Crítica de cine

«15:17. Tren a París»: Una estación inestable

La Razón
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Clint Eastwood. Dorothy Blyskal. Spencer Stone, Anthony Sadler, Alek Skarlatos Judy Greer. EE UU, 2018. 94 minutos. Drama.

Es cierto, frente a la violencia terrorista solo queda actuar de alguna manera, pasar a la acción, porque si consiguen paralizarte ellos por el miedo habrán ganado.Y, frente al mal y la sinrazón, la bondad humana. Lo cree también y vehementemente Eastwood, de ahí que no resulte extraño su interés por esta historia real que protagonizan tres norteamericanos (y nunca mejor dicho, porque ellos se dan vida a sí mismos, una arriesgada decisión) que, el 21 de agosto de 2015, se enfrentan y consiguen derribar a un individuo en un tren con destino a París que transporta 500 pasajeros y que pretendía hacer volar por los aires. Héroes anónimos, el destino, Dios, los enemigos de la libertad, esas amistades masculinas inquebrantables que tanto apasionan a un hombre de ley, a Clint Eastwood, se aprietan en el suceso que eligió para su nueva película aunque el mensaje no quede claro. Sí, algo falla y la emoción no se produce, como le sucedería con «El francotirador» (2014), por ejemplo. Un largo «flash-back» al principio (abundan en la cinta, porque el breve, rápido hecho en sí no daba para los 95 minutos del metraje) introduce al espectador en el mundo, diez años antes, de los jóvenes cuando todavía son niños, en las complicaciones a las que se enfrentan siempre las madres solteras, en los castigos escolares y los juegos con pistolas aún de plástico. Y, luego, ya inseparables y adultos, los vemos perdidos igual que nos pasó a cualquiera en busca de un sendero para encauzar sus vidas hasta desembocar en un viaje por Europa (un trecho que corría el peligro de parecer un publirreportaje, lo que evita a duras penas) durante el que se divierten, beben, visitan discotecas de moda y conocen a guapas mujeres, aunque con moderación y de manera nada estrepitosa, son unos buenos, buenísimos muchachos, un tour que culmina en el dramático momento que los hizo pasar a la Historia. Antes, cuando pisan Alemania, el cineasta nos regala uno de esos detalles que, aunque parecen pequeños, prescindibles, han hecho tan grande a Eastwood,un director inconmensurablemente clásico: un guía les muestra dónde se suicidó Hitler y Eva Braun cuando en Berlín entran los soviéticos. ¿Pero no eran los nuestros?, le preguntan ellos. Y la negativa llega rotunda: «No todas las medallas os pertenecen». Al final de la producción, cuando se produce el intento de atentado en medio de unas crudas, veloces escenas, y Hollande impone a los chicos la Legión de Honor, da la impresión de que Eastwood el patriota debía estar pensando que, si no la mayoría, al menos aquellas tres sí. Qué lejos queda «Banderas de nuestros padres».

Lo mejor

El momento en que, por fin, se produce el intento de atentado por su realismo, agilidad y cruda violencia

Lo peor

Por desgracia se trata de un Eastwood «menor» porque al filme le falta emoción, peso, consistencia