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Carrera espacial
La nueva carrera por conquistar la Luna tiene un actor inesperado: el reloj. La presión de la Casa Blanca sobre la NASA es cada vez mayor para que cumpla sus plazos, especialmente con China pisándole los talones tras anunciar su intención de alunizar en 2030. Un tropiezo estadounidense no solo sería un revés técnico, sino que se percibiría como un golpe al liderazgo geopolítico del país, convirtiendo el regreso al satélite en una cuestión de prestigio nacional.
En este contexto, el programa Artemis se ha convertido en el epicentro de todas las miradas. La misión Artemis 3, la primera que debe devolver astronautas a la superficie lunar en más de medio siglo, tiene una fecha límite marcada en rojo en el calendario: 2027. Sin embargo, la inquietud crece en el seno de la agencia espacial estadounidense al constatar que la pieza angular de todo el proyecto, el cohete Starship, se tambalea por una serie de demoras que amenazan con hacer saltar por los aires el estricto calendario previsto.
De hecho, el foco del problema apunta directamente a SpaceX, la compañía de Elon Musk. El desarrollo de su cohete acumula una serie de retrasos que han encendido todas las alarmas en la NASA, poniendo en jaque el contrato que hasta ahora parecía exclusivo. Esta delicada tesitura, tal y como han publicado en Futurism, ha obligado a la agencia a buscar alternativas para no ceder terreno en una competición tecnológica que se antoja crucial.
Por ello, ha entrado en escena un nuevo protagonista, o más bien, uno cuyo papel podría adelantarse. Se trata de Blue Origin, la empresa aeroespacial de Jeff Bezos, que ya es un socio estratégico de la NASA. La compañía tiene en vigor un contrato para desarrollar un segundo vehículo de alunizaje, aunque su participación estaba originalmente programada para una misión posterior, la Artemis 5, prevista para el año 2030.
Asimismo, la tensión interna es palpable, como demuestran las recientes declaraciones del administrador interino de la NASA, Sean Duffy, quien llegó a afirmar que «a veces podemos dejar que la seguridad sea enemiga del progreso». Sus palabras reflejan una enorme urgencia por cumplir con los objetivos marcados y la disposición de la agencia a reabrir a la competencia el contrato de aterrizaje lunar para garantizar el éxito de la misión a tiempo.
En definitiva, lo que se valora internamente en la agencia espacial es un cambio de planes trascendental. La posibilidad de que Blue Origin reemplace a SpaceX como contratista principal para el histórico regreso a la Luna ya no es una hipótesis remota, sino una alternativa muy real que podría redefinir por completo el futuro inmediato de la exploración espacial estadounidense.
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