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Zoología

Llevaba 46.000 años congelado en el permafrost, pero estaba vivo: tiene la clave para desbloquear un gran misterio de la genética

Un equipo de científicos ha conseguido revivir un ser vivo que ha permanecido congelado durante 46.000 años en el permafrost siberiano y que ahora abre una ventana única al pasado remoto de la Tierra

El permafrost siberiano escondía un gusano que puede tener la clave de los misterios de la genética Difoosion

La vasta y gélida región de Siberia, conocida por su clima extremo y sus imponentes formaciones de permafrost, ha sido escenario de un hallazgo científico de notable envergadura. Este entorno, que guarda celosamente los restos de miles de organismos preservados por el frío, ha revelado un secreto que desafía los límites conocidos de la vida.

Recientemente, un grupo de investigadores ha logrado resucitar un pequeño gusano que llevaba cerca de 46.000 años inmovilizado en el permafrost. Este milagro biológico ofrece una perspectiva sin precedentes sobre la capacidad de resistencia de la vida y su potencial para desvelar misterios genéticos de vital relevancia. La región siberiana es rica en ofrecer este tipo de oportunidades, como ya viéramos por los restos encontrados de un bisonte cuya datación se estima hace 9.000 años.

El descubrimiento, que ha captado la atención de la comunidad científica internacional, no solo supone una hazaña técnica, sino que también abre nuevas vías de estudio sobre los mecanismos de supervivencia en condiciones extremas, así como la evolución de las especies a lo largo de periodos geológicos inmensos.

El resurgir de una vida prehistórica

Este extraordinario organismo, una especie de nematodo previamente desconocida, ha sido bautizado como Panagrolaimus kolymaensis. Su hallazgo ha sido minuciosamente documentado por un equipo de investigación del Instituto de Zoología de la Universidad de Colonia, en Alemania, tal y como recoge el medio Andro4all. Los resultados de su trabajo han sido publicados en la prestigiosa revista científica PLOS Genetics.

La característica más asombrosa de este gusano es su capacidad para haber sobrevivido durante decenas de miles de años en un estado de letargo extremo, conocido como criptobiosis. Durante este proceso, el animal suspende casi por completo su actividad metabólica, sin necesidad de alimentarse, entrando en una especie de animación suspendida que le permite resistir condiciones mortales.

Philipp Schiffer, uno de los autores principales del estudio y líder de grupo en el Instituto de Zoología de Colonia, ha expresado su asombro ante la duración de este estado. "Nadie había pensado que este proceso podría durar milenios, 40.000 años, o incluso más", ha señalado, destacando que es asombroso que la vida pueda reactivarse tras un periodo tan dilatado.

El nematodo fue descubierto a una profundidad de unos 40 metros bajo tierra, en el interior del permafrost siberiano. El análisis genómico posterior, realizado en el laboratorio de Schiffer, confirmó la identidad de esta nueva especie y su antigüedad, determinada por la datación por radiocarbono del suelo circundante, que arrojó una cifra de 46.000 años.

Desvelando los secretos de la resistencia biológica

Tras el meticuloso proceso de descongelación de la muestra de sedimento, los científicos observaron con expectación cómo el nematodo volvía a la vida. No solo se reactivó, sino que también comenzó a reproducirse, siendo una especie compuesta únicamente por hembras que se reproduce de forma asexual. Sus crías se desarrollan en un periodo de entre ocho y doce días.

Aunque el gusano original que fue encontrado hace ya un lustro ha fallecido, los descendientes de este diminuto ser se han convertido en un objeto de estudio indispensable para los investigadores. Estos organismos permiten continuar las indagaciones sobre los mecanismos genéticos y biológicos que le permitieron desafiar al tiempo.

El objetivo principal de esta investigación se centra en comprender cómo estos nematodos son capaces de evolucionar y adaptarse a ambientes tan extremos. La capacidad de sobrevivir en condiciones desérticas, como las del desierto de Atacama en Chile, el lugar no polar más seco del planeta, sugiere una resiliencia biológica excepcional que podría ofrecer importantes claves para la ciencia genética y la biotecnología del futuro.