Cine
«Cats», cualquier cosa menos gatos
Venía de serlo todo en el West End londinense y en el Broadway neoyorquino. Pero eso, en la conversión a la gran pantalla, no significa nada. Más bien lo contrario: un trampolín de varios metros desde el que saltar y caer, con suerte, en algo de agua que amortigüe el castañazo. Y, tristemente para los que pusieron pasta y esperanzas en ello, es esta una hipótesis que parece no haberse dado en el caso de «Cats». Ni una sola semana en taquilla –llega hoy a España– y ya se ha comprobado que, para desgracia minina, en el fondo de la piscina no se encontraba más que el frío y duro gresite. Suerte la suya de ser gatos y de que todavía les quede alguna que otra vida, porque de haber sido «Ostrich» (avestruz), les hubiera tocado meter la cabeza debajo de la tierra y aguantar el temporal. Para salvar lo que puede ser el peor inicio crítico en mucho tiempo –digno de estudiarse en alguna tesis doctoral de lo mala malísima que es, según firmaba el «New York Times»–, su director, Tom Hooper, tuvo claro que algo había que hacer (ni los 100 millonazos de presupuesto han servido para salvar mínimamente los muebles). Tan claro, lamentable y vergonzoso debió de ver el asunto que hasta el mismo día de la presentación se estuvo trabajando en una segunda edición que se entregaría a los exhibidores un par después de la citada «première». Un parche (o versión mejorada) en el que los efectos no fueran tan perturbadores como para «atormentar a toda una generación» –«The Guardian» «dixit»–. Lo único que ha creado consenso entre crítica y público es que los sexualizados gatos bípedos dan más repelús que ganas de ponerse a acariciarlos. Así que si son de esos a los que les van las emociones fuertes y se atreven a vivir la experiencia, prepárense para pasar unos días de duelo y para no ver a su gato con los mismos ojos de siempre, por lo menos, hasta que se pase el estrés postraumático de la cinta que ha juntado los nombres de Judi Dench, Idris Elba, Taylor Swift, James Corden y Jason Derulo. La extrañísima mezcla entre humanos y gatos que ha resultado de la ecuación promete ser de esas que hagan época, aunque no para bien. Aunque precisamente puede ser este el punto a favor de «Cats»: lograr su espacio en el imaginario «friki», convertirse en ese café amargo solo apto para muy cafeteros, en una película que haga bueno eso de la «resiliencia» que tanto nos venden en estos días y darle la vuelta a la tortilla. A mí, personalmente (os importe o no), me tienen ganado. No pagaré ni un euro por ir al cine, pero el día que la vea anunciada en televisión allí estaré puntual y dispuesto a comprobar si el esperpento es tal. Y si es así, procuraré que no falten ni el pacharán ni los hielos en la nevera.
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