Giro inesperado

Un estudio científico cree que estamos dentro de un agujero negro

Un inesperado descubrimiento del James Webb pone en jaque la cosmología: las galaxias primitivas parecen tener una dirección de giro preferente, un hallazgo que desafía los modelos actuales sobre el origen y la estructura del universo

Agujero negro masivo
Agujero negro masivoShutterstock

La hipótesis, casi propia de la ciencia ficción, de que nuestro universo podría no ser más que el interior de un gigantesco agujero negro, ha encontrado un aliado inesperado en los confines del cosmos. Un reciente descubrimiento del Telescopio Espacial James Webb ha puesto sobre la mesa un dato que, de confirmarse, obligaría a los cosmólogos a replantearse los fundamentos mismos de su disciplina. Se trata de un hallazgo que desafía uno de los pilares de la física moderna y abre la puerta a teorías que hasta ahora permanecían en el terreno de la pura especulación sobre la naturaleza misma del cosmos. Esta audaz proposición se suma a otras ideas que exploran los límites de nuestro entendimiento, como la teoría que postula que en realidad vivimos en una simulación con bases físicas demostrables.

El origen de esta sacudida científica se encuentra en un estudio de 263 galaxias situadas en el universo primitivo. Los modelos teóricos asumían que sus movimientos de rotación se distribuirían de forma aleatoria, con un equilibrio entre las que giran en el sentido de las agujas del reloj y las que lo hacen en sentido contrario. Sin embargo, los datos del Webb revelan un panorama muy distinto, al detectar un patrón de giro preferente: aproximadamente un 60 % de ellas rota en una dirección, mientras que solo el 40 % lo hace en la opuesta.

Ante esta anomalía, la explicación más audaz apunta a que el universo mismo nació girando sobre sí mismo. Si el cosmos primitivo tuviera un eje de rotación, este movimiento original habría dejado una huella indeleble en la formación de las primeras estructuras galácticas. Esta idea, que tal y como han publicado en Iflscience, daría por primera vez un soporte observable a la controvertida teoría de que habitamos el interior de un agujero negro preexistente. La complejidad de un agujero negro de escala universal contrasta con los avances teóricos que sugieren que la ciencia podría fabricar una bomba capaz de crear un agujero negro a una escala mucho menor.

Una ilusión óptica o un universo en rotación

Por otro lado, los investigadores no descartan una interpretación mucho más terrenal y que no requeriría dinamitar las leyes de la física. El desequilibrio observado podría ser, en realidad, una ilusión óptica provocada por el conocido efecto Doppler. Este fenómeno haría que las galaxias cuya rotación es opuesta a la de la Vía Láctea parecieran más brillantes, lo que provocaría que estuvieran sobrerrepresentadas en los catálogos de observación y distorsionaran así la estadística.

De hecho, si esta segunda hipótesis fuera la correcta, las consecuencias para la astronomía seguirían siendo de una envergadura considerable. Los científicos se verían forzados a recalibrar por completo sus métodos para medir las distancias en el universo profundo. Un ajuste de esta naturaleza no sería un simple retoque técnico, sino que podría resolver grandes incógnitas actuales, como las discrepancias que existen en el cálculo de la velocidad a la que se expande el universo. De hecho, resolver las discrepancias en la expansión del universo es tan crucial como abordar otros enigmas, pues los científicos están a punto de dar caza a la materia oscura utilizando métodos innovadores que también dependen de mediciones precisas.

No obstante, la comunidad científica subraya la necesidad de actuar con cautela. Tanto una posibilidad como la otra abren nuevas e fascinantes vías de investigación, pero se necesitan muchas más observaciones para confirmar estos hallazgos preliminares y determinar cuál de las dos explicaciones se ajusta a la realidad. El debate, en cualquier caso, ya está servido y promete marcar la agenda de la cosmología durante los próximos años.