Coronavirus

Un año de la anulación de las Fallas 2020: el día en que los valencianos miraron de frente a la pandemia

El 10 de marzo de 2020 Puig anunció que las fiestas no podían celebrarse

La Generalitat aplaza las Fallas de Valencia por el coronavirus
Imagen del "ninot" central de la Falla de la Plaza del Ayuntamiento de 2020BIEL ALINOAgencia EFE

Eran las diez de la noche del martes día 10 de marzo. La noticia estaba en el ambiente, se barruntaba desde hacía días, pero desde Presidencia se intentaba calmar los ánimos: las Fallas se celebrarían siempre y cuando el Ministerio de Sanidad diera el visto bueno. Pero no lo dio.

Tras reunirse con la Mesa Interdepartamental para la Prevención y Actuación frente al Coronavirus, el presidente de la Generalitat valenciana, Ximo Puig, se enfrentó al que sería el primero de muchos momentos muy duros. El anuncio de la cancelación de las fiestas de las Fallas y de la Magdalena de Castellón.

En aquel momento había 1.639 contagios de coronavirus en España, una cifra que, vista ahora, nos parece de las mejores que se pueden tener, pero que en aquellos momentos, a 400 contagios por día, indicaba la gravedad de la ola que se acercaba. La tarde del 10 de marzo, el Ministerio de Sanidad comunicó a Puig que las Fallas y la Magdalena no se podían celebrar.

La ciudadanía valenciana quedó paralizada. “Entonces esto va en serio”. Era el comentario más extendido entre todos aquellos que hasta aquel momento todavía no se habían hecho conscientes de la gravedad de lo que se avecinaba, seguramente porque era imposible de prever.

Aquel fue el día en el que millones de valencianos miraron de frente a la pandemia, y algo les dijo que aquella mirada iba a quedarse durante mucho tiempo.

Tan lejos se estaba entonces de la realidad, que dos días después de anunciar la cancelación de las Fallas, el Ayuntamiento anunció que las fiestas se celebrarían del 15 al 19 de julio, con mascletàs desde el día 11.

Pero pronto se vio que aquello también iba a ser imposible. El día 17 de marzo, en mitad de la noche y sin previo aviso para evitar aglomeraciones, se quemó la Falla de la Plaza del Ayuntamiento de Valencia, que precisamente en 2020 llevaba el nombre de “Esto también pasará”.

Antes de la pandemia, las Fallas solo se habían cancelado dos veces anteriormente, una de ellas por la declaración de la guerra de Cuba y la otra por la Guerra Civil española.

Aunque la primera referencia documentada de las Fallas se remonta a 1774, no es hasta 74 años después cuando se pueden encontrar publicaciones continuadas sobre la fiesta josefina, según relata a EFE el historiador, documentalista y miembro de la Junta Central Fallera de Valencia Javier Mozas.

En 1896, el gobernador civil de Valencia declaró el estado de guerra por el enfrentamiento bélico de España con los Estados Unidos en la conocida como guerra de Cuba y “se decidió no celebrar las Fallas a dos días de su inicio”, señala Mozas. Esto supuso “la primera suspensión de las Fallas”, aunque se sabe que hubo catafalcos que se guardaron y se plantaron al año siguiente, “porque está contrastado que los bocetos son los mismos”.

También se suspendieron las fiestas durante los años 1937, 1938 y 1939 con motivo de la Guerra Civil española. Las de 1936 se celebraron sin problema, pues el alzamiento se produjo el 17 de julio.

Sin embargo, la primera vez que se tiene referencia de que los monumentos falleros no se plantaron fue en 1886, aunque en aquella ocasión fueron los falleros “de forma individualizada” los que no pagaron la tasa de 60 pesetas que se cobraba como canon desde 1851 por plantar los catafalcos en las calles. “Al principio se pagaban 5 pesetas pero a los gobernantes no les gustó nada que se metieran con ellos en unas fiestas muy populares, y como eran muy burgueses quisieron acaban con ellas obligando a pagar cada vez más para que desaparecieran; y efectivamente, fueron a menos hasta que en 1886 ninguna comisión plantó falla”, explica.

Tras estos momentos históricos, Valencia no ha vuelto a vivir un año sin Fallas aunque sí ha suspendido actos concretos, especialmente por adversidades meteorológicas o sucesos como los atentados del 11M de 2004 en Madrid, en los que se suspendieron todos los actos oficiales durante los tres días de luto.