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«A los 80 años no me interesa hablar de la independencia»

El poeta Joan Margarit se convierte en el primer Cervantes bilingüe y se reafirma en su idea de que el catalán es su lengua materna, pero que no piensa renunciar al castellano
larazonMiquel González

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Y el Premio Cervantes recayó en Joan Margarit, el poeta catalán vivo más leído y admirado, con traducciones al inglés, portugués, francés, ruso y alemán, y un maestro en el difícil arte de acariciar las palabras para musicar los secretos de la vida. Con más de una treintena de poemarios a sus espaldas y el respaldo tanto de público como de la crítica, el autor es un digno sucesor a la también poeta Ida Vitale y un fiel representante de la poesía como guía moral. Con el merecido premio, conocido como el Nobel de las letras españolas, Margarit se lleva los 125.000 euros de dotación y el prestigio añadido. «La idea de que la vida y la poesía es lo mismo es una tontería. La vida es lo que pasa por debajo y de donde surge el poema», dijo ayer Margarit después de anunciarse el galardón.
Aunque no estaba en la terna de grandes favoritos, entre los que figuraban, entre otros, Luis Goytisolo, Enrique Vila-Matas y Francisco Brines, el galardón no fue una sorpresa y demuestra cómo la poesía sigue siendo el primer altavoz de la literatura. «No tires las cartas de amor, ellas no te abandonarán. El tiempo pasará, se borrará el deseo, esta flecha de sombra, y los sensuales rostros, bellos e inteligentes, se ocultarán en ti, al fondo de un espejo. Caerán los años. Te cansarán los libros. Descenderás aún más e, incluso, perderás la poesía. El ruido de ciudad en los cristales acabará por ser tu única música, y las cartas de amor que habrás guardado serán tu última literatura», recitó José Guirao, ministro de Cultura, a la hora de hacer público el galardón. Dos horas después, la recitaba el propio Margarit en catalán. «La literatura y la poesía no son lo mismo. Sí, las dos utilizan palabras, pero también lo hacen los funcionarios municipales y nadie dice que sean lo mismo. La poesía tiene más que ver con la música», dijo.
Nacido en la pequeña localidad de Sanaüja, Lérida, en 1938, sus versos han estado marcados por la delicadeza de las primera emociones y cómo el eco de las palabras las convierte en épicas realidades. Según el jurado del Cervantes, «su obra poética, de honda transcendencia y lúcido lenguaje siempre innovador, ha enriquecido tanto la lengua española como la catalana y representa la pluralidad de la cultura peninsular en una dimensión universal de gran maestría». Su versos, por tanto, son como representaciones brillantes de una vida que se abre y descubre todos sus secretos. «Para mí la poesía tiene un objetivo último, dar consuelo. El premio significa el deber cumplido y la posibilidad de llegar a más lectores, posibilitar más consuelo», sentenció.
Prólogo de Cela
Arquitecto y catedrático de Cálculo en la Universidad Politécnica de Cataluña, empezó a escribir en castellano en la gris España del franquismo con libros cómo «Cantos para la coral de un hombre solo», de 1963, que incluye un prólogo de Camilo José Cela. A partir de 1981 se volcó en su lengua materna, el catalán, y se convirtió en una de las voces poéticas europeas más relevantes de finales del siglo XX e inicios del XXI. «No existe ningún gran poeta que no escriba en su lengua materna. A mí me costó 20 años darme cuenta. Y no lo hacía mal, incluso le envié un libro a Cela y me devolvió un prólogo», rememoró Margarit.
La semana pasada entregó a la Caja de las Letras del Instituto Cervantes parte de su legado y allí reconoció que la lengua castellana se la había impuesto la dictadura, pero que ahora no iba a devolverla. «Soy un poeta catalán, pero también castellano, coño», indicó este defensor a ultranza de la lengua materna demostrando que es posible defenderla sin ir contra ninguna otra. «Yo siempre llevo un poema en el bolsillo y cinco días después tengo dos, su traducción al castellano. Franco me la hizo entrar a patadas y ahora no pienso devolverla», comentó.
Sus inicios no fueron fáciles. Estudió bachillerato en el Instituto Ausiàs March, pero en 1954 se trasladó a las Islas Canarias con su familia. Regresó dos años después para estudiar Arquitectura y vivió en el Colegio Mayor Sant Jordi. Empezó a escribir muy joven, convencido de que a partir de las palabras se podían abrir las puertas más oscuras y cerradas. Poco a poco domesticó sus primeros impulsos y consiguió un gran dominio del lenguaje y un gusto por abrir caminos de expresión. En 1965 publicó «Doméstico nací» y con «Predicción para un bárbaro», de 1979, consigue grandes cotas expresivas, pero marcan una especie de final de su primera etapa. «La poesía solo admite la verdad. No conozco ninguna gran poema que no se entienda. Cuando alguien te habla y no entiendes lo que dice lo más seguro es que él tampoco lo entienda».
A partir de ahí dará el salto al catalán. En 1981 publica «L’ombra de l’altre mar y Vell malentès» y recibe el Premio de la Crítica. Y luego destacan poemarios como «Cants d’Hekatonim de Tifundis», «Raquel o la fosca melangia de Robinson Crusoe» o «Mar d’hivern», con el que obtiene el Carles Riba. Y aún sin abandonar el castellano como lengua poética, ya que se encargará de traducir sus poemarios dejando claro la estrecha relación que existe para Margarit entre las dos. Y no podía faltar una referencia a la situación política actual, teniendo en cuenta algunas de sus declaraciones del pasado, como cuando hace nueve años, al dar un pregón, aprovechó para reivindicar la independencia de Cataluña. ¿Y hoy? «No me interesa hablar de la independencia. A los 80 años ya me importa poco lo que pueda pasar. Lo único que sé es que solo con diálogo y cultura se entienden las personas. La única revolución posible es quitar todo el presupuesto a los oficios que necesitan un disfraz, como jueces o militares, y dárselo a educación. Parece imposible, pero por qué no. Lo de Marx parecía una tontería y mira», señaló.
Con «Joana» (2002), una reflexión a partir de la muerte de su hija, inicia una tercera etapa creativa más realista y meditativa, pero igual de emocional y sensible. El libro le dio nuevas cotas de popularidad y le convirtió definitivamente en el referente primero de la poesía catalana contemporánea. «Es el texto que recomendaría a cualquier lector que se iniciase en mi poesía. Fue un libro difícil, la única vez que me he enfrentado a la poesía, pero de repente tuvieron que hacer una edición especial porque se vendía mucho en Sant Jordi», confesó.
Hoy, con 81 a la espalda, sigue convencido de que la literatura siempre es motor de elevación. Hace cuatro años, por ejemplo, reunió su obra en la antología «Todos los poemas (1975-2015) y el año pasado publicó su autobiografía, «Para tener casa hay que ganar la guerra», una larga meditación de los momentos de su primera juventud que le marcará como persona y como poeta. «Trabajo para dar consuelo a la gente solitaria, que somos el cien por cien de la profesión. Y así un solo poema se convierte en millones, siempre diferente dependiendo del momento vital en que lo leas o releas», afirmó Margarit.
Entre sus múltiples galardones están el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el Nacional de Poesía, el Rosalía de Castro y el Jaume Fuster. Margarit recogerá el Cervantes el día de Sant Jordi en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares en un acto solemne presidido por el Rey. «No me importan los discursos, siempre puedo recitar poemas y me evito problemas», concluyó el poeta.