
Un año de la dana
El impacto sigue en el aula: Alumnos con menor rendimiento y en barracones
La dana afectó a 115 centros escolares, de los que cinco están siendo derrumbados por los daños irreparables que sufrieron

Era descorazonador observar sillas y pupitres llenos de barro en el devastado patio del IES Berenguer Dalmau de la localidad de Catarroja (Valencia). Sus alumnos vieron cómo la dana no sólo acababa con su instituto, también alteraba su vida normal, sus rutinas, el encuentro con compañeros y profesores, sus ganas de aprender. Tal fue la magnitud de la tragedia para este colegio, que su derribo comenzó el pasado mes de agosto. Y como él, otros cinco colegios más.
En total, fueron 115 los centros escolares que resultaron afectados por la trágica riada del 29 de octubre de 2024. Más de 48.000 alumnos que la dana dejó en sus casas esas primeras semanas sin poder acceder a las aulas donde acudían todos los días. El barro anegó colegios e institutos, dejó inoperativos hasta ocho edificios que, además, han obligado a sus estudiantes a comenzar el reciente ejercicio escolar en barracones.
Así, el pasado mes de septiembre más de 3.000 alumnos valencianos iniciaron el curso en aulas prefabricadas. Si bien es cierto que, ya la pasada Navidad, todos los estudiantes afectados habían regresado a las aulas –aunque muchos lo hicieron en otros colegios ya que los suyos estaban inoperativos-, en este curso todos los alumnos han vuelto a sus escuelas.
Aunque la riada dañó de forma muy importante a ocho de ellos. Esas aulas prefabricadas situadas, generalmente, en el entorno donde está el centro escolar, son las que ahora intentan convertir en clases con todas las comodidades los estudiantes y profesores de estos espacios. Se trata del CEP Lluís Vives y la EI Ausiàs March de la localidad de Massanassa (en el primero de ellos fue donde falleció un operario tras el derrumbe del edificio); el IES Berenguer Dalmau de Catarroja; el CEIP Orba de Alfafar: el CEIP Carme Miquel de Algemesí; el CEIP Horta de Paiporta; el IES Alameda de Utiel; y el CEIP Blasco Ibáñez de Alginet. Solo estos tres últimos, finalmente, no serán derrumbados. Pero los otros cinco, sí. Para ello, la Conselleria de Educación, Cultura, Universidades y Empleo ha destinado 3,3 millones de euros. En la actualidad, en algunos de ellos ya se ha comenzado la demolición. Desde Educación se asegura que se están agilizando los procesos y que, en la medida de lo posible, se van a utilizar proyectos ya llevados a cabo adaptándolos a cada parcela en la que se tiene que reconstruir el centro.
Desde el departamento que dirige José Antonio Rovira se pone de relieve que se está trabajando para comenzar con las adjudicaciones y proyectos a principios de 2026. Pero el procedimiento será largo. En algunos casos, unos cuatro años para la construcción del nuevo colegio. Así lo saben los alumnos –y las familias- del IES Berenguer Dalmau de Catarroja. Uno de los colegios más afectados por la dana ha regresado a la vida escolar en esos barracones a los que sus estudiantes aún se están acostumbrando.
«Al principio, todos estábamos algo extrañados, todo era nuevo. Ahora, los chavales se están adaptando. Incluso hay un proyecto llevado a cabo por el centro en el que los alumnos están haciendo las aulas prefabricadas algo más suyas, decorándolas y convirtiéndolas en un espacio mejor», cuenta a LA RAZÓN Yolanda Morales, presidenta del AMPA de este centro escolar. Allí se peleó mucho para que los alumnos regresaran a su colegio después de haber finalizado el curso anterior en otros centros. Ahora lo hacen en unos barracones que ocupan algo más de espacio del que tenía su antiguo colegio. «Faltan espacios, eso es verdad. Pero poco a poco, se han ido acostumbrando», defiende Morales, quien pone de relieve que, lo importante ahora, un año después de la tragedia, es establecer protocolos serios y que recojan aspectos como la educación online y la conciliación a la hora de suspender las clases por las alertas, como ha ocurrido recientemente en dos ocasiones.
Los 1.500 alumnos del IES Berenguer Dalmau son la mitad de esos tres mil que este curso, y los próximos, serán testigos desde esos barracones de la reconstrucción de sus antiguos colegios, arrasados por la riada. Educación defiende que volver a la casi normalidad tras la dana ha requerido de una inversión de 140 millones de euros salidos de las arcas de la Generalitat valenciana. No ha habido, defienden, ningún tipo de ayuda por parte del Gobierno central. Es más, señalan, la ministra de Educación, Pilar Alegría, no ha visitado ninguno de los colegios afectados por la dana. Más allá de lo material, en lo personal, los alumnos de las zonas afectadas han iniciado un curso con, inevitablemente, el recuerdo de la riada en sus mentes.
El rendimiento en las aulas
No ha sido sencillo volver a las aulas como tampoco lo fue finalizar el pasado ejercicio. Un ejemplo claro fueron los estudiantes que el pasado mes de junio se enfrentaron a las importantes Pruebas de Acceso a la Universidad (PAU) y que la Conselleria de Educación del Gobierno valenciano permitió que se celebraran en unas fechas más tardías de la convocatoria oficial, a principios del mes de julio. 480 estudiantes, procedentes tanto de Bachillerato como de ciclos formativos, se matricularon en esta PAU extraordinaria –en todos los sentidos- aunque luego se presentaron a la prueba 469. De ellos, el 95,7% aprobaron el examen.
Algo que mostró la resistencia de estos jóvenes a la hora de superar las adversidades. Sin embargo, no se puede decir, ni mucho menos, que el curso académico fuera sencillo para los alumnos de las zonas afectadas por la dana. La tragedia tuvo consecuencias en su día a día, como no podía ser de otra forma, y también en su rendimiento escolar. Un informe de la ONG PLAN International, realizado entre adolescentes y jóvenes de entre 12 y 21 años, mostró que su concentración en los estudios era menor y, por tanto, había repercutido en sus calificaciones. Casi la mitad (el 47%) de los participantes indicaron que su rendimiento académico se había visto afectado solo en los primeros momentos tras la emergencia y el 30% del alumnado encuestado apuntó que su rendimiento se había visto bastante o completamente afectado a medio y largo plazo. En la misma línea, el 37% del alumnado tenía más dificultades para concentrarse en clase, aunque prácticamente la mitad (46%) decían que el impacto en su concentración había sido bajo o muy bajo.
Pero la riada no sólo había afectado a su rendimiento escolar. Uno de cada cinco (el 19%) señaló que «sus compañeros de clase estaban nerviosos e intranquilos y que el ánimo era, en general, de tensión o tristeza».
Además, el estudio recogió lo que, para la mayoría, fue su prioridad en esos momentos: ayudar a sus familias y a las personas de su entorno que lo necesitaban. Todo ello, «sumado al impacto emocional de la catástrofe, les dificultaba poder dedicar tiempo y concentrarse en los estudios», según el informe.
Un año después, los 115 centros educativos afectados han vuelto a la normalidad. En algunos casos muy diferente a la del día previo a la tragedia. Los pequeños y jóvenes que vieron sus centros arrasados por el barro asisten hoy a clase con el recuerdo imborrable de lo que pasó hace un año.
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