El barco del fin del mundo
Michael Palin, uno de los integrantes de los Monty Python, cuenta magistralmente la historia del «Erebus», el barco de exploración más importante de la armada británica
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Tres años atrás, se publicaba entre nosotros una entretenidísima autobiografía, fabulosamente ilustrada, de uno de los cineastas más singulares de las últimas décadas, maestro del humor y miembro de los Monty Python, Terry Gilliam. «Gilliamismos. Memorias prepóstumas» fueron la oportunidad de conocer de soslayo la historia reciente de Norteamérica: el fenómeno de los «scouts», la Guerra Fría, la lucha de los derechos civiles, «la avalancha jipi»… a medida que conocíamos al Gilliam adolescente, al universitario y al que consigue un empleo en una publicación de Nueva York. Allí conoció a John Cleese, futuro compañero del grupo humorístico que triunfará en la BBC, y, con su traslado a Londres, empezó una andadura fílmica con la configuración del grupo Monty Python y películas de trasfondo histórico y tono cómico, como «Los caballeros de la mesa cuadrada», «Jabberwocky», según él un homenaje a Brueghel y El Bosco, o la sátira bíblica «La vida de Brian».
Pues bien, no solo este integrante del famoso grupo ha tenido inquietudes intelectuales –tras casi veinte años llenos de problemas de producción, consiguió estrenar el año pasado «El hombre que mató a Don Quijote»–, sino que su compañero Michael Palin también se ha dedicado a labores como escritor e investigador. De hecho, hace unos meses fue condecorado como Caballero comendador de la Orden de San Miguel y San Jorge por sus contribuciones a la cultura. En inglés tiene no pocos libros publicados, y esta es la primera ocasión de leerle en español. «Erebus. Historia de un barco» (traducción de Joan Eloi Roca) responde a su gran afición por viajar por mar, cimentada en lecturas novelísticas desde niño, y a un descubrimiento reciente: preparando una conferencia en 2013 dio con la vida del botánico Joseph Hooker, que a los veintidós años participó como cirujano en una expedición naval de la Marina a la Antártida que se prolongó durante cuatro años a bordo del barco Erebus.
Este protagonizó una hazaña épica al alcanzar dicho territorio, pero en 1846, junto con su barco gemelo Terror, desapareció de forma enigmática, y con él 129 tripulantes. «Fue la tragedia que más vidas se cobró de toda la historia de la exploración polar británica», dice Palin, que, además, cuenta cómo en 2014 se enteró de la noticia de que unos arqueólogos habían encontrado la embarcación en el Ártico: «Su casco estaba prácticamente intacto y el hielo había preservado su contenido. Desde el momento en que lo escuché, supe que esa era una historia que había que contar. No solo una historia de vida y muerte, sino una historia de vida, muerte y una especie de resurrección». Y así lo hace el autor tras preguntarse qué le sucedió al «Erebus», cómo era y cuáles fueron sus logros, y cómo sobrevivió tanto tiempo y desapareció. Palin tenía al alcance recursos para la investigación, pues fue presidente de la Real Sociedad Geográfica entre 2009-2012, y su suerte aumentó cuando, en 2016, el barco «Terror» fue hallado también, a ochenta kilómetros del «Erebus», a 25 metros de profundidad y en buen estado.
La mayor tragedia
Con la ayuda de crónicas y cartas de oficiales y marineros, Palin recrea la vida en la cubierta de esa nave que empezó sus peripecias como buque de guerra, en 1823, en Gales, y que se trasladó al Mediterráneo para luchar contra los corsarios turcos. Más adelante, sería elegido, junto con el «Terror», para explorar la Antártida al mando de James Clark Ross, que se reunió en Tasmania con John Franklin, un viejo amigo gobernador de la región, para emprender una peripecia que acabó exitosamente: demostraron la existencia de la Antártida y fueron los primeros en atravesar el casquete polar. Nadie había llegado antes más al sur. Palin nos coloca en los pormenores de tamaña aventura de manera ágil y bien documentada, y extiende su estudio al segundo viaje de los barcos, los cuales colisionaron y se vieron obligados a retroceder a las Malvinas.
Ross llevó a cabo una tercera expedición a la Tierra de Fuego hasta que todo se hizo tan duro que regresó a Inglaterra en 1843. Dos años más tarde, el «Erebus» y el «Terror» zarparon hacia el Polo Norte, pero no volvieron jamás. Las campañas de rescate no surtieron efecto; es más, al hallarse los restos del naufragio, se dieron por muertos a sus navegantes. Parece que el hielo había destrozado los barcos y los marinos siguieron a pie buscando sobrevivir, pero su destino era convertirse en cadáveres y ser descubiertos por los inuits. Palin busca formas de entender lo que pasó y nos acerca a personajes fascinantes, hechos de otra pasta, como Francis Crozier, del que se cuenta una anécdota que dice mucho: el hecho de que le temblaban las manos tanto que no podía ni sostener un vaso, como observó la hija de Ross. Y entonces este dijo: «Esto es consecuencia de una noche en la Antártida».