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La plaga de pájaros que no fue culpa de Shakespeare

La historia culpa a Shakespeare de una de las plagas más destructivas de todos, pero posiblemente sea inocente.

Bandada de estorninos al atardecer sobre el puerto de West Pier
Bandada de estorninos al atardecer sobre el puerto de West PierNorman of Oxfordshire

No ha sido rápido, pero a base de palos la historia nos ha enseñado que importar especies exóticas no es una buena idea. Los cangrejos de río americanos, el mejillón tigre, las tortugas de Florida son solo algunos casos autóctonos de especies extranjeras que han puesto patas arriba nuestro ecosistema. Si buscamos casos más extremos, nos encontraremos con la famosa plaga de conejos y sapos que Australia lleva siglos padeciendo. Por desgracia existen ejemplos de sobra, aunque las consecuencias suelen ser siempre bastante parecidas.

Pensemos en los gatos, una especie que se ha introducido en numerosas islas donde antes no existía. De repente, el resto de las especies se encuentran con un predador que no han aprendido a temer y su paraíso se convierte del día a la noche en un campo de caza. Por ejemplo, los cerdos contribuyeron a extinguir al dodo, alimentándose de sus huevos. Posiblemente este sea el efecto más conocido de las especies invasoras, pero hay otro que, aunque suele pasar más desapercibido, es más sencillo de entender. Estas nuevas especies, cuando resultan estar más adaptadas y ser más agresivas que las locales, no solo las empujan a la extinción, sino que comienzan a reproducirse descontroladamente. Simplemente triunfan. Y claro, a más individuos más alimento necesitarán, por lo que las cosechas comienzan a sufrir este desequilibrio del ecosistema. La pérdida de cultivos genera a su vez pérdidas económicas millonarias.

Esa es la historia de nuestros protagonistas, unos pájaros que, cada año, sangran mil millones de dólares a EE.UU. y que a pesar de haber sido atacados hasta con radiación, siguen engullendo el continente americano bajo la sombra de sus alas. Los estorninos dominan el aire.

¿La culpa fue de Shakespeare?

Los estorninos pintos (Sturnus vulgaris) no siempre han vivido en América. De hecho, no se introdujeron hasta el siglo XIX. Nosotros estamos acostumbrados a ellos y a sus irritantes píos, pero al nuevo continente le eran completamente ajeno. Sabiendo esto ¿cómo cruzaron el mar? No fue por sus propias alas, eso está claro, de hecho, el culpable directo es bastante conocido, su nombre es Eugene Shipling. Eugene era un filántropo, que dicho sin ambages significa que tenía dinero suficiente para permitirse fruslerías, tanto para él como para el pueblo. Su padre era un reputado abogado y la fortuna que había amasado permitía a Eugene dedicarse a todo tipo de refinadas actividades. Algunas son fácilmente imaginables, pero otras, por suerte, han caducado con los años y ahora nos suenan demenciales.

Estornino pinto (Sturnus vulgaris)
Estornino pinto (Sturnus vulgaris)Pexels / 9152 imágenesCreative Commons

Un ejemplo era su pertenencia a la Sociedad Americana de Aclimatación, fundada en 1871. Este tipo de agrupaciones comenzaron en 1850, en Francia, desde donde saltaron a Inglaterra y finalmente a Estados Unidos. Su propósito consistía en introducir especies exóticas en sus praderas y bosques. Cuando hablaban, sencillamente, de aclimatar se referían a comprar especímenes extraños e importarlos. Desde nuestro conocimiento actual esto parece una barbaridad, pero poco se sabía por aquel entonces. Las escasa voces críticas que se alzaban eran contrarrestadas por quienes creían que, introduciendo a algunas de estas especies, se mejoraría la polinización de cultivos o se controlarían plagas autóctonas. En cualquier caso, el verdadero criterio para seleccionar qué especies introducir distaba, en muchos casos, de este altruismo.

Los estorninos no fueron la primera importación de Eugene, antes que ellos ya había tratado de introducir otras cuantas, como el camachuelo común (Pyrrhula pyrrhula), el pinzón vulgar (Fringilla coelebs), el ruiseñor común​ (Luscinia megarhynchos), o la alondra común (Alauda arvensis). Tal vez su único “éxito” fue el gorrión común (Passer domesticus), introducido en 1864, que como era de esperar, también se ha vuelto una plaga. Nada dicen los escritos sobre por qué Eugene seleccionó a estas especies y no a otras. Tal vez fue pura casualidad. No obstante, esta historia se cuenta de un modo muy distinto. Generalmente se dice que Eugene tenía un propósito claro, honrar la memoria del bardo inmortal, de William Shakespeare, que por aquella época volvía a estar especialmente de moda.

Su tributo al genio británico consistiría en introducir en América cada una de las especies de pájaro que él citara en sus obras. Como hemos dicho, tal afirmación no consta en sus escritos ni en documentos de la época, pero ciertamente se habla de todos ellos en las obras de Shakespeare y el estornino es nombrado, concretamente, en la primera parte de Enrique IV. Es imposible saber hasta qué punto esta anécdota se adecua a la realidad, pero su atractivo se ha vuelto tan popular que merece la pena nombrarla.

