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Física cuántica

“Una piedra puede ser un observador”, así explica la cuántica el experto Carlo Rovelli

Sin ciencia se hace mala filosofía y sin filosofía se hace mala ciencia, pero hay un camino intermedio que debemos recorrer si queremos comprender la realidad.

“Una piedra puede ser un observador”, así explica la cuántica el experto Carlo Rovelli Fronteiras do Pensamento / Greg SalibianWikimedia Commons

“Si crees que entiendes la mecánica cuántica, no entiendes la mecánica cuántica". Desde que el físico y premio Nobel Richard Feynman acuñó esa frase, son muchos los investigadores que la han usado como mantra para esquivar el desafío de dar sentido a los extraños resultados de la cuántica. El mundo de lo diminuto es desconcertante, las partículas más pequeñas que un átomo no se comportan como lo hacen las pelotas o los árboles, sus propiedades no parecen definidas hasta que las medimos, parecen estar en dos lugares a la vez o tener propiedades contradictorias al mismo tiempo. No es fácil interpretar ese aparente sinsentido y, por ese motivo, a finales de los 80 David Mermin recomendó aquello de “¡Calla y calcula!”. Sin embargo, Carlo Rovelli pertenece a otra clase de físicos.

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“No es cierto que sea imposible de entender”, propone Rovelli desde el otro lado de la pantalla. “Creo que el esfuerzo que muchas personas han puesto en comprenderla nos está llevando a algún sitio. Aún no hay consenso, pero hay una especie de convergencia. Así que creo que podemos entender la mecánica cuántica, pero desafía (y mucho) nuestra visión habitual del mundo”. Tengo delante de mí a uno de los físicos más influyentes del mundo, uno de los fundadores de la gravedad cuántica de bucles, que trata de unificar nuestro conocimiento de lo muy pequeño con las extrañas propiedades del espacio-tiempo que Einstein descubrió a principios del siglo pasado. Y, sobre todo, es el padre de la interpretación relacional de la física cuántica.

Copenhague

Yo, que solo desempolvo la capacidad de hablar inglés cuando tengo entrevistas importantes, me siento como el que lleva años sin conducir y decide volver a coger el volante por el centro de Madrid en hora punta y para llevar a una novia a su boda. Noto una presión enorme, pero al otro lado de la videollamada encuentro esa amabilidad que los expertos solo recuperan cuando han alcanzado la cima más absoluta del mundo académico. Todos empiezan su viaje con humildad, pero, en mi experiencia, el proceloso mundo de la investigación se la arrebata a muchos por el camino, a medida que van medrando, y solo la recuperan cuando se dejan de sentir amenazados, cuando han logrado asomar la cabeza por encima de la masa.

Rovelli no deja de sonreír y, tras su epistemológica declaración de intenciones, empezó a aclarar lo que no son las cosas. “En realidad, la interpretación de Copenhague no es una interpretación. Es simplemente una instrucción básica de cómo usar la cuántica, pero deja abiertas las preguntas importantes”. Si alguna vez te has acercado al mundo de las partículas subatómicas, casi seguro que te la han explicado desde una perspectiva “copenhaguista”, sea en la carrera o en un vídeo de Tiktok. Según Copenhague, los sistemas cuánticos no tienen propiedades definidas hasta que los observamos. Solo entonces colapsan y ofrecen valores concretos. De ella nacen paradojas como el famoso gato de Schrödinger, que debería estar vivo y muerto al mismo tiempo hasta que abrimos la caja para observarlo.

“Casi nadie la cuestiona, pero solo es válida si no pensamos mucho”, continúa Rovelli. “Así que todo el mundo puede usarla, porque permite resolver problemas cuánticos muy complejos, y eso está bien, pero se supone que debe funcionar para todo, incluyéndome a mí y al mundo macroscópico en el que vivo, y ahí es donde empiezan los problemas reales. Funciona bien si no preguntas qué ocurre cuando no estoy mirando, qué ocurre entre una medida y otra…”. Desde que Copenhague surgió en 1927 han aparecido multitud de interpretaciones que tratan de dar respuesta a estas preguntas, sin embargo, en palabras del mismo Rovelli: “Copenhague sigue siendo la dominante porque creo que la mayoría de la gente que la sostiene no se plantea muchas preguntas”.

