
Literatura
Federico García Lorca: historia de un poema perdido que enfadó a un poeta
Christie’s en París subasta un texto manuscrito que el granadino dedicó a Vicente Huidobro

Estamos en febrero de 1931. Todavía quedan dos meses para que Alfonso XIII abandone España y se proclame la Segunda República. Es en ese momento cuando ha llegado a Madrid uno de los grandes nombres de la literatura hispana procedente del otro lado del charco. Vicente Huidobro está en la ciudad convertido en un autor admirador y respetado por algunos de los nuevos poetas del momento, especialmente los integrantes de la conocida como Generación del 27. Huidobro se encuentra en Madrid, como él mismo declara a los medios, «para gestiones editoriales y, sobre todo, por gusto. Por gusto de recordar, más que de ver».
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Tan importante presencia sudamericana no podía ser olvidada en el mundo de las letras del momento, por lo que en esos días se le dedicó un banquete en su honor donde fueron un puñado de escritores. El acto tuvo lugar en Miyares, una céntrica cervecería y café situada en la calle de Alcalá. Allí, entre risas y brindis, entre saludos al homenajeado, el bullicio de la tertulia y el humo del tabaco, alguien cogió una de hoja. Era un papel de carta del establecimiento donde se escribió el siguiente poema improvisado y a mayor gloria de Huidobro. Dice así:
«Una abeja me ha contado/ desleída en dulce miel/ que te vas de nuestro lado/ hacia la torre de Eiffel/ Y yo que siempre te admiro/ Vicente Balart poeta/ recibí en mi pecho un tiro/ de saeta/ Porque la poesía española/ ya no te puede olvidar/ Pues sin ti se queda sola/ Abeja en seca amapola/ sin néctar en que libar/ Ya se va, dice la gente/ todos dicen ya se va/ Yo pregunto dulcemente/ la mano sobre la frente/ ¿volverá? ¿o no volverá?/ Que estos poetas queridos/ Carolina y Asunción/ llevan la miel en sus vidas/ lo amargo en el corazón./ Por eso guarda Vicente/ la fresca rosa mejor/ que te ofrece humildemente/ Federico Compreamor»
El poema fue leído en el banquete por su autor. Es decir, por Federico García Lorca.
El manuscrito ha estado oculto durante años. Sin embargo, ahora vuelve a la luz porque es una de las indudables joyas de la subasta de libros y otras maravillas de papel que ofrece Christie’s en París. Su precio de salida es de 10.000 euros, aunque se espera que pueda llegar a los 15.000 euros.
Pero volvamos al banquete. Hemos dejado a Lorca, feliz y alegre, leyendo ante los presentes el poema que había improvisado rápidamente para la ocasión. El autor granadino no dudó en el redactado porque, como se puede apreciar en el manuscrito, no realizó ninguna corrección. No hubo rectificación alguna, lo que demuestra el magisterio de Lorca incluso en el momento de escribir un poema de circunstancias, como es el caso que nos ocupa aquí.
Si miramos un periódico de la época tendremos un poco más de información sobre el homenaje a Huidobro. Sabemos, gracias a una breve nota aparecida en el diario «El Sol», que en el homenaje estuvieron presentes nombres como Juan Chabás, Carlos Arniches, Santiago Ontañón, Pedro Sáinz Rodríguez, Carlos Morla Lynch o Salvador Quintero, entre otros. Según el anónimo redactor de la noticia, durante los postres José María Alfaro leyó «unas cuartillas de Eugenio Montes, enviadas desde la cama, donde le retiene una enfermedad». Por su parte, Salvador Quintero habló en nombre de la nueva generación literaria. Otro comensal, Pedro Sáinz Rodríguez, en aquel momento director de «La Gaceta Literaria», también tomó la palabra. Según el cronista, el acto concluyó «recitando, por último, Federico García Lorca, una bellísima poesía de circunstancias». Parece, sin embargo, que a Huidobro no le gustaron aquellos versos.
Pero no nos adelantemos. Lorca y Huidobro ya se conocían desde hacía unos años, probablemente una década antes, en 1921, cuando el chileno visitó Madrid. Probablemente fue durante esos días y esas noches cuando le dedicó a Lorca su libro «Ecuatorial» con estas palabras que demuestran cierta complicidad: «A Federico García Lorca con recuerdo de tantas veladas musicales y poéticas inolvidables. Su compañero, Vicente Huidobro».
Diez años más tarde, las cosas habían cambiado mucho porque los dos escritores ya no eran jóvenes promesas. Huidobro había logrado convertirse en toda una referencia en la poesía de vanguardia, instalándose en París donde había estado en contacto con Picasso, Cocteau, Picabia, Juan Gris o Sonia Delaunay, con los que había colaborado en sus proyectos literarios. En España, por otra parte, era admirado y reivindicado por autores como Gerardo Diego o Juan Larrea. Por su parte, Lorca hacía poco que acababa de volver de América con un libro de poemas aún inédito, «Poeta en Nueva York», que lo había acercado a la más absoluta vanguardia. Ya había logrado algún reconocimiento teatral con «Mariana Pineda», pero no tardaría en tener un éxito más importante con «Bodas de sangre».
Huidobro había llegado a Madrid buscando editor para dos de sus trabajos líricos parisinos como eran «Altazor» y «Temblor de cielo». Pero el chileno pisó Madrid con aires de grandeza, endiosado en su propia gloria tras el tiempo vivido en la capital francesa.
Un testigo de excepción de esos días fue el diplomático chileno Carlos Morla Lynch quien apuntó en sus diarios sus impresiones de aquellos encuentros. «Vicente Huidobro sigue igual: dueño del mundo. Nos declara que va a crear un periódico que tendrá por título “El Insulto”. Es un lema que promete». Morla Lynch no esconde en sus cuadernos cierto molestar ante la presencia de Huidobro, alguien que define como de «verbosidad impetuosa. Cuando Vicente toma la palabra se transforma en un torrente, pero no arrastra ni convence. Todo lo que dice y afirma adquiere en su boca el carácter de una sentencia inapelable, de un veredicto concluyente».
Morla Lynch estuvo sentado junto a Huidobro cuando Lorca leyó su «Poeta en Nueva York» en la Residencia de Estudiantes. El chileno le diría a su compatriota que aquellos poemas eran «pinceladas magníficas, pero “meditación” escasa... e imágenes demasiado fáciles».
René de Costa, responsable de la primera publicación del poema en la inolvidable revista «Poesía», en julio de 1986, sospechaba que en esos versos había algunos dardos envenenados dirigidos a Huidobro, empezando por la anulación del nombre del homenajeado que pasa a ser, para Lorca, alguien llamado Vicente Balart. Asimismo apunta que quien sigue a Huidobro son simples poetisas, como Carolina y Asunción. El propio Lorca también se ríe de sí mismo al llamarse, al final del poema, «Federico conpreamor».
¿Fue este manuscrito a subasta el detonante del distanciamiento entre los dos poetas? Sería tentador pensar que sí, aunque Huidobro quiso que Lorca visitara Santiago de Chile cuando el granadino se encontraba en 1933 en Buenos Aires, invitación que no fue respondida. Tampoco jugó a favor de Lorca su gran amistad con Pablo Neruda, el eterno rival de Huidobro. El 28 de mayo de 1939, cuando hacía tiempo que el autor del «Romancero gitano» había sido asesinado, Huidobro concedió una entrevista a «La Nación» en la que declaró que Lorca «es un poeta muy mediocre».
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