un ritmo alarmante. Si sus poblaciones continúan disminuyendo a esta velocidad en unos años podría enterar realmente en peligro de extinción.

REFERENCIAS (MLA):