Un año de la dana. Las mentiras de la tragedia

Los bulos corrieron más rápido que la información veraz

Los muertos que permanecían en la aparcamiento del centro comercial Bonaire y la inactividad de la Cruz Roja fueron sin duda los más sonados

La Policía y la UME confirmaron que en el aparcamiento subterráneo de Bonaire no había cadáveres
La Policía y la UME confirmaron que en el aparcamiento subterráneo de Bonaire no había cadáveresAgencia EFE

Hay imágenes de la llegada del agua en el barranco del Poyo y también en el de La Saleta el 29 de octubre que algunos han comparado con el avance de un monstruo imparable, una lengua de barro preñado de cañas que anunciaba la destrucción que llegaría solo unos minutos después.

Tan rápidos como el agua, tan sucios como el lodo y tan imborrables como las imágenes de la tragedia, los bulos se extendieron en su mejor caldo de cultivo -las redes sociales- de forma más veloz que la información veraz basada en las escasas fuentes oficiales que lograron enhebrar un relato de la realidad con los funestos datos que, a cuenta gota, iban llegando.

En el todo vale de la mentira las cifras de muertos crecían exponencialmente y las teorías conspiranóicas dirigidas por sectores extremos cual labor de zapa para socavar los fundamentos del Estado proliferaban por doquier sin que ningún muro de contención, ni siquiera el de la verdad en forma de perfiles oficiales en redes creados ad hoc por el gobierno de España, les pudiera hacer frente.

Ahora, casi un año después, dos profesores universitarios, Alberto López-Carrión y Germán Llorca-Abad han analizado aquellos días y también aquellos bulos, y han advertido de que también la denominada acertadamente «prensa seria» se dejó llevar en ocasiones por la inmediatez y el amarillismo para dar cabida a alguno de estos bulos.

En un extenso trabajo sobre la «Desinformación durante la crisis producida por la Dana de 2024 en España», publicado por la Revista Mediterránea de Comunicación, los profesores verifican que se difundieron falsos fallos de radares de la Aemet, teoría conspirativas sobre la demolición de presas y el proyecto HAARP, y cifra infladas de fallecidos que «minaron la solidaridad ciudadana en un momento crítico».

Con una amplia bibliografía de contraste, los profesores consideran que hay una «instrumentalización perversa de la comunicación» y que «los mensajes falsos son difundidos estratégicamente por usuarios malintencionados para aprovecharse de algún modo de la situación y lograr un alcance más amplio de sus perfiles».

También los investigadores Miriam Fernández, Alejandro Bellogín e Iván Cantador consideran que «hay que sumar la responsabilidad de los algoritmos en la propagación de información falsa», porque «uno de los problemas centrales detrás de esta realidad es el denominado sesgo de optimización algorítmica.

El algoritmo perverso

Los algoritmos tienden a dar prioridad a aquellos contenidos que generan mayores emociones fuertes, tales como indignación, la sorpresa o el miedo» y concluyen que «en tanto que la información falsa está diseñada para captar la atención, tiende a difundirse más rápidamente que las noticias verificadas».

Estos perversos algoritmos hacen que los usuarios estén expuestos mayoritariamente a contenidos que apelan a sus prejuicios y confirman sus creencias preexistentes, lo que dificulta el acceso a perspectivas contrastadas.

Según la investigación realizada se está dando un fenómeno preocupante como es «el progresivo descrédito de los hechos y el predominio de las opiniones en la configuración del discurso público», algo que se ha podido ver perfectamente cuando según el sesgo político del opinante de turno, se cambia el sentido del discurso de las personas que han ido declarando ante la jueza instructora de la causa de la dana.

Y esto entronca con la cultura de la postverdad definida por Guallard en 2020 como el fenómeno por el cual «las emociones y la creencias personales tienen mayor influencia que los hechos objetivos en la opinión pública. en este contexto, los hechos ya no se perciben como incuestionables, sino como una versión más dentro de un narrativa subjetiva».

El aparcamiento de Bonaire

El bulo más difundido fue sin duda el de la enorme cantidad de muertes que albergaba el aparcamiento inundado del centro comercial Bonaire, al que se unió el del centro comercial MN4, algo que desmentían desde el primer momento sus propietarios, ya que recibieron pronto la voz de alarma y desalojaron las instalaciones.

Sin embargo, el aparcamiento del Bonaire dio la vuelta a España y aun cuando las fuerzas de seguridad confirmaron que no había muertos en dicho lugar, los bulos no cesaron y se transformaron en una enloquecida trama según la cual los cadáveres salían de noche del centro comercial en camiones frigoríficos. Incluso algunos generadores de contenido basura en las redes sociales llegaron a ir al centro comercial de noche a grabar a los camiones que entraban y salían con el material que se pudo salvar de la tragedia, considerando su presencia como la prueba irrefutable de que se estaban sacando cadáveres.

El estudio también identifica 23 bulos (12 por ciento de la muestra) relacionados con la ética y el trabajo de diferentes profesionales de la información, siendo el más destacable el del periodista que fue sorprendido por varios vecinos de Catarroja embarrándose los pantalones a propósito en una conexión en directo.

Organismos como la Aemet o la Cruz Roja también sufrieron las iras de los difusores de bulos que contaron para su difusión con el eco de personajes públicos como Santiago Abascal, Esperanza Aguirre, Ana Rosa Quintana o generadores de «contenido» como Ángel Gaitán o María Pombo, según el informe. En el colmo del despropósito, Miguel Bosé hablaba del un ataque desde Marruecos y mediante el radar HAARP que provocó la dana.

La Cruz Roja estuvo en el lugar de la catástrofe desde el primer momento
La Cruz Roja estuvo en el lugar de la catástrofe desde el primer momentoLa Razón

El ataque a la Cruz Roja

Desde Cruz Roja, su directora de comunicación, María Trénor, reconoce que «lo pasamos horriblemente mal porque nos estábamos dejando la piel, y nos llegaron a insultar por la calle» y apunta a que «el miedo que teníamos es a que llegaran a rechazar nuestra ayuda algunas personas necesitadas».

Trénor explica que de una media de 2.000 menciones al día en redes sociales, pasaron a más de 80.000, huelga decir que la inmensa mayoría negativas. De hecho el sentimiento negativo hacia la entidad que se mantiene en el seis por ciento, subió al 82.

«Siempre nos han criticado por nuestra labor con los inmigrantes, pero lo de la dana de Valencia no lo habíamos vivido hasta ahora», y comenta que desde el Gobierno de España se les informó de un ataque general contra la sociedad civil organizada en la que podían estar involucrados países extranjeros. «Nosotros somos una organización muy grande y tenemos nuestros ‘haters’, sobre todo en materia de inmigración pero ellos no tienen capacidad de hacer esto, había miles de cuentas verificadas que ante no habían publicado nada, evidentemente eran ‘bots’».

Trénor destaca el papel de los medios «serios» y de los verificadores: son grandes aliados. Y recuerda cómo en los informativos se llegaron a desmentir de forma sistemática los bulos contra la organización. «Ahora estamos más preparados porque sabemos que volverá a pasar».