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Calaverita: «El oro de los tontos» de los tontos

La historia de un pueblo minero australiano que, sin saberlo, desechó minerales repletos de oro durante años.

Un cúmulo de cristales de pirita, el mineral conocido como «el oro de los tontos».
Un cúmulo de cristales de pirita, el mineral conocido como «el oro de los tontos».Robert M. Lavinsky/iRocks.com

Os propongo un reto. ¿Sabríais decir cuál de las dos muestras siguientes contiene oro metálico de verdad y cuál es simplemente un mineral que tiene un color dorado?

Una de estas muestras minerales contiene oro metálico y la otra pirita dorada.
Una de estas muestras minerales contiene oro metálico y la otra pirita dorada.Robert M. LavinskyRobert M. Lavinsky/iRocks.com (izquierda), James St. John (derecha)

Si habéis elegido la foto de la izquierda, lamento informaros de que eso no es oro, sino pirita, un mineral que a veces adopta un tono amarillento y metálico que confunde a la gente menos familiarizada con la geología. En realidad, el valor económico de la pirita es más bien nulo porque está hecha de sulfuro de hierro... Así que no es de extrañar que este mineral se ganara el sobrenombre de «el oro de los tontos».

Ahora bien, existe un mineral aún más puñetero que la pirita del que oí hablar por primera vez en La cuchara menguante, de Sam Kean. El autor de este libro hace un recorrido por la historia de la química a través de un montón de anécdotas curiosas sobre la tabla periódica y me llamó especialmente la atención el caso de un pueblo australiano en el que se encontró calaverita, un mineral que se podría bautizar como «el oro de los tontos».

La fiebre del oro australiana

Nuestra historia ocurre en Australia a finales del siglo XIX, en plena fiebre del oro. En 1893, dos prospectores que andaban buscando yacimientos de este metal precioso por el suroeste del país cuando se toparon con una zona en la que las pepitas de oro eran tan abundantes que las podían recoger del suelo mientras paseaban, sin necesidad de hacer ninguna excavación. Este lugar, originalmente apodado «Hannan’s Find» en referencia al apellido de uno de sus descubridores, acabó siendo conocido como Kalgoorlie.

Como os podéis imaginar, las noticias de un descubrimiento de esta magnitud corrieron como la pólvora y al cabo de tres días habían acudido unas 700 personas a Kalgoorlie en busca de oro. En cuanto se agotó el oro en la superficie, los mineros empezaron a excavar pozos en busca de más masas de metal dorado y, como era de esperar, de esos agujeros salió aún más oro. A medida que se hizo patente que la región era lo bastante rica en oro como para sostener la actividad minera durante años, se vio atraída hacia la zona una segunda oleada de gente dispuesta a ganarse la vida proporcionando a los mineros los víveres y servicios que necesitaban para subsistir.

Kalgoorlie se estaba transformando en un pueblo minero en toda regla muy deprisa, así que requería una gran cantidad material de construcción para erigir toda esa nueva infraestructura. Por suerte, tenían a su disposición una fuente de piedra muy abundante: las toneladas de rocas que los mineros descartaban porque no tenían ningún valor... O, al menos, eso es lo que creían.

La calaverita

Casi todos los metales conocidos tienen la tendencia de reaccionar químicamente con elementos como el oxígeno o el azufre en la naturaleza, por lo que es imposible encontrarlos en estado puro en nuestro entorno. En cambio, el oro es un metal extremadamente inerte que puede permanecer en estado puro entre las rocas durante miles de millones de años sin sufrir ningún tipo de alteración química. Como resultado, la inmensa mayoría del oro que hay entre las rocas se encuentra en forma nativa o, lo que es lo mismo, en estado metálico y mezclado con pequeñas cantidades de otros elementos, como el cobre o la plata.

Los mineros de Kalgoorlie estaban lo bastante familiarizados con el oro como para saber que era imposible encontrarlo «camuflado» entre otros minerales y conocían casos como el de la pirita que demuestran que no es oro todo lo que reluce, así que su trabajo se limitaba a quedarse únicamente con las pepitas metálicas y descartar cualquier otro mineral que encontraban durante sus excavaciones, por muy parecido al oro que fuera. Pero, sin saberlo, estos mineros tenían la mala suerte de estar trabajando en uno de los pocos lugares del mundo en los que se dieron las condiciones químicas necesarias para que el oro se combinara con otro elemento: el telurio.

El telurio es un metaloide que tiene la curiosa propiedad de conseguir que nuestro aliento y nuestro sudor huelan a ajo durante días o meses, incluso aunque se consuma una cantidad minúscula de este elemento. La otra propiedad inusual del telurio es que es uno de los pocos elementos que se combina con el oro en la naturaleza, formando un mineral llamado calaverita. Este mineral sigue teniendo la tonalidad metálica característica del oro, pero posee un color más similar al de la pirita, que, como hemos visto, es un mineral que no contiene oro.

Una muestra de cristales de calaverita, un mineral que adopta un color amarillento similar al del bronce.
Una muestra de cristales de calaverita, un mineral que adopta un color amarillento similar al del bronce.Robert M. Lavinsky / iRocks.comRobert M. Lavinsky/ iRocks.com

Por tanto, cuando los mineros de Kalgoorlie encontraban trozos de este mineral desconocido similar a la pirita, asumían que se trataba de una pierda sin valor y lo descartaban de inmediato… Sin saber que, en realidad, estaban desechando un material que contenía hasta 14 kilos de oro por tonelada de mineral.

Una noticia desgarradora

La calaverita se descubrió en el condado de Calaveras (California, Estados Unidos) en 1861, pero las noticias de la existencia de este mineral tardaron 35 años en cruzar el océano Pacífico y llegar hasta los oídos de los habitantes de Kalgoorlie. En 1896, tanto la actividad minera como el número de habitantes del pueblo se habían multiplicado, pero Kalgoorlie seguía siendo un lugar remoto donde los recursos eran escasos. Como resultado, los precios de los enseres diarios incrementó junto con el aumento de la población.

En este ambiente de tensión, llegó al pueblo una noticia tan estremecedora como esperanzadora: aquel material tan parecido a la pirita que habían estado descartado durante tres años era calaverita, un mineral que, al contrario de lo que pensaban, contenía grandes cantidades de oro.

Ante esta información, lo primero que hicieron los habitantes de Kalgoorlie fue revisar las escombreras de las minas. Cuando esta fuente de calaverita se agotó, dirigieron su atención hacia el propio pueblo. Habían pasado tres años construyendo su infraestructura con esos mismos escombros cargados de minerales valiosos, así que no les quedó más remedio que desmontar las aceras, las calzadas y las chimeneas de ladrillo para recuperar el oro que habían encerrado accidentalmente en ellas.

Este curioso episodio no fue el final del pueblo, ni mucho menos. De hecho, Kalgoorlie es una de las ciudades mineras más activas de Australia en la actualidad. Aun así, la historia de la calaverita australiana es un ejemplo de que, aunque no es oro todo lo que reluce... Bueno, a veces sí que lo es.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • La pirita puede contener pequeñas cantidades de oro metálico. Aun así, esta mezcla ocurre en pocos lugares del mundo y, además, el oro y la pirita siguen siendo dos sustancias completamente distintas.

REFERENCIAS (MLA):

  • Sam Kean, “La cuchara menguante. Y otros relatos veraces de locura, amor y la historia del mundo a partir de la tabla periódica de los elementos" (2010).