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Cultura

Jan Van Eyck, el primer pintor mediático

Conocido y admirado a partes iguales tanto por pudientes como por el pueblo, Gante abre el año dedicado al artista con una espectacular retrospectiva que gira alrededor de «La Adoración del Cordero Místico»

«Retrato de Baudouin de Lannoy» (1435). Es una pequeña tabla pintada sobre roble
«Retrato de Baudouin de Lannoy» (1435). Es una pequeña tabla pintada sobre robleChristoph Schmidt

Mucho antes que Picasso, Dalí o Warhol, Jan Van Eyck fue el primer pintor mediático, un autor que era reconocido tanto por las más altas esferas sociales como por el pueblo que lo llamaba maestro. Vasari dijo de él, aunque equivocadamente, que fue el primer artista que se atrevió a pintar al óleo, pero lo que sí es seguro es que fue un innovador que aplicó sus conocimientos científicos a su producción pictórica. Eso es lo que podrá constatar quien se acerque a la gran retrospectiva que protagoniza este pintor flamenco en Gante (Bélgica) en el Museo de Bellas Artes (MSK) de esta ciudad. La muestra es uno de los principales ejes del año que esta localidad belga ha consagrado al maestro con diferentes actividades.

Desde el 1 de febrero y hasta el 30 de abril, el museo presenta una decena de pinturas de Van Eyck, casi la mitad de la producción plástica conocida del pintor flamenco. Asimismo se presentan algunos de sus dibujos, además de obras de algunos de sus contemporáneos, especialmente los italianos como Fra Angelico, Uccello y Masaccio. Todo gira alrededor de la obra cumbre de Van Eyck: «La Adoración del Cordero Místico», un políptico que se guarda en la Catedral de San Bavón de Gante y del que se presentan en el museo ocho paneles recién restaurados, lo que ha hecho que se recupere el cromatismo original del siglo XV y que su nuevo aspecto, tal y como lo concibió el artista, haya concitado la sorpresa de los expertos al desvelar un rostro «humanizado» de la figura del panel central, precisamente el Cordero, que es la representación del Hijo de Dios.

Igualmente también se muestran dos tablas de este conjunto, y que representan a Adán y Eva, no restauradas y que forman parte de las colecciones del Museo de Bellas Artes de Bruselas. No es el único centro que ha dejado obras, pues a la exposición se han sumado préstamos de la Pinacoteca Vaticana, el Museo del Louvre, el Albertina de Viena, el Metropolitan Museum of Art o el Museo Thyssen-Bornemisza. Sí hay alguna ausencia destacable por motivos de conservación, como es el caso del «Retrato del matrimonio Arnolfini» de la National Gallery de Londres, una pieza fantástica y llena de historias, o «La fuente de la gracia» del Museo del Prado, pero lo que se expone en Gante permite conocer de primera mano la fascinación que ejerció y sigue ejerciendo el pintor.

¿Dónde aprendió a pintar?

La exposición se abre con los primeros documentos conocidos sobre Jan Van Eyck en los que es identificado como ayuda de cámara y pintor de la corte del Duque de Borgoña Felipe el Bueno, tal y como explicó a este diario Jan Dumolyn, uno de los comisarios de la retrospectiva. «Es un pintor de quien no sabemos dónde aprendió el oficio. De hecho, se trata de un artista medieval, pero que también conoce la ciencia, la geometría y muchas y diferentes técnicas. Es un alquimista en el sentido medieval de la palabra porque experimenta. Alguien que conoce al clero y a la corte, pero que también está en contacto con aquellos que forman su gremio», comentó Dumolyn.

La exposición sigue su recorrido mostrando la huella dejada por «La Adoración del Cordero Místico», por ejemplo, en Alberto Durero o en Felipe II. Fue tal la fascinación del monarca por esta obra de Van Eyck que quiso llevársela con él al monasterio de El Escorial. No pudo ser y tuvo que conformarse con una copia realizada por Michiel Coxcie del políptico y que hoy se encuentra disperso por varios museos. Coxcie, sin embargo, no fue del todo fiel a la obra del maestro Van Eyck y en uno de los plafones retrató a Felipe II y a su padre el emperador Carlos, además de autorretratarse.

Sin embargo, sí se sabe que Van Eyck viajó por la Península Ibérica. Por ejemplo, azulejos de la localidad de Manises aparecen reflejados en su pintura, como se subraya en la exposición, con la muestra de un bote de este tipo de cerámica y que lleva uno de los personajes principales de «Las tres Marías ante el sepulcro». Igualmente azulejos de la misma ciudad se localizan en el citado «La fuente de la gracia». Y es que el pintor fue un gran observador, un atento detallista como vemos en «San Jerónimo», donde el retrato del santo se transmuta en un bodegón con toda la parafernalia científica propia de la época.

El pintor, consciente de su oficio, fue uno de los primeros en firmar sus cuadros. Para ello también ideó un nuevo y revolucionario método para trabajar al óleo y logró reducir el tiempo de secado de la pintura así como volvió este material más fácil de trabajar mediante la incorporación de diferentes procedimientos de secado. Por otro lado, tal y como se subraya en la retrospectiva, Van Eyck es el gran pintor de la luz, alguien que juega con la búsqueda de la tercera dimensión gracias al brillo de los objetos que plasma en el óleo o la ausencia de esta en las zonas de penumbra. El políptico expuesto es uno de los mejores ejemplos de este virtuosismo que, muchos siglos después, incluso aplaudiría un Salvador Dalí obsesionado por la ciencia y por seducir al espectador. El surrealista supo que se le había adelantado unos cuentos siglos antes otro pintor en Flandes.

Necesidad de fondos para seguir restaurando

La conservadora italiana Lydia Depuydt es una de las responsables de la restauración del políptico, una empresa que ha sido criticada por algunos en redes sociales. Ella aseguró ayer que «lo que se ve ahora es tal y cómo lo pintó Van Eyck». Eso es lo que ha permitido recuperar el cromatismo original al eliminar hasta once capas de pintura. La restauradora explicó que todavía faltan cuatro años para completar la labor, esperando lograr fondos para ello.