La ruptura con Puigdemont

Sánchez, un «okupa legítimo» sin Junts

La ruptura «no es el final» dicen en su entorno. «Hay parejas que se separan y siguen viviendo juntos». Moncloa cree que Puigdemont no pedirá urnas ni moción

El expresidente de la Generalitat y eurodiputado de JxCat, Carles Puigdemont (2d), y el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán (c), reunidos en la sede del Parlamento Europeo en Bruselas
Cerdán, hoy en prisión, en la reunión con PuigdemontEfe Psoe

El mensaje del entorno del presidente del Gobierno en estas horas críticas, a la espera de que Junts confirme la ruptura de su acuerdo de investidura y de su apoyo al PSOE en el Congreso de los Diputados, es que «esto no es el final». Que, aunque los de Carles Puigdemont digan que rompen, no hay que hacerles mucho caso porque «hay parejas que se separan y siguen viviendo juntos».

El argumento con el que refuerzan esta tesis es que, según lo que ellos cuentan, «Puigdemont no va a pedir elecciones ni moción de censura». Y además pronostican que no hay que descartar en absoluto que, incluso con la formalización de una ruptura que ya funcionaba cada semana en la práctica parlamentaria, «hagamos Presupuestos».

Junts se lo juega todo en este último órdago que ha lanzado. Los socialistas insisten en que no hay que tomárselo en serio, en que al final no romperán del todo, solo de manera temporal, hasta que la amnistía sea efectiva. También explican que incluso con ruptura, esto no va a tener consecuencias en la continuidad de Pedro Sánchez como inquilino de La Moncloa porque, en último término, tiene que ser él quien disuelva la Legislatura.

En el núcleo cercano al presidente se muestran comprensivos con Junts: «Ellos piensan que las advertencias que han hecho no se han tomado en serio y por eso se han puesto en esta actitud. Pero seguimos trabajando en los temas. Los grandes triunfos que piden acabarán llegando». El problema es que a Junts se le ha acabado el tiempo para hacer más rupturas en modo «performance». O esto es lo que piensan cada vez más dirigentes dentro del partido independentista. Esta presión existe internamente, aunque la última palabra la tenga el expresidente de la Generalitat.

Tantos amagos de ruptura han hecho que su palabra sea ridiculizada en Madrid y también en Barcelona, donde han dejado de tomarse en serio las amenazas que los de Junts han venido lanzando cada vez que se confirmaba que lo prometido por el PSOE era otro engaño que no se ejecutaba.

Si esta vez, de nuevo, el anuncio del final del «encamamiento» coyuntural no va acompañado de una estrategia de sustitución (apoyar al PP, abstenerse de forma estable o forzar elecciones), es decir, se queda en un gesto reversible, es difícil que el golpe sirva para que Junts pueda recuperar terreno políticamente, sobre todo en Cataluña, que es donde más les aprieta el zapato. En el PSC, por cierto, aprovechan estas horas para contribuir también a caricaturizar al expresidente catalán, siempre con la prevención de que no haya micrófonos delante. «La escenificación puede durar hasta que Puigdemont cierre su frente judicial y político, lo cual limita la credibilidad del portazo porque es sólo otro instrumento más de presión, no de cambio real de etapa». De la geometría variable, Junts puede pasar a la «irrelevancia coyuntural». El análisis más doctrinal de la crisis apunta a una duda estratégica muy relevante. La ruptura exige escoger otro ecosistema alternativo porque sin definición «Junts proyecta volatilidad y reduce, además, su poder negociador, al que hasta ahora se ha aferrado sin conseguir los resultados que buscaban».

En todo caso, Junts tiene un problema, pero también lo tiene el PSOE, aunque resten importancia a la crisis. El argumentario de que es una ruptura temporal, a la espera de que se confirme la amnistía, y que, además, no quita para que, supuestamente, pueda haber algún acercamiento en el Congreso, se diluye en cuanto se lleva a la práctica. La debilidad política del PSOE es estructural y es dentro del partido donde con más insistencia anticipan que habrá elecciones antes del próximo verano, «quiera o no quiera Sánchez».

Si la incapacidad de aprobar Presupuestos en toda la Legislatura ya hacía difícil sostener la idea de que hay un Gobierno que gobierna, una ruptura por parte de Junts lo hace inasumible incluso dentro del PSOE, aunque la mayoría siga bajando la cabeza ante el presidente del Gobierno y secretario general.

En la federación de Castilla-La Mancha lo explican con una frase que suena dramática para el «sanchismo». «Con Junts certificando el final del espejismo del pacto de investidura, puede decirse que nos quedamos con un okupa legítimo en La Moncloa».

El principal partido de la oposición niega tajantemente, también de manera oficial, que mantengan ninguna interlocución directa o indirecta con Junts, pero cuesta creer que es pura casualidad que el golpe de Puigdemont llegue justo en la misma semana en la que el PP ha decidido precipitar la convocatoria de Sánchez en la comisión de investigación del «caso Koldo», en el Senado.

«Sánchez es capaz de creer que puede mantenerse con la maquinaria del Estado, los fondos europeos y el BOE como herramienta. Controla la comunicación y los plazos electorales. Pero debería ser consciente de que todo esto tiene un coste para él y para el partido. La soledad política erosiona lo que le quede de liderazgo y erosiona también las siglas de la organización», comentan en el PSOE valenciano.