HOTSPUR - Dice que no quiere rescatar a Mortimer; me ha prohibido hablar de Mortimer; pero iré a buscarle mientras duerme y le gritaré al oído: ¡Mortimer! Sí, ¿eh? Voy a tener un estornino que no sepa hablar más que una palabra: ¡Mortimer! y se lo voy a dar para que conserve su cólera en movimiento.
Enrique IV

La liberación

Fuera por el motivo que fuese, Eugene liberó no una, si no dos veces, a aquellos pájaros en el Central Park de Nueva York. La primera fue en 1890 y contaba con sesenta ejemplares que no parecieron desenvolverse demasiado bien, por lo que reforzó la bandada con otros 40 tan solo un año después. Aunque parezca mentira, esta segunda remesa tampoco solucionó el problema y durante los siguientes años la población de estorninos cayó de 100 a 32 individuos. Aunque claro, todo esto estaba a punto de cambiar.

Su agresiva competitividad, que puedan alimentarse de casi cualquier cosa y resguardarse en cualquier lugar, hacía de esta ave un todoterreno que, tras recuperarse de este primer bache, comenzó a expandirse. Durante los 6 primeros años apenas habían salido de Manhattan, pero en 1930 ya había ejemplares a ambos lados del Mississippi. En 1950 se encontraron los primeros estorninos en la otra costa del continente, bordeando el Pacífico. Ahora cubren América de Alaska a México y se estima que superan los 200 millones de estorninos. Son tantos y tan voraces que la Unión para la Conservación de la Naturaleza los ha situado entre las cien peores especies invasoras.

Tractores en llamas y accidentes aéreos

En Estados Unidos su caza está permitida en cualquier momento del año, sin restricciones de ningún tipo. Por eso está tan extendida la construcción de trampas para ellos y algunos granjeros han desarrollado formas de sacrificarlos aprovechando los gases del tubo de escape de sus tractores. De hecho, se abaten en tales cantidades que se han tenido que buscar formas de aprovechar su dura carne, con recetas variadísimas e incluso apetecibles a la vista. Pero hablemos un poco más de sus peligros, materialicémoslos.

Entre las especies más afectadas por los estorninos se encuentran los pájaros carpinteros, con quienes compiten por los huecos perforados en los troncos. En concreto, el carpintero de California (Melanerpes carolinus) se ve especialmente afectado, aunque sus poblaciones todavía no se consideran amenazadas. Otra consecuencia de su número es que rondan los aeropuertos, pudiendo ocasionar accidentes aéreos como el que tuvo lugar el 1960. Una bandada entera chocó contra el vuelo 375 de Eastern Air Lines, causando un accidente donde murieron 62 personas. Tal vez más frecuentes sean las nidificaciones en vehículos como los tractores, propiciando que estos se incendien al arrancar el motor. Incluso pueden producir cortes en la red eléctrica por el peso que una bandada entera puede ejercer sobre los cables de alta tensión.

Bandada de estorninos posados sobre una antena.
Bandada de estorninos posados sobre una antena.Anónimo

El efecto de la plaga de estorninos parece afectar incluso a la sanidad, pues en ellos se concentran numerosos patógenos, convirtiéndolos en transmisores de enfermedades como la histoplasmosis, la toxoplasmosis, la gastroenteritis por Samonella o E. coli, y otras cuantas, algunas de las cuales afectan también al ganado. Sin embargo, las mayores pérdidas ocurren en las plantaciones de cereales, que arrasan como si fueran máquinas cosechadoras. Esto último constituye el grueso de las pérdidas económicas que producen los estorninos en Estados Unidos.

Ante este panorama, no es de extrañar que las medidas para controlar dicha plaga se hayan vuelto cada vez más radicales. En los comienzos se utilizaban espantapájaros con forma de aves rapaces. La desesperación también ha dado lugar a propuestas extrañas, como cubrir las zonas en las que se alimentan con líquidos untuosos, como grasa o cera. Supuestamente, de este modo llevarían la cera pegada en sus plumas, embadurnando sus propios huevos y matando a sus polluelos no natos al bloquear su capacidad de transpiración. No obstante, poco a poco se han extremado las medidas hasta el punto esterilizar masivamente gorriones con un isótopo radiactivo del cobalto, comida envenenada y sustancias altamente irritantes.

En algunos lugares, la lucha contra los estorninos se ha convertido en una guerra en toda regla, pero por más medidas que se toman no parece que las poblaciones logren controlarse. Ni la radiación ni los químicos parecen haber sido suficientes, y el futuro no semeja ofrecer mejores alternativas a corto plazo. No obstante, hay algo que sí podemos hacer y es entender que Eugene estaba equivocado, pero su culpa no es mayor que la de quienes se cansan de sus animales exóticos y los liberan sin el menor cuidado. La historia de los estorninos es un anticipo, una versión extrema de los peligros que tienen nuestros actos y que estamos a tiempo de no repetir.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Aunque es frecuente asumir que Eugene quería homenajear a Shakespeare, no sabemos si su selección de aves se debía a los textos del bardo o no. Lo más parecido a una prueba de esto es que pertenecía a una asociación de admiradores de la obra de Shakespeare.

REFERENCIAS (MLA):