Una alternativa

Podríamos decir que aquel “¡Calla y calcula!” hizo un daño enorme al compromiso de los físicos con la ontología (el estudio de lo que las cosas son en sí mismas). Por eso, no podía perder la oportunidad de entrevistar a uno de los físicos vivos que más había contribuido a revivir ese espíritu explicativo, que transciende las descripciones más austeras para intentar casar la ciencia más rigurosa con la filosofía. Llevaba tiempo queriendo entrevistarle y, de pronto, llegó un golpe de suerte. El Centro de Bellas Artes y la Universidad de Barcelona celebrarán entre el 18 de noviembre y el 7 de diciembre más de 130 actividades por el centenario de la mecánica cuántica en la “Bienal Ciudad y Ciencia 2025” y, como no podía ser de otro modo, Carlo Rovelli participará en una de ellas. Era la oportunidad perfecta para pedir una entrevista y que él mismo nos pudiera explicar cómo interpreta los extraños fenómenos del mundo cuántico, una propuesta que ha recibido el nombre de “interpretación relacional de la mecánica cuántica”.

“Es una idea que ha ido creciendo muy lentamente desde los años 90, pero cada vez despierta más interés. La idea principal es que la interpretación de Copenhague funciona, pero no porque los humanos seamos especiales y nuestro acto de observar tenga propiedades únicas. La cuántica funciona sea lo que sea que tomes observador. En cierto sentido, la interpretación relacional es una democratización de Copenhague, ya no necesitas que el observador sea grande, no necesitas que sea humano ni consciente. Cualquier cosa puede hacer el papel de ‘observador’. Una piedra puede ser un observador en el sentido de que, si una roca golpea a otra roca, hay una interacción entre las dos”.

¡Que no es subjetiva!

La palabra “observador” tiene su sentido histórico, pero ha dado lugar a las más esotéricas de las confusiones. Así nació el misticismo cuántico, que considera que es la consciencia humana, como observadora, la que define la realidad y que, por lo tanto, todo es subjetivo. “Cuando decimos ‘subjetivo’ pensamos en un sujeto, la mente, la conciencia, un ser humano, algo que pueda pensar y realizar activamente la observación”, apunta Rovelli. “Pero eso no tiene nada que ver con la interpretación relacional. Lo que planteo yo es que los sistemas físicos tienen propiedades, pero solo con respecto a otros sistemas físicos y ese otro sistema físico podría ser una piedra que, desde luego, ni es un sujeto ni tiene subjetividad”.

Rovelli se detiene un segundo para buscar un ejemplo más tangible, y continúa: “Es muy parecido a cuando decimos que la velocidad de algo es relativa a algún observador. La Tierra tiene una velocidad con respecto al Sol, una velocidad diferente con respecto a la galaxia, aunque el Sol no sea un humano. La interpretación relacional no tiene nada que ver con la subjetividad”. En ella no hay lugar para misticismos ni vendehúmos, por mucho que algunos se empeñen en entender lo que les conviene.

Soy porque somos

Antes de que el sector informático se apropiara de él, la filosofía zulú tenía un término para referirse a la naturaleza relacional de la existencia humana: Ubuntu, que significa algo así como “soy porque somos”. Esa idea de codeterminación, donde el mundo se define en las interacciones de sus componentes entre sí, está presente en multitud de filosofías orientales y algunas occidentales. “Para hablar de cómo son las cosas en sí mismas tienes que hablar de cómo son respecto a algún ‘observador’, un punto de referencia”, concluye Rovelli. La ontología no ha muerto, pero debe hacer algunas concesiones.

“Tenemos que abandonar esa ingenua idea sobre la realidad que nos lleva a pensar que las propiedades de los objetos son independientementes del observador con el que están interactuando”, añade. “La interpretación relacional dice que la mecánica cuántica tiene sentido si pensamos que cada objeto interactúa con el resto del universo. El objeto, entonces, no es otra cosa que estas interacciones; así las cosas tienen sentido unas con respecto a las otras”. Y, aunque esta no es la única interpretación que podemos hacer de la mecánica cuántica y todas tienen alguna pega, lo que Rovelli propone es valioso en sí mismo, como ejemplo de que podemos recuperar ese compromiso perdido entre la física y la filosofía.

Mala filosofía y mala ciencia

Porque, aunque nos han vendido que ciencia y filosofía son dos disciplinas independientes (y casi incompatibles), no siempre ha sido así. “Creo que la relación entre la ciencia y la filosofía es muy profunda, siempre ha sido fuerte y debe serlo”. Rovelli duda un poco antes de aventurarse en este lodazal, pero finalmente clava la bota y sentencia: “A veces los filósofos dicen tonterías sobre la ciencia y muy a menudo los científicos dicen tonterías sobre la filosofía. Pero eso es humano, es normal. Creo que muchos pasos importantes en la ciencia han sido influenciados por la filosofía y mucha gran filosofía ha sido fuertemente influenciada por la ciencia de su tiempo. Así que creo que el diálogo continúa, y no solo con la filosofía; la ciencia está en diálogo constante con toda nuestra cultura: la filosofía, la literatura, las artes... No son realmente dominios separados porque la ciencia es mucho más que hacer cálculos, son nuevas formas de pensar la realidad. Que algunos científicos desprecien la filosofía es malo y que una parte de la filosofía desprecie la ciencia es aún peor”.

“Recuerdo cuando visité el departamento de filosofía de Princeton”, continúa Rovelli. “Me sorprendió encontrar que algunos de sus filósofos creían estar muy comprometidos con la ciencia, pero se habían quedado estancados en las investigaciones del siglo XIX. Me decían: ‘Mira, tenemos que creer que la realidad es así y asá porque lo dice la ciencia’, y yo les respondía: ‘Soy científico. Eso no es lo que dice la ciencia’. La ciencia ha cambiado profundamente y la imagen que nos da no la del materialismo ingenuo del siglo XVIII donde solo había partículas y fuerzas. La ciencia hoy nos presenta una imagen mucho más compleja, sutil e interesante de la realidad. Creo que los filósofos deberían involucrarse más en esos detalles.”

Una educación fracturada

Sin embargo, en España separan las ciencias de las letras desde que entramos en primaria. Al principio de forma sutil, imponiendo una serie de categorías férreas pero invisibles que, a medida que avanzan los cursos, van tomando cuerpo hasta hacerse, no solo visibles, sino infranqueables, obligándonos a elegir en qué lado queremos estar y, por lo tanto, con cuál vincularemos nuestra identidad. Rovelli asiente, pero no cree que sea algo específico de España: “Creo que la enseñanza está fracturada en todos los países”, apunta. “Hay partes de la filosofía que están muy ciegas a la ciencia y partes de la ciencia que están ciegas a la filosofía, pero no todas. Conozco algunos grupos de filósofos españoles muy buenos que están comprometidos con la ciencia, y espero que sigan creciendo porque la ciencia moderna (la mecánica cuántica, la relatividad general, la gravedad cuántica…) ha desafiado radicalmente nuestra cosmovisión”.

Y es que, tras 100 años de mecánica cuántica, hemos avanzado mucho con los cálculos y, ahora, por una negligencia filosófico, se nos ha acumulado el trabajo de integrar todos esos números y ecuaciones en nuestra forma de comprender el mundo. Con un poco de suerte, la labor divulgativa de figuras como Rovelli e iniciativas como la “Bienal Ciudad y Ciencia 2025”, ayudarán a derribar esos muros académicos que han aislado a las ciencias de las ‘letras’ como si sus diferencias borraran cuánto se necesitan las unas a las otras.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Las interpretaciones de la mecánica cuántica son un campo fascinante y complejo donde no existe consenso acerca de qué interpretación se ajusta mejor a los hechos. Eso no significa que todas las interpretaciones sean válidas, algunas se consideran bastante implausibles o, incluso, incompatibles con los hechos. En este caso, la interpretación relacional cuenta con defensores y detractores, pero ofrece una perspectiva actual que, en diálogo con otras interpretaciones, puede ayudar a sanear la disciplina y que siga prosperando hacia interpretaciones más fieles a la (tal vez inalcanzable) realidad.

REFRENCIAS (MLA):

  • Rovelli, Carlo. “The Relational Interpretation.” The Oxford Handbook of the History of Quantum Interpretations, edited by Olival Freire Jr., Oxford University Press, 2022.
  • Rovelli, Carlo. “Relational Quantum Mechanics.” International Journal of Theoretical Physics, vol. 35, no. 8, 1996, pp. 1637–1678.
  • Círculode BellasArtes. Bienal Ciudad y Ciencia. Círculo de Bellas Artes de Madrid, 2025, https://www.circulobellasartes.com/bienal-ciudad-y-ciencia/Accessed 12 Nov.2025.